**Capítulo 3: Mariel **

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**Mariel**

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**Mariel**

Soy un ángel principado de 105 años, el más joven de mis siete hermanos: Rafael, Galenis, Gabriel, Ariel, Marielis, Leonardo y yo, Mariel. Formamos parte de los ángeles más poderosos de la tercera dinastía celestial. A pesar de mi juventud, mis hermanos siempre me han tratado con cariño y protección, llamándome el "Afrodito del cielo" por mi belleza y amor por la música. Mis ojos son de un suave rosa, mi cabello negro y mis alas brillan con un resplandor dorado. Siempre visto una delicada túnica blanca que resalta mi inocencia y dulzura.

Aquella tarde me encontraba sentado en el suave césped del reino celestial, junto a mi hermano Rafael

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Aquella tarde me encontraba sentado en el suave césped del reino celestial, junto a mi hermano Rafael. Él estaba explicándome las jerarquías del cielo y del infierno, mientras yo jugaba con las flores que crecían a nuestro alrededor.

—¿Entonces, Rafael, qué significa ser un principado? —pregunté, mirándolo con curiosidad.

Rafael sonrió con ternura y me acarició el cabello con suavidad.

—Ser un principado significa que tenemos la responsabilidad de velar por el bienestar de los demás ángeles —explicó—. Nuestra misión es mantener el equilibrio y la armonía en el reino celestial, y proteger a los seres humanos en la Tierra.

Asentí, absorbiendo cada palabra con interés.

—¿Y qué hay del infierno? ¿Son todos los demonios malvados? —pregunté, con un dejo de curiosidad y preocupación.

Rafael frunció el ceño, pensativo.

—No todos los habitantes del infierno son malvados, Mariel. Algunos están allí por elección, otros por circunstancias —respondió—. Nuestra tarea es ayudar a aquellos que buscan redención y guiarlos hacia la luz.

Me estremecí ante la idea del infierno, pero confiaba en la sabiduría y la protección de mis hermanos.

—Gracias por explicármelo, Rafael —dije, sonriendo—. A veces todo esto puede resultar abrumador para mí, pero sé que siempre estarán ustedes para guiarme.

Rafael me abrazó con ternura.

—Siempre estaremos juntos, Mariel. Somos una familia, y eso nunca cambiará.

Me recosté en el suelo, contemplando el cielo estrellado mientras el amor y la protección de mis hermanos me envolvían como un cálido abrazo. Aunque aún tenía mucho por aprender sobre el universo, sabía que siempre tendría a mi familia celestial a mi lado para guiarme en el camino de la luz.

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**Mariel**

En la noche, mientras jugaba con mis hermanos en el jardín antes de acostarme, ellos me anunciaron que tenían que bajar al infierno para verificar que todo estuviera en orden. Me aseguraron que volverían pronto, ya que Lucifer había cruzado la línea al matar a Adam. Con una mezcla de preocupación y curiosidad, observé cómo mis hermanos descendían hacia el abismo.

Cuando llegó la noche, me fui a dormir en una nube, como era costumbre en el reino celestial. Abrí un poco mis ojos y vi que mis hermanos regresaban victoriosos, con expresiones serias pero triunfantes. Su encuentro con Lucifer Morningstar había sido exitoso, y habían logrado enseñarle una lección.

Cerré los ojos y me dejé llevar por el sueño, pero al siguiente día, al abrirlos nuevamente, me encontré en una situación desconcertante. Mi nube se había alejado de casa y ahora estaba en el infierno. La atmósfera era pesada y el aire caliente quemaba mis pulmones. Antes de que pudiera comprender completamente mi situación, la nube se evaporó por el calor y caí al suelo, entre unos árboles retorcidos.

—¿Dónde estoy? —murmuré, sintiendo la confusión y el miedo apoderarse de mí mientras cerraba los ojos.

Mis hermanos habían regresado victoriosos, pero de alguna manera, yo había terminado en el lugar más temido del universo. Ahora, en medio de aquel paisaje infernal, me encontraba sola y perdido, con la incertidumbre de lo que me deparaba el destino en el infierno.

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**Mariel**

Mientras yacía en el pasto rojo del infierno, luchando por respirar debido al calor abrasador, los habitantes del inframundo se aglomeraron a mi alrededor. Sacaban fotos y grababan videos con sus dispositivos infernales mientras murmuraban entre ellos, sorprendidos por la presencia de un ángel en su reino.

Entre la multitud curiosa, se abrió paso un equipo de reporteros del canal de noticias 666: Katie Killjoy y Tom Trench. Ambos se acercaron rápidamente, con sus cámaras y micrófonos en posición de grabación.

—¡Miren esto, queridos televidentes del infierno! —exclamó Katie con entusiasmo fingido mientras apuntaba hacia mí—. ¡Aquí tenemos a un auténtico ángel principado en el mismísimo corazón del infierno!

Tom ajustó su micrófono y se inclinó hacia mí.

—¿Cómo te sientes, pequeño ángel, en este lugar tan... caluroso? —preguntó con una sonrisa forzada, intentando parecer amigable mientras las llamas danzaban en el fondo de la transmisión.

Yo apenas podía moverme, pero logré articular algunas palabras entrecortadas.

—Hermanos... ¿dónde están? —musité débilmente, con los ojos apenas entreabiertos.

La multitud se agitó con más fervor, capturando cada gesto y sonido con avidez. Cinco minutos después, llegaron los trabajadores del Control para la Adopción de Criaturas Celestiales e Infernales. Vestidos con uniformes formales y una seriedad profunda, se abrieron paso a través de la multitud para llegar hasta mí.

Katie y Tom continuaron su transmisión, entrevistando a los trabajadores del orfanato mientras éstos me preparaban para ser transportado. Con cuidado, me colocaron en una camioneta blanca marcada con el emblema del Control para la Adopción. Mis alas doradas brillaban débilmente en contraste con el oscuro interior del vehículo.

—¡Y aquí lo tienen, queridos espectadores! —anunció Katie, con su tono teatral característico—. Un ángel bebé, listo para ser llevado al orfanato y adoptado por una familia del inframundo.

Tom enfocó su cámara hacia mí una última vez, capturando mi figura pequeña y vulnerable dentro de la camioneta.

—¿Qué les parece, amigos? ¿Será este el inicio de una nueva vida para nuestro pequeño visitante celestial? ¡Estén atentos para más actualizaciones sobre esta conmovedora historia!

Con esas palabras finales, la puerta de la camioneta se cerró con un golpe sordo, dejándome en la oscuridad mientras el vehículo se alejaba lentamente de la escena.

Con esas palabras finales, la puerta de la camioneta se cerró con un golpe sordo, dejándome en la oscuridad mientras el vehículo se alejaba lentamente de la escena

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Nuevo capítulo de nueva historia espero que les guste ⭐️✌🏻

MI PEQUEÑO ANGELITO-  ENTRE ENGAÑOS Y  TRAICIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora