**Capítulo 31: Reunión de Reyes, furia y Traiciones**

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#### En Otro Lugar

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#### En Otro Lugar

Lilith contemplaba su bola de cristal con una sonrisa burlona, aunque en sus ojos destellaba la astucia y la malicia. Jugaba con la copa de vino entre sus dedos mientras reflexionaba sobre el clásico juego del  Rey que enamora y luego abandona a su  Ángel joven .

—**Lilith**: "Oh, qué adorable," —murmuró con ironía.

La participación de Lucifer en este juego le había sorprendido. Su ex esposo rara vez mostraba interés en los asuntos de los pecadores, dejando esas tareas en manos de Lilith mientras él ejercía su poder. Pero con el tiempo, la monotonía la había agotado. La llegada de Charlie, sin embargo, había traído un destello de alegría a su vida, aunque efímero. Pero la insatisfacción persistía. Lilith anhelaba algo más que el dominio del infierno y la continua lucha por el poder.

—**Lilith**: Siempre lo mismo, ¿verdad, mi querido Lucifer? —dijo, mirando la copa con desdén—. Pecadores, castigos, eternidad. Qué tedioso.

Aunque había prosperado en su papel, liderando a los demonios con su música y fortaleciéndose en el proceso, sabía que eso no era suficiente. Fue entonces cuando, hace siete años, hizo un trato con Adán para obtener una breve estancia en el cielo. Mantuvo este acuerdo en secreto, pero disfrutó brevemente de la libertad y la tranquilidad que le ofrecía aquel lugar. Aunque dejó atrás a su hija y a su esposo, sabía que Charlie comprendería su necesidad de buscar algo más allá del infierno. La idea de herir a Lucifer la atormentaba, pero su anhelo por libertad y descanso era más poderoso.

—**Lilith**: Si tan solo pudieras comprender, Charlie... —murmuró, sintiendo una punzada de culpa.

Finalmente, su suerte cambió cuando se topó con Alastor, el padre adoptivo de Mariel. Un cervatillo asustado y herido, buscando desesperadamente el regazo de la madre que lo trajo al mundo. La oportunidad de redimir su existencia le ofrecía un nuevo propósito y la esperanza de encontrar la paz que tanto ansiaba.

—**Lilith**: Qué vista tan maravillosa... —susurró, mientras observaba a Alastor con una mezcla de compasión y oportunismo.

Alastor, con su pelaje moteado y su mirada inocente, se hallaba desorientado en un mundo desconocido, sus ojos reflejaban una mezcla de temor y vulnerabilidad propia de la juventud. Sus delicadas patas se movían con cautela sobre el suelo cubierto de hojas, mientras su hocico olfateaba el aire en busca del consuelo reconfortante que solo su madre podía ofrecerle. Cada susurro del viento y cada movimiento en la espesura del bosque lo mantenían alerta, sus orejas erguidas en busca de cualquier indicio que lo llevara de regreso a los brazos protectores que alguna vez lo acunaron con ternura. A pesar de la determinación que lo impulsaba, el anhelo por el amor maternal lo consumía, su corazón latía con fuerza en su pecho, clamando por el reencuentro que tanto ansiaba. La luz del sol filtrándose entre las ramas del bosque iluminaba su pelaje dorado, pero su atención estaba fija en el horizonte, donde esperaba encontrar el abrazo cálido y reconfortante de su madre. Aunque el miedo y las lágrimas amenazaban con abrumarlo, seguía adelante, alimentado por la esperanza de volver a sentir el amor que tanto anhelaba.

MI PEQUEÑO ANGELITO-  ENTRE ENGAÑOS Y  TRAICIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora