**Capítulo 12: Papá Alastor**

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**Mariel**

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**Mariel**

Una mañana en el Hazbin Hotel, me encontraba en el estudio de papá Alastor, viendo cómo grababa su programa con esa característica sonrisa sarcástica que tanto lo define. Estaba debatiendo con Vox, su eterno rival, sobre la superioridad de la tecnología moderna frente a la radio. Aunque la conversación parecía civilizada, la tensión entre ambos era palpable, como si cada palabra fuera una chispa lista para encender una hoguera.

 Aunque la conversación parecía civilizada, la tensión entre ambos era palpable, como si cada palabra fuera una chispa lista para encender una hoguera

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—Ah, Vox, siempre tan apegado a tus pantallitas y botones. La radio, querido, es el alma de la comunicación. —Papá Alastor se inclinó hacia el micrófono, con una sonrisa que destilaba confianza—. Y tú, como siempre, pierdes de vista lo esencial.

—Alastor, viejo, tus métodos están obsoletos. La tecnología moderna es el futuro. —Vox replicó con una sonrisa desafiante, sus ojos parpadeando con un brillo mecánico—. Pero entiendo, es difícil aceptar el progreso cuando tu mente está atrapada en el pasado.

Papá Alastor se echó a reír, una risa que resonaba con un eco ominoso por todo el estudio.

—El progreso no siempre es bueno, Vox. A veces, lo clásico es lo que realmente perdura. —Con un último destello en sus ojos, papá Alastor finalizó la grabación—. Y parece que, una vez más, el demonio de la radio ha ganado el debate.

Después de que terminara su sesión de grabación, nos dirigimos al comedor para desayunar con los demás. Charlie, Niffty, Vaggie, Husk y la tía Ángel Dust ya estaban sentados a la mesa. La atmósfera era relajada, pero no pude evitar notar la mirada fija de Lucifer Morningstar, quien observaba a papá Alastor con una mezcla de desdén y curiosidad. Era como si cada gesto y cada palabra de Alastor lo irritaran profundamente.

Mientras todos empezaban a servirse, noté que papá Alastor estaba especialmente tenso. Sus ojos se dirigían constantemente hacia Lucifer, quien se mostraba visiblemente desinteresado en la comida preparada por mi papá. Era la misma rutina todos los días: Lucifer miraba la comida con desdén y mi papá perdía la paciencia.

—Maldición, Lucifer —gruñó papá Alastor, su voz impregnada de frustración—. ¿Te vas a comer la comida o no?

Lucifer, con su habitual aire de superioridad, levantó la vista de su plato y lo miró con una ceja arqueada. Parecía disfrutar del hecho de que lograba sacar a papá Alastor de sus casillas.

MI PEQUEÑO ANGELITO-  ENTRE ENGAÑOS Y  TRAICIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora