**Capítulo 42: Venganza, Reglas de los Pecados, Secuestro**

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**Lucifer Morningstar**

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**Lucifer Morningstar**

El sonido de mis pasos resonaba en los pasillos de la mansión de Mammon mientras avanzaba decidido, mi corazón ardía con una mezcla de ira y deseo de venganza. La mansión, una ostentosa muestra de la avaricia y el ego de su dueño, era un laberinto de excesos y riquezas. Al llegar al salón principal, encontré a Mammon jugando a las cartas con Belcebú. Ambos reían, ajenos a la tormenta que estaba a punto de desatarse.

Mammon, con su característico aire de superioridad, me miró con desdén. "Vaya, vaya, si no es el gran Lucifer. ¿Qué te trae por aquí, oh magnífico señor del infierno?", dijo con sarcasmo, sin dejar de barajar las cartas.

No respondí. En lugar de eso, avancé hacia él y, sin previo aviso, le propiné un golpe directo en la cara. Mammon cayó hacia atrás, derribando la mesa de cartas y dejando caer una lluvia de fichas y naipes al suelo. Belcebú se levantó de inmediato, su rostro se llenó de una mezcla de sorpresa e ira.

"¡LUCIFER! ¡Sabes que los pecados capitales no pueden pelear entre sí! Y si lo hacen, los otros pecados tienen que intervenir", exclamó, su voz resonando con autoridad mientras sus alas se desplegaban parcialmente, proyectando una sombra amenazante.

Yo me reí, un sonido que resonó en el gran salón lleno de lujo y decadencia. "¿Tenemos reglas?", dije con una sonrisa burlona, recordando que había sido yo mismo quien había establecido esas normas para mantener el equilibrio entre los siete pecados.

Belcebú se acercó más, sus ojos centelleando con furia contenida. "Tú las escribiste, chaparro IDIOTA. Pero si lo que buscas es una discusión, podemos proceder. Solo recuerda que romper las reglas traerá consecuencias. ¡LUCIFER!", dijo molesto, su voz cada vez más grave.

Mammon, aún aturdido, se levantó tambaleándose y se frotó la mandíbula. "¿Qué demonios te pasa, Lucifer? ¿Perdiste la cabeza o qué? Ya sabes que no puedes simplemente venir aquí y armar un alboroto. Y menos por un insignificante como Mariel", dijo, escupiendo la última palabra con desdén.

Mis ojos se entrecerraron, llenos de una furia contenida. "Mariel no es insignificante. Es mucho más de lo que tú jamás podrás entender, Mammon. Y si crees que voy a permitir que te salgas con la tuya después de lo que le hiciste, estás muy equivocado", le dije, mi voz baja y peligrosa.

Belcebú levantó una mano, intentando mediar. "Calma, Lucifer. No podemos romper las reglas. Si hay un problema, resolvámoslo de forma civilizada", dijo, aunque su tono mostraba que sabía que la situación estaba lejos de ser resuelta de manera pacífica.

Mammon soltó una carcajada. "¿Civilizada? Vamos, Lucifer, sabes que el juego de los pecados no es nada civilizado. Pero, ¿qué te parece esto? Un pequeño acuerdo: te devuelvo a Mariel y tú me debes un favor. ¿Trato?", dijo con una sonrisa ladina, sabiendo que estaba jugando con fuego.

Yo lo miré, el enojo brillando en mis ojos. "No estoy aquí para hacer tratos, Mammon. Estoy aquí para asegurarme de que entiendas que nadie, y digo nadie, se mete con lo que es mío y sale ileso. Así que más te vale entregar a Mariel y olvidar esta idea estúpida de que puedes jugar con nuestras vidas", le respondí, dando un paso hacia él, mis alas comenzando a desplegarse en un claro gesto de amenaza.

MI PEQUEÑO ANGELITO-  ENTRE ENGAÑOS Y  TRAICIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora