🥀Capítulo 82: Mi Reina, mi Todo🥀

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Narrador omnisciente:

A la mañana siguiente, el joven ángel despertó lentamente, sintiendo el calor familiar de su esposo a su lado. Los rayos de luz atravesaban las cortinas del cuarto, iluminando suavemente la cama en la que ambos yacían. Mariel, aún somnoliento, se acurrucó más cerca de Lucifer, sintiendo la seguridad de su abrazo. Sin embargo, una sensación de incomodidad lo invadió cuando notó que Lucifer inhalaba profundamente, captando el sutil rastro del aroma a Valentino que aún impregnaba su piel.

Lucifer, siempre posesivo con su joven ángel, entrecerró los ojos con una expresión de disgusto. El aroma de otro hombre sobre su reina era algo que no podía tolerar, mucho menos si se trataba de Valentino. Sin decir una palabra, apretó su abrazo, aferrándose más fuerte a Mariel, como si el simple contacto pudiera borrar cualquier rastro del Overlord polilla.

Con un movimiento rápido y lleno de deseo, Lucifer comenzó a lamer suavemente el cuello de Mariel, sus labios recorriendo la piel de su ángel con un toque que oscilaba entre la ternura y la necesidad. Cada lamida parecía marcada por la ira que sentía al pensar en Valentino, pero también por el amor y la posesión que sentía hacia Mariel. Mariel, sorprendido por el gesto, intentó hablar, pero su voz quedó atrapada en su garganta.

—Lu-Lucifer... —intentó decir, pero lo único que logró salir de sus labios fue un suave gemido.

Lucifer lo ignoró por completo, su mano derecha deslizándose con determinación hacia el cabello negro de su ángel, tirando de él con una mezcla de delicadeza y fuerza, asegurándose de que Mariel supiera a quién pertenecía. Mientras lo mantenía en esa posición vulnerable, su otra mano se deslizó por debajo de la túnica blanca que vestía Mariel, recorriendo con maestría cada parte de su piel hasta llegar a su ingle.

Mariel arqueó la espalda ante el toque firme de Lucifer, su cuerpo respondiendo automáticamente a las caricias de su esposo. Un jadeo escapó de sus labios, incapaz de controlar el placer que comenzaba a inundar su ser.

—Ha... Ha... —gimió Mariel, su respiración acelerándose mientras Lucifer lo tocaba, su mano moviéndose con una mezcla de posesión y lujuria.

Lucifer sonrió contra el cuello de su ángel, disfrutando cada reacción, cada sonido que Mariel emitía bajo su toque. Sabía que Mariel era suyo, su más preciada posesión, y no permitiría que nadie más lo tocara, mucho menos Valentino. Cada caricia que le daba era una afirmación de ese derecho, un recordatorio de a quién pertenecía.

—Eres mío, preciosa —susurró Lucifer, con una voz profunda y peligrosa, mientras continuaba explorando el cuerpo de Mariel con sus manos expertas—. Solo mío. Nadie más tiene derecho a tocarte.

MI PEQUEÑO ANGELITO-  ENTRE ENGAÑOS Y  TRAICIONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora