Las últimas semanas de mi embarazo fueron un torbellino de emociones y preparativos. A medida que se acercaba la fecha prevista para el parto, la anticipación y la emoción crecían día a día. Mis padres, conscientes de lo importante que era este momento para mí, decidieron mudarse temporalmente a Barcelona para estar cerca y apoyarme en las semanas previas al nacimiento de Lluc. Su presencia me brindaba una sensación de calma y seguridad, algo que necesitaba más que nunca.
—Estamos tan felices de estar aquí contigo, Clara —dijo mi madre, abrazándome fuerte en nuestra primera noche juntos en Barcelona.
—Yo también, mamá. No saben cuánto significa para mí teneros aquí —respondí, sintiendo un nudo de emoción en mi garganta.
Las semanas pasaron rápidamente. Mi madre y yo pasamos horas decorando la habitación de Lluc, asegurándonos de que todo estuviera perfecto para su llegada. Marc, siempre atento y cariñoso, se encargaba de asegurarse de que yo me sintiera cómoda y cuidada. Cada noche, antes de dormir, hablábamos sobre cómo sería nuestra vida una vez que Lluc estuviera con nosotros.
—¿Crees que seremos buenos padres? —pregunté una noche, mientras acariciaba mi vientre abultado.
—Sé que seremos los mejores —respondió Marc, besándome suavemente en la frente—. Lluc tendrá todo el amor del mundo.
La fecha del parto se acercaba, y con cada día que pasaba, sentía una mezcla de nervios y emoción. Finalmente, llegó el día en que sentí las primeras contracciones. Era una mañana tranquila, y el sol brillaba a través de las ventanas de nuestra casa en Sarrià-Sant Gervasi. Sentí un dolor agudo en mi vientre, y supe de inmediato que era el momento.
—Marc, creo que es hora —dije, agarrando su mano con fuerza.
—¿Estás segura? —preguntó él, con una mezcla de emoción y preocupación en su voz.
—Sí, definitivamente lo es —respondí, respirando profundamente para calmarme.
Marc llamó rápidamente a mis padres y a Héctor, que nos llevaría al hospital. En cuestión de minutos, todos estaban en nuestra casa, listos para acompañarnos en este momento tan importante. Mis padres, llenos de emoción y nervios, me abrazaron con fuerza antes de salir hacia el hospital.
—Todo va a salir bien, hija —dijo mi padre, con los ojos llenos de lágrimas.
—Lo sé, papá. Gracias por estar aquí —respondí, sintiendo el calor de su amor y apoyo.
El viaje al hospital fue una mezcla de nervios y anticipación. Marc sostenía mi mano todo el tiempo, sus ojos llenos de amor y preocupación.
—Estamos casi allí, Clara. Todo va a estar bien —dijo, tratando de tranquilizarme.
Llegamos al hospital y rápidamente me llevaron a la sala de parto. Las contracciones eran cada vez más fuertes, y aunque el dolor era intenso, sentía una fuerza interior que me impulsaba a seguir adelante. Marc estaba a mi lado, sosteniendo mi mano y susurrando palabras de aliento.
—Eres increíble, Clara. Ya casi estamos —decía, besando mi frente.
Las horas pasaron en un torbellino de dolor y esfuerzo, pero finalmente, después de lo que pareció una eternidad, escuché el primer llanto de nuestro hijo. Una ola de alivio y alegría me inundó, y las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas.
—Es un niño —anunció el médico, colocándolo suavemente en mis brazos.
Miré a nuestro hijo, a Lluc, por primera vez. Sus pequeños ojos se abrieron y cerraron, y su llanto llenó la sala. Sentí una conexión inmediata y profunda, como si toda mi vida hubiera estado esperando este momento.
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MENORCA//MARC GUIU
RomancePara celebrar su cumpleaños número 18, sus padres le regalan unas vacaciones en la isla, junto sus amigas María y Alicia. Emocionada, Clara llega a Menorca y queda maravillada con sus playas cristalinas, paisajes impresionantes y la calidez de su ge...