Estábamos en pleno caos post-parto con dos recién nacidos, María y Martí, y nuestro pequeño Lluc, cuando recibimos la noticia que Marc había sido convocado para el Mundial. La emoción en su rostro era innegable, pero también había una sombra de preocupación.
—¿Estás seguro de que puedes hacerlo? —le pregunté mientras sostenía a Martí, que acababa de quedarse dormido en mis brazos.
—Es una oportunidad única, Clara —dijo Marc, tomando mi mano—. Pero no quiero hacerlo sin ti. Quiero que vengas conmigo.
Sabía cuánto significaba esto para él, y aunque la idea de viajar con dos bebés y un niño pequeño me parecía abrumadora, no podía dejar de apoyarlo. Decidimos que iríamos todos juntos, con la ayuda de nuestra querida amiga Sira, quien se ofreció a venir con nosotros para ayudarnos con los niños.
La preparación para el viaje fue frenética. Empacar para tres niños pequeños y nosotros dos no fue tarea fácil. Necesitábamos ropa, juguetes, pañales, biberones, y todo lo necesario para asegurarnos de que nuestros pequeños estuvieran cómodos durante el viaje.
Finalmente, llegó el día de nuestro vuelo. Marc estaba nervioso pero emocionado, y yo, aunque agotada, me sentía llena de orgullo. El vuelo fue una experiencia en sí misma. Lluc estaba emocionado de estar en un avión, mientras que María y Martí alternaban entre dormir y llorar. Sira y yo hicimos malabares para mantener a todos tranquilos, y Marc se ocupó de Lluc, contándole historias sobre el país al que íbamos y las aventuras que nos esperaban.
Cuando llegamos a nuestro destino, nos recibió un cálido clima tropical y un mar de aficionados al fútbol de todo el mundo. Marc tenía un horario estricto de entrenamientos y compromisos, pero cada vez que tenía un momento libre, se unía a nosotros para disfrutar de la ciudad.
Nuestros días consistían en visitar lugares turísticos y llevar a Lluc a parques y playas. Sira y yo nos turnábamos para cuidar a María y Martí, mientras Marc hacía su magia en el campo de fútbol. Las noches eran agotadoras pero llenas de amor y risas. Lluc se adaptó rápidamente al nuevo entorno y estaba fascinado con la cultura y la gente del lugar.
Una tarde, mientras Marc estaba en un entrenamiento, Sira y yo llevamos a los niños a una playa cercana. Lluc jugaba felizmente en la arena, construyendo castillos, mientras yo me sentaba bajo una sombrilla con María y Martí en mis brazos.
—¿Te das cuenta de lo increíble que es esto? —me dijo Sira, mirando el mar—. Estamos en un país hermoso, con tu maravillosa familia, y Marc está cumpliendo uno de sus sueños.
—Sí, lo sé. A veces todavía no puedo creerlo —respondí, sonriendo—. Pero no podría hacerlo sin ti. Gracias por estar aquí.
—Siempre estaré aquí para ustedes —dijo Sira, dándome un abrazo.
El primer partido del Mundial fue una montaña rusa de emociones. Marc estaba en su mejor forma, y verlo en el campo me llenó de orgullo y amor. Lluc se puso una camiseta de la selección con el número de su padre, y yo llevaba a los gemelos en un portabebés, tratando de no perderme ni un momento del partido.
Cuando Marc marcó un gol, la multitud estalló en vítores. Miró hacia la grada donde estábamos y formó una "C" con las manos, dedicándome el gol. Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad, y Lluc saltaba de alegría a mi lado.
Después del partido, nos reunimos con Marc en el estadio. Estaba exhausto pero radiante de felicidad.
—¡Lo hiciste, papá! —gritó Lluc, corriendo hacia él.
—Sí, lo hice, campeón —dijo Marc, levantándolo en el aire—. Todo esto es para ustedes.
Esa noche celebramos en el hotel, con una cena sencilla pero llena de risas y amor. Después de acostar a los niños, Marc y yo nos sentamos en el balcón, disfrutando de la brisa nocturna.
—Estoy tan orgullosa de ti —dije, tomando su mano—. Eres increíble.
—No podría hacerlo sin ti —respondió, besándome suavemente—. Eres mi roca, mi todo.
Los días siguientes fueron una mezcla de fútbol y momentos familiares. Marc seguía brillando en el campo, y nosotros disfrutábamos cada momento juntos. Sira se convirtió en una parte integral de nuestra aventura, siempre dispuesta a ayudar y a compartir su amor y alegría con nosotros.
El Mundial continuaba, y cada partido era una nueva oportunidad para Marc de demostrar su talento. Aunque el cansancio empezaba a hacer mella en mí, ver la felicidad en sus ojos y en los de nuestros hijos me daba fuerzas.
Una tarde, después de un día particularmente agotador, nos encontrábamos todos en la habitación del hotel. Lluc jugaba con sus nuevos juguetes, mientras María y Martí dormían en sus cunas. Marc se sentó a mi lado y me abrazó.
—¿Estás bien? —me preguntó, mirándome a los ojos.
—Sí, solo un poco cansada —respondí, sonriendo—. Pero estoy muy feliz.
—Eres una madre y esposa increíble. No sé qué haría sin ti —dijo, besándome en la frente.
—Y tú eres el mejor padre y marido que podría pedir —respondí, acariciando su mejilla.
La final del Mundial se acercaba, y la tensión y emoción aumentaban. Marc estaba concentrado y determinado, y nosotros estábamos allí para apoyarlo en cada paso del camino. Sira y yo nos aseguramos de que los niños estuvieran bien y felices, mientras Marc se preparaba para el partido más importante de su carrera.
El día de la final, el estadio estaba lleno de energía y expectación. Sentada en la grada con Lluc a mi lado y los gemelos en su portabebés, sentí una mezcla de nervios y orgullo. Cuando el árbitro pitó el inicio del partido, todo mi ser estaba enfocado en Marc y en su desempeño en el campo.
El partido fue una batalla intensa, pero Marc y su equipo dieron todo lo que tenían. Cuando finalmente marcó el gol decisivo, el estadio estalló en vítores. Miró hacia nosotros y nuevamente formó la "C" con sus manos, dedicándome su logro.
Después del partido, nos reunimos con Marc en el campo. Estaba cubierto de sudor y agotado, pero su sonrisa lo decía todo.
—¡Lo hiciste! —le dije, abrazándolo con todas mis fuerzas.
—Lo hicimos juntos —respondió, besándome.
Esa noche, celebramos la victoria con una fiesta en el hotel. Rodeados de amigos, familiares y compañeros de equipo, compartimos risas, abrazos y recuerdos que durarían toda la vida.
Mientras la fiesta continuaba, Marc y yo nos escabullimos a nuestra habitación, dejando a Sira a cargo de los niños. Nos sentamos en el balcón, mirando las estrellas y reflexionando sobre todo lo que habíamos logrado juntos.
—Esto es solo el comienzo —dijo Marc, tomando mi mano—. Tenemos una vida llena de aventuras por delante.
—Sí, y no puedo esperar para vivir cada momento contigo —respondí, besándolo.
Esa noche, mientras nos abrazábamos, supe que no importaba cuántos desafíos enfrentáramos, siempre los superaríamos juntos. Porque al final del día, éramos una familia, y eso era lo más importante de todo.
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MENORCA//MARC GUIU
Roman d'amourPara celebrar su cumpleaños número 18, sus padres le regalan unas vacaciones en la isla, junto sus amigas María y Alicia. Emocionada, Clara llega a Menorca y queda maravillada con sus playas cristalinas, paisajes impresionantes y la calidez de su ge...