El sol de la mañana se filtraba por las ventanas de nuestra habitación, pero esta vez la luz no era bienvenida. Después de la fiesta de la noche anterior, todas estábamos exhaustas. Me desperté lentamente, sintiendo una ligera punzada de dolor de cabeza, y me di cuenta de que María y Alicia seguían profundamente dormidas. La noche en la discoteca había sido increíble, pero también muy agotadora.
Con cuidado de no hacer ruido, me levanté de la cama y salí al balcón para respirar el aire fresco del mar. La vista era espectacular: el mar azul se extendía hasta el horizonte y la brisa salada era revitalizante. Decidí que hoy sería un día de descanso. Regresé a la habitación y, mientras mis amigas aún dormían.
Aproximadamente una hora después, María y Alicia empezaron a moverse. Se despertaron despacio, bostezando y estirándose.
—Buenos días, chicas. ¿Cómo os sentís? —pregunté, sonriendo.
—Como si un camión me hubiera atropellado —dijo Alicia, frotándose los ojos.
—Definitivamente necesitamos un día tranquilo —añadió María, dejándose caer de nuevo en la cama.
Les conté mi idea de pasar el día en la playa, relajándonos y recuperándonos de la noche anterior. Ambas estuvieron de acuerdo de inmediato. Nos cambiamos a nuestros bikinis, recogimos nuestras cosas y salimos del hotel en busca de una playa tranquila.
Encontramos una pequeña cala que parecía sacada de una postal. La arena era blanca y fina, y el agua cristalina nos invitaba a nadar. Instalamos nuestras toallas y sombrillas, y nos tumbamos al sol, disfrutando del sonido de las olas y del suave murmullo de la brisa.
—Esto es exactamente lo que necesitábamos —dijo María, cerrando los ojos y sonriendo.
—Totalmente de acuerdo —asentí, aplicándome protector solar—. Ayer fue increíble, pero hoy necesito esto.
Pasamos la mañana tomando el sol, charlando y sumergiéndonos en el agua de vez en cuando para refrescarnos. Hablamos sobre la fiesta, sobre Marc y sus amigos, y sobre lo que podríamos hacer durante el resto de nuestras vacaciones.
—¿Creéis que volveremos a ver a Marc? —preguntó Alicia, mirando el cielo.
—Seguro que sí. Parecía realmente interesado en ti, Clara —dijo María, guiñándome un ojo.
—No lo sé, chicas. Fue genial conocerlo, pero no quiero hacerme ilusiones —respondí, aunque no podía negar que la idea me hacía ilusión.
Después de un rato, decidimos dar un paseo por la orilla. La conversación fluyó con facilidad y nos reímos recordando anécdotas de la noche anterior. Mientras caminábamos, no pude evitar pensar en mi abuela. Menorca siempre había sido especial para mí, no solo por su belleza, sino porque era el lugar del que mi abuela siempre me hablaba con tanto cariño. Me contaba historias sobre su infancia en la isla, sobre las playas y los pueblos, y siempre soñé con visitarla algún día.
De repente, oímos una voz familiar llamándonos.
—¡Clara, María, Alicia!
Nos giramos y vimos a Marc, acompañado de algunos de sus amigos, acercándose con una sonrisa. Me sorprendí al verlo, pero también me alegró.
—¡Hola, Marc! —respondí, devolviendo la sonrisa.
—¡Vaya coincidencia! —dijo Marc—. Nosotros también decidimos tomarnos un día de descanso y relajarnos aquí. ¿Os importa si nos unimos?
Nos miramos entre nosotras y asentimos con entusiasmo.
—¡Claro! Cuantos más, mejor —dijo Alicia, sonriendo ampliamente.
Pasamos el resto del día juntos, nadando, jugando a las cartas y disfrutando de la compañía. Fue un día lleno de risas y momentos tranquilos, justo lo que necesitábamos después de la agitada noche anterior.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, todos nos sentamos en la arena, observando cómo el cielo se teñía de colores cálidos. Marc se sentó a mi lado y, en un momento de tranquilidad, me miró con una sonrisa.
—Clara, me alegra haber coincidido con vosotras hoy. Este lugar es aún más especial con buena compañía.
—A mí también me alegra, Marc. Este viaje está siendo increíble, y conoceros lo hace aún mejor.
Nos quedamos allí, en silencio, disfrutando del momento. Sentí una conexión creciente entre nosotros, una que iba más allá de las palabras. Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, supe que este día sería uno de los recuerdos más especiales de nuestras vacaciones en Menorca.
Mientras caminábamos de regreso al hotel, sentí una paz interior que no había sentido en mucho tiempo. Recordé las palabras de mi abuela sobre Menorca, y cómo siempre decía que la isla tenía una magia especial que te hacía sentir en casa. Ahora, entendía a lo que se refería.
Bueno esto solo acaba de empezar, recordar darle a la estrella os lo agradecería, vos estimee
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MENORCA//MARC GUIU
RomancePara celebrar su cumpleaños número 18, sus padres le regalan unas vacaciones en la isla, junto sus amigas María y Alicia. Emocionada, Clara llega a Menorca y queda maravillada con sus playas cristalinas, paisajes impresionantes y la calidez de su ge...