Los días que siguieron a mi visita a Barcelona fueron agridulces. La emoción de haber sorprendido a Marc y de haber compartido momentos tan intensos con él se mezclaba con la tristeza de tener que regresar a Valencia. Sabía que teníamos que adaptarnos a nuestra realidad: estábamos en diferentes ciudades y nuestras vidas eran exigentes y demandantes.
El viaje de regreso a Valencia fue tranquilo, pero mi mente estaba llena de recuerdos y pensamientos sobre Marc. Cuando llegué a mi apartamento, me sentí sola por primera vez desde que me había mudado. Sin embargo, decidí no dejarme llevar por la tristeza. En su lugar, me enfoqué en mantenerme ocupada y positiva.
Marc y yo habíamos acordado hablar todas las noches, y esas conversaciones se convirtieron en mi refugio. Cada noche, después de nuestras respectivas rutinas, nos llamábamos y compartíamos los detalles de nuestro día. Marc me contaba sobre sus entrenamientos, sus compañeros de equipo y los preparativos para los próximos partidos. Yo le hablaba sobre mis clases, mis estudios.
—¿Sabes? Hoy Héctor me preguntó por ti —dijo Marc una noche, su voz sonando un poco cansada pero feliz—. Está muy contento de que hayamos podido vernos.
—Héctor es un encanto. Dile que le agradezco de nuevo por toda su ayuda —respondí, sintiendo una calidez al recordar su amabilidad.
—Lo haré. ¿Y tú cómo estás? ¿Te sientes bien? —preguntó Marc, su voz llenándose de preocupación.
—Estoy bien, Marc. Te extraño, pero estoy bien. Estoy tratando de mantenerme ocupada —le aseguré, aunque sabía que él podía percibir la nostalgia en mi voz.
—Yo también te extraño, Clara. Pero vamos a hacer que esto funcione. Vamos a encontrar la manera de vernos más a menudo —dijo Marc con determinación.
Las semanas pasaron, y aunque la distancia era un desafío, nuestra relación se mantuvo fuerte gracias a nuestra comunicación constante y a los pequeños gestos que nos recordaban nuestro amor. Marc me enviaba mensajes y fotos durante el día, y yo le enviaba notas de ánimo y cariño antes de sus partidos.
Un viernes por la noche, después de una semana especialmente agotadora, recibí una llamada de Marc. Contesté con una sonrisa, feliz de escuchar su voz.
—Hola, amor —dije, sintiendo una oleada de felicidad.
—Hola, Clara. ¿Cómo ha sido tu día? —preguntó Marc, su voz sonando más animada de lo habitual.
—Ha sido largo, pero bien. ¿Y tú? —respondí, curiosa por su tono de voz.
—Tengo una sorpresa para ti —dijo Marc, y pude imaginar su sonrisa traviesa.
—¿Qué tipo de sorpresa? —pregunté, mi curiosidad aumentando.
—He conseguido entradas para ti y unas amigas para el partido del próximo fin de semana. Quiero que vengas a Barcelona y que me veas jugar en vivo de nuevo —anunció Marc, su voz llena de entusiasmo.
Mi corazón dio un vuelco de alegría. La idea de volver a Barcelona y ver a Marc jugar me llenó de emoción.
—¡Marc, eso es increíble! No puedo esperar —respondí, mi voz llena de alegría—. Voy a hacer los arreglos necesarios y les diré a María y Alicia.
—Perfecto. Te esperaré aquí. Va a ser increíble tenerte en las gradas de nuevo —dijo Marc, su voz llena de amor y entusiasmo.
Los días siguientes se llenaron de preparativos y expectativas. María y Alicia estaban emocionadas por el viaje y por la oportunidad de ver un partido del Barcelona en vivo. Nos organizamos y planificamos cada detalle, asegurándonos de que todo estuviera listo para nuestra escapada.
El día del viaje finalmente llegó, y nos encontramos en el aeropuerto, llenas de entusiasmo. El vuelo a Barcelona fue corto, pero la emoción hizo que pareciera eterno. Cuando aterrizamos, fuimos recibidas por Héctor, quien había coordinado todo para que nuestra llegada fuera perfecta.
—¡Bienvenidas a Barcelona! —dijo Héctor con una sonrisa, ayudándonos con nuestro equipaje—. Marc está muy emocionado de verlas.
—Gracias, Héctor. Estamos tan emocionadas de estar aquí —respondí, sintiendo una oleada de gratitud por su amabilidad.
Héctor nos llevó al piso de Marc, y cuando la puerta se abrió, Marc me envolvió en un abrazo apretado. El mundo se desvaneció a nuestro alrededor, y por un momento, solo existíamos nosotros dos.
—Te he extrañado tanto —susurró Marc, sus labios rozando mi oído.
—Yo también, Marc. Estoy tan feliz de estar aquí —respondí, sintiendo una felicidad indescriptible.
Los siguientes días en Barcelona fueron un torbellino de emociones. Exploramos la ciudad, disfrutamos de su vibrante cultura y, por supuesto, asistimos al partido. Ver a Marc en el campo, llevando su camiseta con el número 38 y demostrando su increíble talento, fue una experiencia inolvidable.
Después del partido, que terminó con una victoria para el Barcelona, regresamos al piso de Marc. La noche estaba cargada de emociones y alegría. Nos quedamos despiertos hasta tarde, hablando y compartiendo nuestros pensamientos y sentimientos. La conexión entre nosotros era más fuerte que nunca, y en un momento de intimidad, nos entregamos a una noche de pasión que selló nuestro amor.
Mientras el amanecer comenzaba a asomarse, nos quedamos abrazados en la cama, nuestras respiraciones entrelazadas y nuestros corazones latiendo al unísono. Sabía que, aunque la distancia era un desafío, nuestro amor era lo suficientemente fuerte para superar cualquier obstáculo. Estábamos listos para enfrentar el futuro juntos, sabiendo que, sin importar lo que ocurriera, siempre tendríamos el uno al otro.
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MENORCA//MARC GUIU
RomancePara celebrar su cumpleaños número 18, sus padres le regalan unas vacaciones en la isla, junto sus amigas María y Alicia. Emocionada, Clara llega a Menorca y queda maravillada con sus playas cristalinas, paisajes impresionantes y la calidez de su ge...