El día que lo iba a cambiar todo

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Capítulo 1

PEYTON. 2016

Era mi cuarta mañana amaneciendo debajo del puente del parque central, descubrí que el parque era menos frio que la playa. Ese mismo día tan pronto levante mi mochila con mis cosas y comprobé que la boca me olía demasiado mal me cuestione nuevamente si debía llamar a mi padre. No sabía que decirle. Podía comenzar diciendo que mamá estaba en rehabilitación por tercera vez en el año y que aunque era muy probable que se escapara, otra vez, no quería regresar a la vida que teníamos con ella y que esta vez tía Beth no me quiso dar alojo y que de no ser porque aún no era mayor podía terminar en el sistema al igual que Jared, mi hermano menor, he ir de casa en casa a esperar ser adoptada o hasta que tuviera 18. Una parte de mí siempre quiso saber que era vivir con un padre alrededor, todo lo que tuve siempre fueron padrastros borrachos que se tiraban a mamá a todas horas del día sin importar si estuviéramos y que cuando ella estaba demasiado drogada o ebria se escabullían en mi cuarto para tocar mi cuerpo encogido en el rincón de la cama. Definitivamente tenía que llamarlo, sabía que se llamaba John Morrison y que estaba aquí en Whispers de donde mi madre es originaria.

A lo lejos logre visualizar una cabina de teléfono, se me seco la boca, era ahora o nunca. ¿Qué tan difícil podía ser hablar con tu propio padre? Lo más curioso de todo es que en casa había fotos de nosotros juntos en todas partes, yo era muy chica así que no recordaba ni una mierda, apostaba porque él lo hacía, no podía olvidar de la noche a la mañana a su niñita. No podía. Tan pronto llegue a la cabina me acobarde, no sabía cómo explicarle todo el tiempo sin contacto o el padecer de la mujer con la que tuvo hijos, prefería decirle que estaba muerta que ya no existía más, porque para mí así lo era.

En vez de detenerme en el teléfono continúe caminando hasta el puerto de Whispers sabía que era probable encontrarme con mi prima Briana en el puesto de helados donde trabaja todos los fines de semana desde los 15 y tal vez podía pedirle trabajo al menos por el día solo para ganar unas monedas para poder comprar una comida decente, moría de hambre. Sentía el sudor pegar mi ropa a mi cuerpo y me maldije por usar siempre ropa negra, sabía que necesitaba un baño y solo por un momento pensé en lanzarme a la playa a refrescarme pero logre ver de lejos a Briana y apresure el paso chocando con la gente.

—¡Briana! —exclame.

Corrí más rápido y luego grite una vez más, esa vez ella escucho y volteo mirándome con ojos grandes. Se quedó parada por un segundo junto a un chico que sostenía su mano, vi la vergüenza en su mirada y me quede congelada en mi lugar, sin hacer nada y sintiéndome estúpida. Briana se fue tan rápido que fue difícil seguir su rastro entre la gente, las personas que me golpeaban al pasar a mi costado me hacían mala cara y con lágrimas en los ojos me acerque al espejo de un puesto de lentes que estaba a mi lado y no pude culpar a Briana. Mi rostro estaba sucio al igual que mi ropa, tenía la tierra pegada por todas partes y se notaba la necesidad de agua, comida y descanso. Mis tripas rugieron cuando a mis fosas nasales llego el olor a pizza recién horneada atada a una familia sentada en el pizzería de a un costado y no sé si fue la adrenalina o el hambre las que me hicieron actuar pero me acerque robando 3 rebanadas, una en cada mano y la otra en la boca. Tan pronto comencé a correr la familia protesto y un policía corrió detrás de mí. Corri sin parar con la mochila de mis cosas golpeando mi espalda.

—Detente —dijo en voz alta.

Voltee una vez para atrás corriendo lo más rápido que pude, tire a un niño en el camino pero no me detuve, tenía que comer algo y si me llevaban a prisión por esa noche al menos tendría un lugar donde dormir. Mire una vez más y el policía estaba muy por detrás de mí, voltee a ambos lados decidiendo para dónde ir. Al final del muelle había lo parecía un bar y llegue lo más pronto posible escondiéndome en los baños con la respiración acelerada y la boca llena de un sabor a queso y salsa de tomate. Con lágrimas en los ojos comía mi segunda rebanada en una esquina de un sanitario. Si me detenían al menos ese día había comido algo.

WHISPERS: Mi HermanastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora