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      Si existiera una escena que encapsulara con precisión la esencia de la "incomodidad", JungKook no dudaría en señalar la situación que estaba atravesando en ese preciso instante. El aire a su alrededor parecía vibrar con una tensión palpable, cada segundo estirándose como una cuerda demasiado tensa, lista para romperse en cualquier momento.

     Park JiMin era quien mantenía viva la velada y JungKook odiaba sentir una pizca de gratitud hacia él por ello. Los platos se vaciaban lentamente, pero ni él ni TaeHyung habían probado más de un par de bocados.

     Tal vez la tensión se debía a estar cara a cara, con la mirada penetrante del castaño siguiendo cada uno de sus movimientos, como si un paso en falso pudiera desencadenar un desastre inminente.

     No podía soportarlo más.

     —Discúlpenme, tengo que ir al baño —dijo el peli-negro, levantándose de su asiento y cubriendo su boca con una servilleta de papel.

     SeokJin asintió sin más y Park JiMin continuó hablando de las mismas insignificantes cosas de las que llevaba parloteando las dos horas que llevaban ahí.

     A medida que se acercaba al baño de invitados, la calma que había mantenido hasta entonces se desmoronó, y sus respiraciones se convirtieron en bocanadas desesperadas y profundas de aire. Agradecía que el cuarto de baño estuviera alejado del comedor; no quería que ninguno de los presentes fuera testigo de su deplorable estado.

     No tenía energías para seguir fingiendo que la presencia de TaeHyung no sacudía sus cinco sentidos. En su cabeza trataba de buscar algún nexo, una pista que vinculara al hombre del que estaba enamorado con el infame Park JiMin, pero simplemente no lo encontraba, y eso le había estado carcomiendo las entrañas tan dolorosamente que sentía ganas de vomitar.

     Dejó que su espalda se deslizara lentamente por la áspera superficie de la pared, sintiendo cómo la textura fría y dura se apoderaba de su piel. Había buscado refugio allí, intentando no desplomarse bajo el peso de sus emociones. Al final, el suelo helado lo acogió, permitiéndole centrar toda su energía en contener las lágrimas que amenazaban con escapar.

     Todo parecía un chiste sin gracia. Una burla universal de la que no se creía merecedor.

     ¿Por qué TaeHyung había optado por ocultarle la verdad sobre aquella cena? ¿Sabía que se encontrarían esa noche y, aun así, eligió guardar silencio? ¿Quería reírse en su cara también? 

     Finalmente, una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla, seguida por otra, como si ambas estuvieran sincronizadas en su dolor. Rodaron hasta perderse en su cuello, desvaneciéndose bajo el borde de su camisa.

     Era claro. Había entregado su corazón, una vez más, a un hombre desalmado. No comprendía qué obtenía Kim TaeHyung de todo eso, pero como un último acto de amor, iba a descubrirlo. Quería entender de una vez por todas que el amor no estaba destinado para él.

     Estaba cansado de sufrir. JungKook creía que era, ciertamente, demasiado joven como para ver cómo su vida se caía a pedazos frente a sus ojos y a manos de otros. ¿Realmente no podía hacer nada al respecto o se había acostumbrado a solo contemplar cómo la gente se aprovechaba de él una y otra vez?

     Ya no quería quedarse en silencio. No quería sentir que todo lo que podía hacer era bajar la cabeza.

     Comenzaría poniéndose de pie y limpiándose la cara. Entró al baño y se observó unos instantes al espejo. En los ojos de su reflejo vio, después de mucho tiempo, a un hombre fuerte. Había sobrevivido al abandono de su padre y a la muerte de su querida madre, estaba sobreviviendo a SeokJin y sus jugadas sucias; él definitivamente sobreviviría a Kim TaeHyung y sus mentiras.

Páginas Perdidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora