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     —A partir de hoy, te encargo Stochos todas las mañanas, de lunes viernes. Confío en ti, HoSeok-ssi.

     HoSeok estaba algo nervioso, cómo negarlo. JungKook, apenas había llegado el día anterior con la gran noticia, decidió que él sería algo así como su representante mientras estaba dando clases.

     Hacerse cargo de las exhibiciones y demás era una gran responsabilidad, pero estaba dispuesto a ayudar a su amigo en lo que fuese, así que asintió con una sonrisa y se dijo a sí mismo que JungKook estaba depositando su confianza en él; que no podía fallarle.

     —Gracias, JungKook-ssi. Todo marchará muy bien de ahora en adelante, como siempre.

     —Yo me encargaré de que así sea. —Lalisa los sorprendió con su repentina aparición—. Por cierto, JungKook-ssi, felicidades por el trabajo —dijo la joven, genuinamente feliz por JungKook.

     Varias personas merodeaban por entre las antigüedades, algunos con ayuda de un expositor que trabajaba medio tiempo con ellos, y otros por cuenta propia.

     —Ya son las siete y media, las clases inician a las ocho —anunció el peli-negro, checando su reloj—. Nos vemos en la tarde. Cuídense y deséenme suerte.

     —¡Suerte! —exclamaron los otros dos al unísono, moderando su tono de voz para no molestar a los clientes.

     JungKook sonrió en grande y salió de Stochos. Encendió su Mini Cooper, repitiéndose a sí mismo que nada podía salir mal. Su pulso estaba acelerado a causa del nerviosismo y el miedo; sin embargo, su coartada era perfecta, y el hecho de que a SeokJin poco le interesaba su vida fuera de casa lo ayudaba bastante.

     Con esa idea en mente, manejó por unos quince minutos, repasando la clase que le daría a los niños que tendría bajo tutoría.

     A él le tocaba estar a cargo del aula, pero solo les dictaría Historia y Aptitud Matemática. Lo primero era su fuerte, y aunque las matemáticas no eran mucho de su gusto, los temas que llevaban en sexto grado eran relativamente fáciles.

     Llegó a la institución y la contempló un poco antes de ingresar. Tomó un último aliento para inyectarse valor y entró con su maletín fuertemente sujetado por su mano derecha. Usar camisa y corbata no era mucho su estilo, pero se había acostumbrado a ello gracias a las molestas reuniones de SeokJin.

     Con pasos presurosos caminó hacia el despacho de la directora y saludó a la secretaria, quien le entregó un folder donde tenía los registros y directorio telefónico de los padres de los alumnos.

     —Esto es todo lo que necesita, señor Jeon-Kim. En su descanso puedo configurar su huella en el control de asistencia.

     —Seguro. ¿Qué piso era?

     —Segundo piso a la izquierda. Las puertas le indicarán.

     El peli-negro agradeció y se encaminó al que sería su salón por el resto del año escolar.

     Al llegar, todo el salón era un alboroto. Algunos alumnos tomaron asiento ante su presencia, pero los demás ni se inmutaron siquiera.

     Oh, JungKook sabía que ese sería uno de los salones más complicados. Todos tenían entre once y doce años, y niños pasando a ser adolescentes significarían algunos dolores de cabeza. Aun así, sabiendo todo eso, le encantaba su trabajo, y por fin ejercer era para él una alegría.

     —Buenos días con todos, estudiantes —dijo con voz firme, llamando la atención de toda el aula—. Soy el profesor Jeon JungKook y seré su tutor de ahora en adelante. Háganme el favor de tomar asiento todos y presten atención. —Los niños que estaban de pie fueron a sus lugares, mirando con curiosidad a su nuevo y bien parecido maestro—. Llevarán conmigo dos cursos: Aptitud Matemática e Historia, igual que con su anterior maestra. A estas alturas del ciclo escolar ya deben saber qué curso llevaremos hoy: Aptitud Matemática. El tema que veremos hoy será Sucesiones.

Páginas Perdidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora