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     JungKook se caracterizaba por ser detallista, por tomar en cuenta hasta lo más mínimo. Pero ese día, o varios días ya, no había reparado en algo demasiado obvio y que en esos momentos TaeHyung le interrogaba.

     El peli-negro controlaba su rendimiento en clases, ya que sería demasiado extraño si respondiera con tanta facilidad todo. También procuraba que su aspecto se viera lo más joven y natural posible, evitando maquillaje o joyas. Además de eso, evitaba ser muy cortante con SeokJin, ya que estaba seguro de haber sido bastante cariñoso con él en su momento. Para bien o para mal, saber que iba a ser tan horrible ser humano le impedía mantener la compostura cuando lo tenía cerca.

     Aun así, JungKook no había levantado sospechas en nadie, ni siquiera en su mejor amigo existía la más mínima pizca de curiosidad, o eso es lo que parecía. Sin embargo, ¿cómo algo tan minúsculo y extremadamente obvio no cruzó su mente a la hora de tomar precauciones?

     TaeHyung mantenía sus ojos chocolate sobre él, esperando a que JungKook pudiera responder una pregunta tan simple y sin ninguna intención de incomodar. Porque ¿a quién le incomoda que le pregunten dónde ha conseguido un celular tan increíble? Debería ser motivo de vanagloria; solo un poco, para variar.

     —Ah, ¿esto?

     El peli-negro miraba su teléfono con resentimiento y algo de rabia. Por supuesto que el aparato no tenía la culpa, pero en esos instantes quería lanzar lo que representaba la mitad de su sueldo por los cielos.

     —Nunca había visto uno tan genial —continuó el castaño—. ¿Cuántas cámaras tiene? Vamos, JungKookie, déjame verlo. No seas modesto.

     TaeHyung intentaba quitarle el teléfono de las manos, pero JungKook se rehusaba. Mientras menos supiera el menor, mejor sería.

     —Solo tiene la frontal y la trasera. No es nada del otro mundo, Tae —dijo JungKook entre risas falsas que denotaban lo nervioso que estaba. Eso había sido muy irónico, porque claramente era de otro mundo.

     Se maldijo por inventar bromas sobre su situación en lugar de encontrar una excusa creíble para TaeHyung.

     —¡Mentira! Apuesto mi brazo a que tiene más de tres.

     No podía mentirle, no debía. ¿Se consideraría una mentirilla blanca decirle lo que había llegado espontáneamente a su cabeza? TaeHyung era listo, y aunque podía atraparlo, no perdería tanto como quedándose callado.

     —Bueno, me lo regalaron en mi cumpleaños, mi tía vive en... América, así que me dio uno de los últimos modelos que habían salido —mintió el peli-negro.

     TaeHyung lo escuchó sin borrar su sonrisa, pero por unos segundos —que pudieron ser apenas milésimas—, JungKook vio sus ojos opacarse y sus comisuras elevadas casi decayeron.

     El menor asintió frunciendo los labios y sacó dos paquetes de papas de su mochila, tendiéndole una a JungKook.

     —Gracias, TaeHyung.

     Afortunadamente, el tema del celular pasó al olvido y el peli-negro lo ocultó en su mochila lo más rápido que pudo. Centrándose en abrir el paquete de chatarra, JungKook divagó en las pequeñas cosas que hacían la diferencia entre TaeHyung y SeokJin. La buena percepción del castaño evitaba situaciones incómodas, ya que entendía cuando alguien no quería hablar sobre algo. También estaba su forma de dar un paso atrás cuando hacía falta, la capacidad de dejar a un lado su orgullo; su manera de respetar.

     JungKook se sintió terrible debido a las comparaciones, pero no había podido frenar sus pensamientos.

     —No hay de qué. Había dos por uno en el supermercado, así que compré muchas.

Páginas Perdidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora