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     Hwanung sentía el miedo correr por sus venas en lugar del dulce icor. El peso de su decisión apenas comenzaba a caer sobre sus hombros, mas su motivación mitigaba la gravedad de las posibles consecuencias. Allí, en la soledad de su carpa, justo en el momento en que había dejado el primer mundo, se preguntaba si debía o no hacer lo que estaba pensando. Era por su hijo, por su querido hijo. No podía perderlo.

     —Perdóneme, padre suplicó, poniéndose de pie—. Entienda mi desconsuelo y aquiete su ira contra mí.

     El dios Hwanin, su progenitor, amo del tiempo, ¿entendería acaso su pesar? Era el deseo del corazón de Hwanung. Sin decir más, salió de la carpa y fue recibido por las miradas confundidas de sus hombres. El más cercano a él dio un paso al frente e hizo una reverencia.

     —Señor, ¿qué es esto? ¿Por qué sigue aquí?

     Hwanung miró a los ojos del hombre y apoyó su mano en su hombro.

     —He vuelto. Vencimos, fundamos Sinsi. La gloria fue nuestra, pero a un precio invaluable. ¿Dónde está DanGun?

     —Aquí, padre. —La conocida voz a sus espaldas hizo que Hwanung volteara todo su cuerpo para al fin dar con su hijo.

     En momentos como esos, mirando fijamente a los ojos de su amado vástago, no importaba cuán valiente pudiera mostrarse en batalla o la fuerza que poseía, era simplemente un padre feliz de reencontrarse con el hijo que había perdido. Envolvió a DanGun en sus brazos cálidos, acariciando la cabeza reposada en su hombro con cariño y sintiéndose en paz de nuevo. Una vez se rompió el contacto, el joven sonrió con nostalgia.

     —Morí, ¿verdad? —preguntó DanGun, pero se sintió como una dolorosa afirmación en el corazón de Hwanung.

     La pregunta del muchacho desató un sollozo en su padre, lo que confirmó a su hijo el supuesto.

     —No sé qué pasará en el futuro —confesó—. Mi padre estará enfadado, así que tendré que irme para siempre y acostumbrarme a tu ausencia, hijo.

     —Volverás, ¿cierto? —Hwanung asintió—. Nunca sabré cuánto tiempo te fuiste, pero te veré algún día. Paciencia, padre. Si nuestro destino es encontrarnos de nuevo, así será. El destino es obstinado, y esperará años, décadas y siglos para demostrar su perfección. Ve en paz.

     Su hijo, bendecido con la preciada joya de la sabiduría, estaba en lo cierto, siempre lo estaba.

[╰⊰⊹✿ ○ ✿⊹⊱╮]

     «[...] Pero recuerda, cariño. Recuerda mis ojos que te observan cuando tú no lo haces. Recuerda mi piel contra la tuya en aquella quimera, en las profundidades de mis sueños donde nos amamos sin miedos, cuando te acaricio, y a tu cuerpo, por un momento, lo creo mío.

     Recuérdame mañana, cuando yo despierte y tú no estés conmigo después de pasar la noche entre las sábanas ilusorias de mi imaginación. Tócame de nuevo con tus etéreas manos, que las veo despierto y las siento dormido.

     Recuerda, por favor, nuestro idilio, que toma parte en mi malvada mente, que me tortura contigo, sabiendo que no te tengo.»

     JungKook cerró el libro y echó su cabeza hacia atrás, chocando levemente con el pizarrón. Sus ojos vagaron entre las grietas de las blancas placas del techo de su salón. Sus ojos se habían humedecido inevitablemente después de terminar aquel libro de TaeHyung. Casi no había dormido en toda la noche por terminar de leer "Recuérdame mañana", la hermosa historia de un romance imposible que solo existía gracias a la creatividad de un corazón enamorado.

Páginas Perdidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora