JungKook se arrepentía de haber dejado a TaeHyung. Maldecía el minuto en que decidió volver a su realidad. También odió el segundo en que dejó Stochos y fue a casa. Ojalá alguien le hubiera dicho que se preparara para lo que encontraría ahí.
A pesar de los golpes de SeokJin en la ventana de su auto, JungKook hacía oídos sordos. Su pecho ardía en cólera, y se reprochó por no haber cumplido su horario usual en su trabajo. No le importaba seguir engañándose si así podía evitar ese sentimiento amargo en su pecho.
Las lágrimas querían salir de sus ojos, pero su orgullo no se lo permitía, no las dejaba escapar. Y no debían, no tenían que hacerlo; no por él.
Los recuerdos se agolpaban en su memoria, como si ésta disfrutara torturarlo con cada detalle.
La cita con TaeHyung había sido muy entretenida. El aura entusiasta y las sonrisas que no faltaban, fácilmente contagiaban al peli-negro. Como nunca en mucho tiempo, se había sentido a gusto queriendo a alguien, y es que él le demostraba su cariño y parecía tener un alma pura. Tal vez muy pura para alguien como él: tan dañado y lleno de cicatrices emocionales heridas aun sangrantes.
Al regresar a casa y evadir las preguntas de su madre, había ido directamente a dormir. Su cansancio le facilitó la tarea, y su mente se encargó de hacer más sublime su reposo, usando los momentos junto al castaño y creando una curiosa historia en sus sueños, la cual no recordó al despertar. Era momento de volver, así que se vistió la camisa blanca con la que había llegado y sus pantalones de vestir negros, a juego con sus zapatos.
Quedarse demasiado tiempo podría afectar su desenvolvimiento rutinario en su realidad, por eso no se atrevía a arriesgarse y volvía cuanto antes.
—Stigmés, ópos o chrónos, eínai fevgaléa.
Cuánto deseaba él que el tiempo fuera fugaz a veces. Más rápido olvidaba, más rápido sanaba. Pero una vez escuchó una frase: "La vida es lo que pasa mientras planeamos cosas", y JungKook tenía razones para disfrutar un poco más su vida, así que en ocasiones deseaba que el tiempo fuese más lento. Irónico, quizás la ironía más común de la vida del hombre. Nunca estaban satisfechos, siempre queriendo tener el control.
Pero ¿qué gracia tendría la vida si fuera así de sencilla?
En menos de lo previsto, ya estaba en su pequeña oficina, sentado frente al portátil encendido. Intentó recordar lo básico del ritmo que llevaba ese día y suspiró antes de guardar el Harpe con cuidado en su maletín. Era momento de salir y seguir con su rutina.
Acomodó un poco su camisa, planchando con sus manos las pequeñas arrugas que la estadía en su armario le habían provocado. No eran muy notorias, por suerte. Acomodó su cabello revuelto a causa de sus movimientos al dormir y aclaró su garganta. Sus párpados habían perdido el brillo usual con el que los teñía nada mañana antes de ir a trabajar, y las pequeñas manchas en su piel estaban expuestas. Contó hasta tres antes de abrir, con las manos temblorosas, la puerta.
El bullicio habitual lo recibió. Lalisa explicaba los orígenes e historia de cada exposición en orden a los turistas. HoSeok se mantenía en la recepción, justo donde su madre había estado en su cita con TaeHyung. La echaba de menos cada día más, sobre todo al volver y no ver su dulce rostro en la entrada de Stochos. Podría haber aprendido a vivir después de su partida, pero nunca se acostumbró a su ausencia.
Sacudió la cabeza un poco para despejarse y fue con HoSeok, quien lo recibió con su habitual sonrisa.
—JungKook-ssi. ¿No iba a ver algo en su oficina?
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Páginas Perdidas ©
FanfictionVK┃emisión. ❝Jeon JungKook, un joven coleccionista de reliquias, no es alguien que podría decir que la vida le había sonreído. Su madre murió a temprana edad y está casado con un hombre que convierte su día a día en un infierno. Estaba estancado, ha...