—Eso es todo, niños. Les ruego comportarse con la maestra suplente con quien llevarán el curso de la siguiente hora. No quiero reclamos de la directora, ¿bien? —Los niños asintieron—. Bien, pueden salir al receso. Recuerden apuntar los temas que vendrán en el examen.
Sin prestarle mucha atención a su maestro, los alumnos salieron de su aula despavoridos, como si perder un solo segundo de su preciado descanso fuera a matarlos.
«Niños.», pensó JungKook, dejando salir un suspiro de anhelo.
Esa bella etapa de la vida era tan poco apreciada y tan efímera. Aquel pequeño espacio entre la niñez y la adolescencia era como una preciosa hoja de otoño que se la llevaba el viento tan pronto como caía. La mayor preocupación sería perder el dinero del almuerzo o ensuciar la blanca camisa jugando en el patio; y lo menos importante, no presentar una tarea. Era un lapso decisivo y lleno de descubrimientos. Algunos de los alumnos aún eran niños y hacían cosas de niños; mientras que otros saltaban, presurosos, hacia la adolescencia y sus turbaciones.
La vida era tan fácil cuando uno era pequeño, y la desperdiciaban añorando ser adultos lo más antes posible.
El peli-negro guardó el libro de Historia en su maleta y sacó un vaso de yogurt frutado. Podría tomarlo de paso a la oficina de ChanYeol, ya que tenía una conversación pendiente con él sobre la noche anterior. JungKook no era una persona que acostumbrara a beber de forma regular, por lo que tenía el miedo constante a haber hecho algo que hubiera fastidiado a su amigo. Desde ya se arrepentía de haberse emborrachado tan descuidadamente.
Colgó su maletín al hombro y agitó el vaso en sus manos, yendo directamente a la puerta del salón y hacerle una rápida visita al peli-gris antes de que el receso terminara. Sin embargo, antes de que pudiera cruzar el umbral, un conocido niño se posicionó frente a él, mirándolo fijamente como le era costumbre.
—Kang TaeHyun-ah —dijo el maestro, para luego dejar un par de palmadas en su hombro a modo de saludo. Al ver que el menor no reaccionaba, preguntó:—. ¿Te pasa algo?
—No, profesor. ¿Y a usted?
JungKook era consciente de lo observador que era ese pequeño. Podía ser que su semblante no haya sido el más reluciente esa mañana, pero la resaca era la única culpable, y no podía darle una respuesta tan vaga a uno de sus estudiantes.
—Nada grave como para quitarte minutos de tu hora de descanso, TaeHyun —bromeó, mas ese niño difícilmente quedaría a gusto con esa respuesta, y JungKook lo supo cuando esos marrones y sombríos ojos no se apartaron de los suyos—. ¿Debería decirte la verdad o mentir mejor?
—Depende de lo que acostumbre a hacer.
JungKook estaba perplejo tanto por la confianza de su estudiante como por la precisión de sus palabras sin ningún titubeo. A veces sentía que no hablaba con un púber de doce años, sino con un adulto maduro.
Pese a que no quería darle la razón a TaeHyun en la parte de que acostumbraba a mentir sobre sus problemas, no tenía otra opción. Si profundizaba demasiado, la conversación terminaría como una charla psicológica, siendo el niño de doce el experto y el profesor como el paciente. No podía mostrarse tan lamentable frente a ese pequeño.
—Estoy bien, no te preocupes —respondió con una sonrisa, esperando saciar la curiosidad de su alumno.
—Veo que es de los que se mienten a sí mismos —dijo TaeHyun, sin siquiera una pizca de vergüenza—. No puede engañarme, profesor. Incluso escuché a unas niñas decir que lucía triste, es muy notorio.
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Páginas Perdidas ©
FanfictionVK┃emisión. ❝Jeon JungKook, un joven coleccionista de reliquias, no es alguien que podría decir que la vida le había sonreído. Su madre murió a temprana edad y está casado con un hombre que convierte su día a día en un infierno. Estaba estancado, ha...