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     JungKook, después de una larga rutina en Stochos, llegó a casa sin sentirse ni bienvenido ni ajeno. Estacionó su Mini Cooper justo en la entrada, lo que obligaría a SeokJin a guardar el suyo en la cochera y así el peli-negro notaría si el rubio llegaba.

     Sacó el manojo de llaves de su pequeño bolso y entró a su propiedad, aunque, si analizaba su situación, no era suya. Por confiar a ciegas en su esposo, la mitad o más de lo que poseía se lo debía a SeokJin.

     JungKook detestaba su dependencia, pero la vida acomodada que llevaba no les dejaba mucho a los ahorros. Él era una persona humilde, contrario a SeokJin. Como el rubio tenía un buen ingreso, no le era difícil llevar una vida de lujos como la que tenía, lo que obligaba al peli-negro a mantener la misma imagen pública, el mismo nivel. Por ese tipo de cosas y algunas más, su relación no funcionaba. No sabía qué fue lo que llevó a SeokJin a convertirse en esa persona totalmente diferente a la que algún día lo enamoró, o quizá fue muy ciego para notarlo a tiempo. Sea cual sea la razón, odiaba su situación. Nunca le había hecho nada malo al rubio como para merecer ser tratado de esa forma.

     En compañía del eco de sus propios pasos, JungKook fue a su habitación y se quitó la chaqueta y los zapatos. Su rutina era, en gran parte, de pie. Recibía a algunos nuevos turistas y daba algunos detalles de cada objeto que se exponía en el salón. Su trabajo le encantaba, pero era igual de agitado como bello. Masajeó sus adoloridos pies por un rato, fijando su vista sobre su cama. JungKook entró en uno de esos lapsos donde se piensa en todo y en nada; la vista se torna borrosa y uno queda atrapado en su propia mente.

     El paquete que había recibido esa mañana llegó como un flash a su memoria, haciéndolo parpadear y dejar sus pies de lado para sacar el delicado objeto del bolsillo de su chaqueta. No le había dado tiempo de cargar con toda la caja hasta su casa, por lo que lo había llevado en su bolsillo. Lo tenía envuelto en un largo retazo de tela, así que se dedicó a desenvolverlo con una paciencia única. Una vez la piedra gélida tocó las palmas de sus manos, una corriente de adrenalina lo recorrió; sintió pasar la descarga por su abdomen hasta su pecho, acelerando su ritmo cardíaco. Siempre que una nueva pieza de arte llegaba a él, experimentaba esa curiosa sensación, aunque nunca la había sentido tan fuerte como esa vez.

     Luego de observar la pequeña pieza por unos minutos, concluyó que no era una escultura similar a alguna reliquia que hubiese visto antes. Se le hacía rara su forma curva y puntiaguda. YoonGi había mencionado cierta mitología. ¿Dioses griegos? Esa área no era su fuerte, pero tenía una base. Sin embargo, no se le ocurría ningún dios que haya tenido una hoz, no que él supiera.

     JungKook salió de su habitación con la piedra en su mano y encendió el computador que estaba en la sala de estar. A veces quería tener su propio computador, pero sus ingresos no se lo permitían y no era como si no pudiera usar el que estaba completamente abandonado en la sala de casa debido a la diaria ausencia de SeokJin y su falta de uso.

     Esperó que la máquina captara la señal Wi-Fi e hizo clic en el ícono del navegador Google. La pestaña se abrió y tecleó «Dioses Griegos». Podía iniciar con eso. Sin embargo, lo único que consiguió fueron miles de páginas inútiles, archivos del libro "La Teogonía" y demás sitios que no contenían lo que buscaba. Quizás debía ser más específico.

«Hoz curva mitología griega»

     Bingo.

     Según Google, la hoz curva era perteneciente a Crono. En realidad, no tenía una forma definida, ya que la representaban de muchas maneras. En algunas imágenes parecía una lanza con una garra en la punta; en otras, una espada con un cuernito al costado, pero en una de ellas vio la viva imagen de lo que estaba en sus manos, eso lo convenció de que el escultor de esa época se había inspirado en la mitología griega. 

Páginas Perdidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora