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     El alcohol y Jeon JungKook no estaban hechos el uno para el otro. ChanYeol pudo comprobarlo esa noche.

     ChanYeol no sabía mucho de la vida de JungKook después de salir de la escuela, pero algo dentro de sí le advirtió sobre los riesgos de embriagarse con alguien que tenía el corazón roto y era mal bebedor. Apenas habían tomado unos cuantos tragos y el peli-negro comenzó a marearse.

     Cuando recibió el mensaje de su amigo, no dudó ni un segundo en ir a su encuentro. Siempre había tenido una buena intuición, y ese pequeño texto era un claro pedido de ayuda a su parecer. Encontró a un JungKook destrozado, roto, fue evidente en cuanto lo miró a los ojos y quiso disimular el caos que tenía en su cabeza con una sonrisa.

     ChanYeol hizo pocas preguntas, pero JungKook comenzó contándole superficialmente lo que había sucedido. El mayor no imaginaba lo doloroso que podría haber sido vivir el infierno en el que había estado atrapado el peli-negro, y más aún cuando él mismo había atestiguado ese romance escolar que no presagiaba tener un final tan amargo como el que le relataba JungKook.

     Entre copa y copa, ChanYeol podía ver cómo el menor se forzaba por no hablar de más, quizás porque se sentía avergonzado, pero terminaba contándole los detalles de todas formas. Fue así como terminó totalmente alcoholizado y yendo de un extremo de su historia a otro, confundiendo a su acompañante.

     —JungKook, ya fue suficiente —dijo ChanYeol cuando el peli-negro pidió al barista un tarro de cerveza, mientras con una mano en su espalda lo sostenía para que no cayera del banco donde estaba sentado.

     El peli-negro soltó una carcajada y le dio un trago a su bebida.

     —¡No digas tonterías! —exclamó con la voz entrecortada a causa del alcohol—. ¿Crees que voy a echarme a llorar por ese idiota? ¡A mí ni siquiera me importa!

     JungKook ya había llamado la atención de muchas personas en el bar, y ChanYeol temía que los echaran.

     El mayor creía firmemente que JungKook necesitaba ser escuchado. Después de oír su historia en pocas palabras durante el efímero tiempo de sobriedad que tuvo, ChanYeol confirmó que JungKook lo que necesitaba era ayuda psicológica.

     Llamarlo para beber unas copas era simplemente un pedido de ayuda silencioso.

     JungKook tenía un huracán en su cabeza. Las ideas iban y venían, propio de un sujeto cuyo límite de alcohol había sido excedido. Lo último que recordaba era haberle texteado a ChanYeol con sus manos temblorosas, ir al punto de encuentro y beber todo el licor que el dinero de su billetera pudiera comprar. De ahí en más, sus problemas se redujeron a historias contadas en desorden, y sus penas a lágrimas y carcajadas sin gracia; no había drama ni poesía en ello.

     ChanYeol se quedó a su lado, escuchándolo y bebiendo lo mínimo, ya que tendría que hacerse cargo de su amigo cuando perdiera la poca consciencia que le quedaba. No podía hacer más por él en esos momentos, pero dentro de sí quería preguntarle cómo las cosas habían resultado tan mal para él, aunque era ajeno a que ni el mismo JungKook tenía la respuesta a esa pregunta.

     El fondo del vaso donde bebía una soda se dejó ver y se giró hacia JungKook. Era tiempo de irse antes de que el peli-negro armara un escándalo mayor.

     —Al parecer te importa lo suficiente como para que te hayas puesto así por él —dijo ChanYeol sin pensar, irritado debido a la intención de JungKook de pedir una siguiente ronda y los comentarios poco disimulados de personas que no tenían la más mínima idea de lo que estaba sufriendo su amigo.

     Fue un error haberle dicho eso. Fue un error gigante, y se dio cuenta de ello cuando JungKook estampó su copa en el suelo. Cuando su cuerpo reaccionó, fue muy tarde.

Páginas Perdidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora