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     Para nadie es grato verse atrapado en una situación de la que no sabes cómo salir. JungKook se incluía, y él de veras iba a colapsar si no se retiraba de la mesa al menos unos minutos.

     Se mantenía sentado en su silla, divagando entre los fideos que bailaban en la salsa de tomate mientras los otros dos presentes conversaban de cosas a las que JungKook no pertenecía.

     —NamJoon es bastante bueno en ventas, JiMin-ssi. Aunque, debo decirle, él es alguien más de oficina que de los que tratan con los compradores —bromeó SeokJin, haciendo que JiMin riera.

     El peli-negro bebió vino tinto de su copa y torturó un poco a su paladar con el agrio sabor, reteniendo el trago ahí.

     —¿Ah sí? ¿Por qué lo dices?

     —Oh, bueno. Recuerdo cuando una empresa de la que éramos proveedores tuvo problemas con los precios, ya que estos se habían elevado un poco. NamJoon les dijo un sinfín de cosas sin controlarse. La gerente rompió contacto con nosotros. Perdimos clientela, pero nos repusimos —comentó con una sonrisa, tal vez por el efecto del licor—. Si NamJoon dice o hace algo, tiene que ser al pie de la letra o se le cruzarán los cables.

     Ambos empresarios rieron, pero a JungKook, a pesar de entender de lo que hablaban, no le causó gracia. Recordaba esa semana en particular en la que SeokJin estuvo más irritable que nunca. El ambiente entre ellos jamás se había tornado tan pesado como en esos días ásperos en los que estuvo a punto de perder Stochos. NamJoon por poco fue despedido y JungKook tuvo que resignarse a escuchar los descontentos de su esposo.

     Si había algo cómico en el comentario del rubio, era el hecho de que hablara con tanta frescura sobre ello, sabiendo todo lo que conllevó.

     —Tengo una duda, Jin —habló Park, mirando a JungKook de soslayo—. ¿Por qué sigues hablándome con formalidad? Sé que es cuestión de diplomacia, pero cuando hablamos sueles tutearme.

     El peli-negro escuchó todo mientras clavaba su tenedor en un montón de fideos y los engullía de un solo bocado.

     El uso de un solo nombre no había pasado por alto ni para JungKook ni para SeokJin. El rubio estaba sorprendido; su esposo, pasmado. En esos momentos, JungKook tenía en claro el nivel de confianza entre esos dos. Sin embargo, mantuvo su mirada baja y tomó otro sorbo de vino.

     SeokJin se removió en su asiento al ver la reacción del peli-negro y carraspeó.

     —Debe ser la costumbre —dijo a secas, tomando un poco de ensalada de la fuente del centro.

     JiMin bebió de su copa y asintió, comprendiendo.

     Luchando consigo mismo y contra sus propios principios, JungKook intentaba mantener sus prejuicios a raya y no juzgar a Park en tan poco tiempo de conocerse; sin embargo, el allegado visitante de su esposo le estaba complicando la tarea.

     —¿Él no habla? —preguntó el de melena plateada, señalando a la única persona que se había mantenido callada durante toda la cena.

     SeokJin miró a JungKook fijamente. El peli-negro creyó ver súplica en los ojos del mayor, sin estar seguro de lo que pedía, en realidad. No obstante, Park JiMin había cruzado la línea; incluso si era mayor que él, su relación era de poca o nula confianza, a diferencia de la que mantenía con SeokJin. Merecía algo de respeto.

     —Hablo perfectamente, Park JiMin-ssi. Inglés, francés, además de coreano. Que prefiera mantenerme al margen de lo que usted conversa con mi esposo es completamente distinto —dijo con voz firme, sorprendiendo a los otros dos—. ¿Más vino?

Páginas Perdidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora