La mañana poco esperada había llegado. JungKook y ChanYeol tenían que ir a trabajar pese a la mala noche que ambos pasaron, uno peor que el otro.
Cuando el mayor fue a despertar a su profundamente dormido amigo, no intercambiaron muchas palabras. ChanYeol se encargó de darle una pastilla que aliviara el dolor de cabeza y prepararle un desayuno básico. No quería comentarle a JungKook las cosas que había dicho la noche anterior, no lo veía necesario. El menor tampoco preguntó mucho, solo agradeció tener cerca suyo a alguien tan amable como ese peli-gris.
Una vez los platos estuvieron vacíos y sus estómagos satisfechos, ChanYeol le ofreció a JungKook prestarle ropa para ir al trabajo y así evitarle el regreso a la casa que fue cuna de una nefasta experiencia, pero el peli-negro se negó con amabilidad.
Ambos hombres se despidieron con prisa, pues la hora de entrada del menor se acercaba y temía no llegar a tiempo.
JungKook se fue de la casa de su mejor amigo, intentando recordar —a duras penas— lo ocurrido durante la noche, pero nada legible llegaba a su memoria, solo destellos opacos y esa sensación agobiante que todavía lo invadía. Lo que sí tenía fresco en su mente era lo que sus ojos vieron cuando regresó de su jornada y encontró a su marido con alguien más. Nada después de eso, salvo haberse encontrado con ChanYeol para tomar algo. Su cabeza era un caos.
Tuvo que volver al estacionamiento del bar para recuperar su Mini Cooper, pues lo había dejado ahí la noche anterior. El cuero del asiento del piloto se sintió frío y áspero, como una indeseada remembranza que acongoja el corazón. JungKook estaba adolorido por una traición, por las promesas rotas y por la impertinencia de una sola persona.
Conforme la distancia entre JungKook y esa casa que nunca antes se había sentido más impropia se acortaba, la ansiedad le usurpaba la calma y la tranquilidad que poco antes había logrado conseguir.
Se preguntaba con qué escenario se encontraría una vez llegase; si SeokJin, presa de la culpa, lo estaría esperando para intentar explicarle las cosas, o si la casa estaría desierta, con las paredes manchadas de insensibilidad y desinterés. También se permitió fantasear con las posibles excusas que le daría su esposo, si es que tenía a bien pormenorizar lo sucedido e intentar encubrir su felonía.
De camino a su infierno en su preciado vehículo —oyente silencioso de sus rabietas y desfogues—, entre suspiros y tratando de mentalizarse para lo que se encuentre, llegó a la casa que estaba muy lejos de sentirse como un hogar para él.
La fachada se veía opaca y carente de vida, pese a que un pequeño y rústico farol se esforzaba en iluminarlo. Eso indicaba que SeokJin estaba en casa, y JungKook se arrepintió de no haber tomado la ropa prestada que le ofreció ChanYeol.
Parte de sí quería confrontarlo, verlo a los ojos y descubrir que todo era una pesadilla que en el transcurso del día se borraría de su mente. Las cosas seguirían igual que antes y no sería el inocente y engañado esposo de alguien importante, uno más del montón. Pero JungKook sabía que eso era imposible, las cosas ya estaban hechas y ni siquiera estaba seguro de que fuese la primera vez que SeokJin lo engañaba, solo había sido la primera vez que era testigo de ello en vivo y en directo.
¿Quién le aseguraría que esa sería la última vez, de todos modos?
Antes de darse cuenta, ya estaba frente a la puerta de esa casa, con las llaves en la mano y poco o nada preparado para encarar a su esposo. Inhaló un par de necesarias veces para armarse de valor y entró. Lo recibió una ráfaga del fresco aire propio de una casa semi vacía y el sonido de algo frito que se oía un poco lejano.
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Páginas Perdidas ©
FanfictionVK┃emisión. ❝Jeon JungKook, un joven coleccionista de reliquias, no es alguien que podría decir que la vida le había sonreído. Su madre murió a temprana edad y está casado con un hombre que convierte su día a día en un infierno. Estaba estancado, ha...