Hwanung trataba de ubicarse en aquel lugar.
¿Cuántos años atrás había ido? Los suficientes como para enmendar los errores que los habían llevado a la derrota, de eso estaba seguro. Contempló el arma en sus manos y la guardó bajo su capa.
El hombre echó un vistazo a su alrededor y descifró su paradero: su cómoda y espaciosa carpa. Como líder del ejército, tenía ciertos privilegios, pero él no caía ante los encantos banales de la tierra; él tenía un propósito fijo, un fin con el que su padre le había encomendado la tarea de fundar un nuevo imperio.
Salió de su carpa y fue adonde parecía haber una fogata, y efectivamente, sus hombres hacían huir al frío con el calor del fuego a la mitad de la nada.
—Señor —pronunció uno de sus comandantes en cuanto lo vio—. Tome asiento con nosotros.
Hwanung sonrió y rechazó amablemente la invitación.
Observó a cada hombre que se encontraba sentado junto al fuego, pero ninguno era la persona que buscaba.
—¿Dónde está DanGun? —preguntó con una tenue sensación de temor.
—Justo aquí —habló un joven a sus espaldas, para alivio suyo.
Hwanung se giró hacia él y palmeó el hombro de su muchacho. El comandante también se acercó a ellos y esperó las órdenes del líder.
—Vamos, tenemos que perfeccionar nuestra estrategia o no ganaremos esta guerra. Hay un par de cosas que pueden costarnos la victoria.
Los dos otros lo miraron sorprendidos por sus palabras. El comandante se dispuso a hablar.
—Señor, apenas terminamos de hacerlo. Usted fue quien nos dijo que descansemos un rato —explicó su subordinado, hasta que cayó en cuenta de un detalle—. ¿Perdimos, señor? ¿Por eso está aquí? ¿Usó el Harpe?
Hwanung agachó la cabeza y su semblante tomó la inexpresión de un hombre derrotado, únicamente dejando ver la congoja a través de sus angustiados ojos. Él asintió.
—He venido a enmendar mi error.
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JungKook taconeaba ansioso, sentado afuera del despacho de la directora, esperando que fuera la hora en que lo llamase la secretaria.
Stochos podía reposar en manos del buen HoSeok. Eso no era lo que lo tenía en aquel inquieto estado, sino la incertidumbre de no saber si había sido admitido en aquella escuela o no.
—Señor Jeon-Kim, adelante —llamó la amigable señorita.
El aludido se puso de pie y entró a la pequeña oficina. Una vez dentro, hizo una reverencia y y ejerció más fuerza de lo normal contra el asa de su portafolios.
—JungKook, siéntate —incitó la señora Choi. Él hizo lo que se le indicó y limpió las mangas de su impecable pantalón—. Has sido admitido —dijo sin más la mujer, y esbozó una sonrisa—. Espero que seas igual de tranquilo como cuando estudiabas aquí. Quién diría que llegaríamos a ser colegas.
El peli-negro tardó en procesar la noticia, pues su negativismo había hecho de él un puñado de nervios y congoja.
Finalmente, JungKook sonrió también y pasó una mano por su cabello, aún perplejo.
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Páginas Perdidas ©
FanfictionVK┃emisión. ❝Jeon JungKook, un joven coleccionista de reliquias, no es alguien que podría decir que la vida le había sonreído. Su madre murió a temprana edad y está casado con un hombre que convierte su día a día en un infierno. Estaba estancado, ha...