Elisey se encontraba consternado. No sabía cómo sentirse al respecto, no podía mentir que bañarse juntos había sido lo más inocente que jamás hubiera soñado tener. Era como si toda la picardía de su Luna desapareciera con la dicha de ser enjabonada o simplemente disfrutar de su compañía. Se abstuvo de preguntar si antes había hecho este tipo de actividades con algún hombre de confianza o si él era el primero, pero sus celos no le hubieran permitido disfrutar de ese momento si la conversación se extendía más de lo necesario. Porque la provocación previa a la mención de «muchos» lo había llevado a vivir algo insólito: la había encontrado desnuda, y con los celos a flor de piel, le dio una palmada en esas nalgas carnosas. Y grande fue su sorpresa ante la reacción de su Luna, quien se volteó con las mejillas rojas de tanto reír.
Escucharla reír con aquella imagen llena de ternura, y saber que le daba cosquillas cuando le daba toques en esa zona tan apetitosa, fue digno de un caso inédito.
«Nuestra Luna no tiene comparación. Hermosa en todo sentido», dijo Björn, embobado ante ese recuerdo.
«Y más aún en estos momentos. Me volveré loco», pensó Elisey.
Bruna había bajado de un salto; le faltaban tres escalones para estar definitivamente en la planta baja, donde la esperaban con ropa ligera por la temperatura. Mientras, esa mujer llevaba una vestimenta veraniega que consistía en un vestido azul cobalto, con medias de nailon color crema y una bufanda azul, junto con unos tenis deportivos azules con detalles blancos.
«Resaltará a la vista. Debemos cuidarla mucho, Elisey», gruñó Björn, posesivo.
—Sé que afuera puede hacer frío, pero cuento contigo, Elisey.
—¿Cómo?
—Pues... Sé que si me arrimo a ti, el calor sobrará y me cuidarás bien.
—Cuenta conmigo siempre, si gustas disfrutarme así o en la cama, cariño —correspondió alagado y contento.
—¿Y bien? ¿Te gusta mi vestido favorito? —dijo Bruna, mientras movía ligeramente sus caderas, notando que el vestido tenía ondulaciones al final de las piernas.
Al rubio se le secó la garganta.
—Mmm... Hmm... Estás muy hermosa.
—¿Te beso para humedecer tu boca sedienta? —bromeó ella con picardía.
Los labios del rubio temblaron, nervioso. No sabía que había sido tan obvio. Remojó sus labios con la lengua y dijo:
—Un beso sería mi perdición. Lo aceptaré luego de conseguir las vestimentas que necesitas, solo así quiero ese beso exquisito de ti.
Bruna sonrió aún más con lo dicho. Se acercó y besó la comisura de los labios del rubio con picardía.
—No era una petición, era una sugerencia que haré cada vez que me plazca —avisó con determinación, pero enseguida pareció darse cuenta de que sonó muy posesiva, por lo que se sonrojó y tragó saliva—. B-bueno, tal vez sea más por impulsiva que consciente. ¡En fin! Vamos.
—No necesitaremos usar auto, todo está cerca de nosotros. En la manada tenemos casi todo, así que espero que estés lista para caminar mucho —avisó Elisey, tratando disimuladamente de acomodar su entrepierna. Negar que aquella actitud posesiva lo había calentado lo condenaría como mentiroso.
—Uhm, me puse mis tenis para ello —aceptó el desafío, pero se mordió el labio con cierto titubeo—. Pero espero que no pase de 2.8 kilómetros...
Elisey miró confundido a su compañera.
—¿Ese cálculo es referencia de...?
—De 100 metros por cuadra paraguaya.
El rubio de ojos celestes levantó una ceja, sorprendido por la forma en que expresaba con tanto detalle sus cálculos. Cálculos extraños que nadie diría, o al menos no conocía a otra persona que lo hiciera.
—Uhm, es un dato a tener en cuenta. ¿Qué pasa si sobrepasamos ese límite? —preguntó por curiosidad.
Bruna lo miró y, antes de proceder a seguirlo, se colocó a su lado, tomó su mano varonil y la entrelazó con la suya.
—Uno, me puedo perder y cansar. Por eso tomaré tu mano, porque no quiero que pase eso —ofreció una sonrisa nerviosa—. Segundo, probablemente me plante como una planta en algún lugar y no camine hasta sentirme apta para seguir. Tercero, tengo mi inhalador para cualquier emergencia, así que esperemos que no ocurra el segundo punto o ya fuimos.
—¿O ya fuimos? ¿Por qué?
La expresión segura y la sonrisa torcida en amargura de Bruna titubearon en temblores de labios, mostrando un rostro ligero pero inseguro.
—Mis pies... Son delicados. Se ponen callosos, rojos y duelen. Y si el zapato que tengo no es lo suficientemente cómodo, tendré los tendones de Aquiles raspados —admitió, avergonzada—. Entenderé si no vamos por ser inútil... —bajó la mirada en señal de culpabilidad, respondiendo con sinceridad.
Elisey levantó el rostro de su compañera con su mano libre, la izquierda puesta debajo del mentón. Con delicadeza hizo que lo mirara a los ojos.
—No eres inútil, no te digas eso frente a mí —pidió con expresión seria—. Tienes un cuerpo delicado, pero eso no desacreditará jamás ningún otro rasgo poderoso o habilidoso en ti. Tienes una mente fuerte que compensa tu debilidad corporal.
—Uhm-jum... Supongo —murmuró resignada, con esos ojos marrones claros con pequeñas venas rojas que anunciaban llanto, pero que no llegaba aún.
—Tranquila, jamás serás menos que yo.
—Si hubiera alguien que lo dijera, no sería algo que no supiera. Eres un hombre lobo, Elisey. Y soy humana. Claramente soy menos que tu especie, no tengo problema en aceptar esa desventaja. Lo que sí me dará rabia será que crean conocerme —dijo Bruna con tono resignado, mientras sus ojos se tornaban ligeramente electrizantes—. Soy agua calmada casi siempre, pero quien crea conocerme sin yo haber dicho algo, terminará ignorado o destruido.
—¿Destruido por mí? —preguntó, sorprendido, al escucharla tan severa.
Sin embargo, la ligera risa que brotó de los labios de Bruna lo descolocó en cuanto negó con la cabeza, miró al cielo y luego a él, con un aura tan radiante y pacífica, pero de cierta manera tétrica.
—Todo se devuelve en esta vida. Si no haces daño, se multiplican las bendiciones; pero si tienen malos sentimientos, solo las maldiciones caen sobre los hombros de quienes creen que por ese medio existe la victoria segura —aclaró, con un aura que parecía vibrar en un electrizante cosquilleo sobre la piel—. Al menos en mi vida, todo mal que me hicieron se les devolvió. No gano nada desgastando mi energía física en quienes me insultan.
—Cualquiera diría que estabas segura de matar o golpear al adversario que te haga rabiar, como dices... —comentó Elisey.
—Oh, eso solo pasa en los juegos. Si me das un bate, hacha, mazo o una espada, probablemente sea fuerza bruta en el campo de batalla. Pero... en la vida real no tengo conocimientos básicos para usar una espada o arma blanca, así que soy sencilla y común como humana —admitió, divertida, recordando sus momentos jugando Genshin Impact u otros juegos similares—. Mi debilidad es el arco.
—Vaya, entonces eres una gamer.
—Nah, tampoco me considero de esa alta liga. Solo soy una jugadora más que usa su poco tiempo libre para relajarse jugando. No lo consumo en exageración ni con absoluta habilidad; soy muy torpe —aclaró con una gran carcajada, negando ese título.
—En fin, vamos, pequeña. He aprendido mucho quedándonos quietos aquí, pero en verdad deseo que conozcas mi manada y tengas ropa decente para sobrevivir en el entorno —comentó Elisey, robando un ligero beso en los labios de la joven, y luego dejó un beso en su frente con un gesto de protección cariñosa—. Agárrate bien, mi Luna, que hoy será un gran día.
Y sin más, ambos emprendieron el camino por la pequeña colonia cercana a la casa.
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Luna de Amor
Werewolf𝐷𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑙𝑖𝑛𝑎𝑗𝑒, 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 Bruna Dávalos, una joven paraguaya de 27 años, lleva una vida dividida entre su trabajo como mesera y su pasión por escribir historias de hombres lobo. Mientras sueña con algo...