Capítulo 57

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Esa mañana, Elisey ya llevaba una hora despierto, en silencio y observando cada detalle de la escena que tenía frente a él. Bruna dormía profundamente, con su cabeza descansando sobre su pecho y un brazo extendido, como si su propio cuerpo se aferrara inconscientemente a él. El Alfa alemán nunca había visto a alguien dormir con tal paz y, al mismo tiempo, con una intensidad tan particular. La escuchaba roncar, suave pero profundamente, y no podía evitar sonreír al notar cómo incluso mientras dormía, su Luna irradiaba una energía única, inconfundible. Era un sonido extraño para cualquier otra persona, pero para él, era el ronroneo de quien había trabajado duro por la manada, por él y por su posición.

«Mirála, todo esto ha hecho por nosotros», pensó en voz baja, mientras sus dedos recorrían suavemente la espalda de Bruna, en un intento de que descansara aún más.

Björn, su lobo interno, compartía sus pensamientos y estaba igual de conmovido. «Nuestra luna de amor, terminó revelando su forma verdadera, un dragón rojo. Ese ronquido es igual que el original, hermosa»corroboró.

«Por eso la respetamos tanto, ¿cierto, Björn? Ella nos cuida, trabaja sin descanso. Es más de lo que podríamos pedir», resonó la voz de Elisey en su mente, y sintió cómo su lobo asentía con un gruñido bajo de aprobación.

La alarma de Bruna sonó puntualmente a las siete de la mañana. El sonido penetrante hizo que Elisey moviera su brazo instintivamente hacia el celular para apagarlo, evitando así que su Luna se despertara. Sin embargo, el ruido y su intento de apagarlo hicieron que Bruna abriera lentamente los ojos. Con ese despertar medio atolondrado, alzó el rostro, y al encontrarse con los ojos azules de su Alfa mirándola tan de cerca, sonrió levemente, a medio camino entre la somnolencia y el cariño que sentía hacia él.

—Buenos días, mi cielo alemán —murmuró en voz baja, dejando escapar el apodo que tantas veces le había repetido en momentos como estos.

Elisey sintió un calor inesperado subiendo a sus mejillas. No estaba acostumbrado a ser halagado de esa manera tan directa, y mucho menos con un apodo que, viniendo de ella, sonaba tan dulce y sincero. Intentando disimular su sonrojo, se inclinó ligeramente para besarla en los labios. Era un gesto torpe debido a la posición en la que estaban, con Bruna prácticamente recostada sobre él, pero logró alcanzarla, y sus labios se encontraron en un beso lento y profundo.

Guten Morgen, meine Königin —le susurró, suavizando la voz mientras mantenía su mirada fija en ella. Al ver su curiosidad por el idioma, le explicó—: Buenos días, mi reina. Así es como yo te veo, Bruna.

Ella sonrió, y sus ojos se iluminaron con ese brillo curioso que Elisey tanto adoraba. Se podía notar que le encantaba cuando él hablaba en alemán, y más aún cuando le dedicaba palabras de ese estilo. Para ella, aquello sonaba romántico, casi como si Elisey estuviera declarándole su amor en cada frase, y su sonrojo solo aumentaba con cada palabra.

—Aich, y sabés bien cómo hacerme sonrojar, E'a Romeo! —le contestó Bruna con una sonrisa, cubriéndose el rostro con una mano, mientras su voz contenía un leve toque de vergüenza.

Él rio suavemente al escuchar esa mezcla de guaraní y español que hacía única la manera de hablar de su Luna. Elisey sabía que Bruna estaba hecha de contradicciones: fuerte y decidida, pero al mismo tiempo, había una dulzura en ella que lo conmovía profundamente. Ella siempre tenía las palabras adecuadas, esas que lo desconcertaban y lo hacían sentir cosas que, hasta conocerla, no sabía que podía experimentar.

—Lo hago porque me encanta verte así, toda tierna —le respondió, y la apretó ligeramente en sus brazos, sin dejar de mirarla a los ojos—. ¿Sabes? Nunca imaginé encontrar a alguien como tu, tan auténtica, capaz de confrontar a mi padre con tanta naturalidad y de hacerme sentir... completo, como ahora.

Luna de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora