El sol de agosto bañaba el Arrecife de las Estrellas con una luz cálida y dorada, mientras ella se encontraba con una energía desbordante, prácticamente arrastraba a Elisey hacia la Torre Omega. Sus pasos rápidos y decididos contrastaban con los tranquilos y calculados movimientos del Alfa, quien sonreía al verla tan emocionada. Aunque él también estaba interesado en conocer a la amiga de su Luna, su comportamiento impaciente lo divertía.
—Mi Luna, sé que estás muy emocionada, pero no hay apuro. —Elisey dejó escapar una carcajada ante la actitud acelerada de Bruna, cuyos dedos entrelazados con los suyos lo jalaban insistentemente.
Se detuvo en seco, soltando su mano con un ademán dramático, girándose con una ceja enarcada, claramente contrariada. Cruzó los brazos sobre su pecho, dándole la espalda mientras lo miraba caminar hacia ella. El ceño fruncido de Elisey delató que no le agradaba la pérdida de contacto, pero ella no pudo evitar sonreír.
—No lo puedo evitar. Después de tantos años, ¡por fin podré ver a esa maldita! —dijo, sacudiendo la cabeza con una mezcla de emoción y ligera frustración—. Aunque… hay muchas cosas que debo charlar seriamente con ella, como por ejemplo: ¿por qué es Omega y jamás me lo comentó? ¡Escribo historias del mundo Lycan! ¿Por qué no tuvo la confianza de decírmelo? —Bufó, claramente molesta por el secreto mantenido tanto tiempo—. También le daré los zapes que se merece por todas esas veces que no pude, y le dije que lo haría apenas la viera.
Elisey se detuvo frente a ella, la miraba con ojos brillantes de diversión mientras cruzaba los brazos y esperaba a que su Luna terminara con sus reflexiones internas. A pesar de ser un Alfa, tan imponente y dominante, había algo casi tierno en la forma en que la dejaba hablar y desahogarse. Él sabía que ella necesitaba ese momento, y aunque no lo dijera en voz alta, le encantaba la energía chispeante de su querida Luna.
—Si tanto lo quieres, entonces vayamos rápido —dijo Elisey finalmente, con una sonrisa socarrona, antes de tomarla de la mano otra vez y tirar suavemente de ella—. Pero no me hagas caminar de espaldas, que quiero llegar entero a la Torre Omega.
Se rió y asintió, siguiéndolo con pasos rápidos, aunque su mente ya estaba lejos, pensando en cómo sería finalmente ver a Crystal después de tantos años de amistad virtual. El corazón le latía con fuerza solo de imaginar la escena: abrazarla, tocarla, hablar cara a cara, no detrás de una pantalla. Habían compartido risas, llantos, secretos y sueños. Pero también había cosas que aún no comprendía, como el hecho de que Crystal hubiera ocultado algo tan importante como ser Omega en una manada de Lycans.
Cuando finalmente llegaron a las cercanías de la Torre Omega, el aire cambió. Ella pudo sentir las miradas curiosas de los Omegas, que rápidamente se daban cuenta de quién caminaba hacia su territorio. Algunos murmuraban entre ellos, mientras otros simplemente se quedaban observando en silencio, sorprendidos ante la presencia de la Luna y el Alfa.
—¿Es ella…? —susurró una Omega, sus ojos brillando con curiosidad.
—Es la nueva Luna, la pareja del Alfa Elisey —murmuró otra, emocionada.
Bruna tragó saliva, sintiéndose un poco cohibida por la atención. Estaba acostumbrándose a su nuevo rol, pero aún no era fácil. Sin embargo, Elisey a su lado la hacía sentir segura, y ella se irguió con dignidad, dejando que su presencia irradiara la confianza que deseaba proyectar.
Justo cuando estaban a punto de llegar a la entrada de la Torre Omega, una figura conocida apareció para recibirlos. Nika, una de las Omegas más respetadas y antiguas del clan, los esperaba con los brazos cruzados, su expresión tan seria como siempre, pero con una leve inclinación de cabeza en señal de respeto.
ESTÁS LEYENDO
Luna de Amor
Werewolf𝐷𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑙𝑖𝑛𝑎𝑗𝑒, 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 Bruna Dávalos, una joven paraguaya de 27 años, lleva una vida dividida entre su trabajo como mesera y su pasión por escribir historias de hombres lobo. Mientras sueña con algo...