Acurrucados en silencio, Bruna finalmente decidió que era suficiente haber llorado hasta que sus ojos quedaron hinchados. Se obligó a dejar de llorar, enfocándose en los latidos del corazón del rubio que la sostenía. En ese estado de calma, empezó a notar detalles que antes había pasado por alto. El primero fue que Elisey, el Alfa de la Manada Rudeltlantik, estaba visiblemente preocupado por ella. Parecía agotado, probablemente porque no había comido hasta hace unas horas, y sin embargo, no la había abandonado ni un solo momento.
El segundo detalle, que la hizo sentir cohibida, fue el hecho de estar acurrucada contra su pecho desnudo, con él abrazándola, transmitiéndole un calor corporal reconfortante. El contacto con su piel cálida y la cercanía la hacían sentir una mezcla de nervios y gratitud.
Sin levantar la vista de su pecho, con la mejilla aún apoyada contra él, se atrevió a preguntar mientras abrazaba nerviosa a su Seelie.
«¿Es normal que ellos estén así? Digo... sé que los licántropos tienen una temperatura más alta, pero que él esté tan despreocupado sin camiseta... no es algo que suela ver.»pensó tímidamente, dirigiendo la pregunta a su Seelie.
«Los humanos siempre han sido criaturas extrañas para nosotros», le respondió telepáticamente el Seelie, una criatura acuática vinculada a ella. «Tal vez para él es molesto llevar ropa en este calor, y no lo digo solo porque sea del elemento agua», añadió con cierta ironía.
«Tienes razón», aceptó Bruna con una sonrisa interna, aferrándose a él con un abrazo más mimoso antes de suspirar y soltarlo. «Creo que deberías irte. Debes estar aburrido aquí conmigo» expresó con una ligera vergüenza, cayendo en la cuenta de que había tratado al Seelie como si fuera un peluche.
«No te preocupes, no ha sido doloroso. Aunque sí, das miedo cuando estás enojada. Estoy seguro de que hasta un dragón de fuego se aliaría contigo solo para no enfrentarte», confesó el Seelie, haciendo que su cuerpo acuoso vibrara nerviosamente al recordar alguna ocasión en que la había visto furiosa.
Bruna no pudo evitar soltar una risa ronca y suave al escuchar la exageración de su Seelie.
-¿De qué te ríes? También quiero reírme -preguntó Elisey con curiosidad, mientras continuaba acariciando su cabello corto y sedoso con un cariño palpable.
-Seelie dijo algo exagerado, tanto que me resultó cómico -respondió Bruna, aún sintiendo la timidez que le provocaba estar tan cerca de él, especialmente por su torso desnudo-. Aunque no creo que te haga tanta gracia.
-¿Qué dijo? -preguntó con interés Elisey, intrigado por la relación única que Bruna compartía con las criaturas mágicas. Aún le parecía un misterio que su Luna pudiera comunicarse tan fácilmente con seres tan distantes de los humanos.
-Dijo que doy miedo cuando me enojo, tanto que hasta un dragón de fuego se aliaría conmigo solo para no tener que enfrentarme -comentó Bruna, recordando cómo su sobrina mayor, Barbie, le había dicho algo similar en varias ocasiones.
Elisey se quedó pensativo, mientras Bjorn, su lobo interior, le daba la razón: «No está mintiendo. Cuando nuestra Luna se enfurece, puede aterrorizar a cualquiera. Nadie imaginaría que alguien tan hermosa tuviera un temperamento tan ardiente».
-Además -continuó Bruna, ahora divertida-, los dragones se extinguieron hace mucho tiempo...
-Eres ingenua -respondió Elisey, con una sonrisa traviesa-. Recuerda que desde que me conoces, has estado inmersa en el mundo sobrenatural. Lo que para los humanos se ha extinguido, no siempre es definitivo. Y, además, estás hablando con una criatura acuática, del elemento agua... -se burló suavemente mientras tocaba con dos dedos la frente de Bruna, de manera juguetona.
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Luna de Amor
Werewolf𝐷𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑙𝑖𝑛𝑎𝑗𝑒, 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 Bruna Dávalos, una joven paraguaya de 27 años, lleva una vida dividida entre su trabajo como mesera y su pasión por escribir historias de hombres lobo. Mientras sueña con algo...