Al sexto día, jueves. Me había quedado embelesada por la paz de mi 'encanto alemán', verlo dormir bajo las caricias que sus propios dedos delgados, pequeñas y suaves podían entreverarse entre esos cabellos rubios claros tan cedosos y producir la sensación plena de caer a mi merced era una sensación que hasta a mi podía producirme el placer y la plenitud de tener tal honor.
Tal vez nuestra situación no era aún la de una pareja oficial y personas comunes dentro de una sociedad, ni siquiera las de unas personas que representaban ser figuras importantes dentro de una manada de licantropos, por mero capricho a mi recuperación que Elisey no había cedido a su instinto, obligación y costumbre de marcarla como su mate, compañera y Luna de la manada; sus únicos temores ante eso eran: el dolor y la preocupación siguiente al no despertar pronto ante el nudo, pero tal vez no sería tan fuerte como para dejarla inconsciente porque ella al parecer no era una humana común y corriente, como si siempre lo había pensado.
Para ella misma, siempre había sido: Bruna una humana común, de mal carácter, con una familia disfuncional y que había huido de esta apenas había tenido oportunidad de hacerlo. Con dos trabajos a medio tiempo para mantenerse y consiguiendo de a poco sus sueños secundarios para algun día subsistir de su verdadera profesión.
Reprimió las ganas de suspirar, por otras ganas a las que tenía vergüenza de ceder pero también lo necesitaba hacer o se quedaba con las ganas. Por lo que, se quedó mirando un momento al Alfa Elisey, a ese rubio alemán de piel pálida, labios medio carnosos, y ojos de color azul celestes que justamente en estos momentos se encontraba con los parpados cerrados mientras ella seguía acariciándole sus cabellos por puro vicio ante esa sensación mutua que eso conseguía en ambos.
Tenía en cuenta, que solo estaba postergando que él fuera a levantarse a trabajar, a desayunar y seguidamente a dejarla nuevamente por esas mismas obligaciones que todo Alfa debía hacer para mantener equilibrada la manada.
Se inclinó hacia él, y con toda la delicadeza del mundo como la vergüenza misma y temerosa, depositó un beso en el medio de la frente de su adormilado highlander, como le solía nombrar para ella misma cuando podía ver el carácter de Bjorn (su lobo interior) a relucir en Elisey.
Detrás de ese beso, esos parpados descansando se abrieron como dos gotas de mar, una sonrisa y ronroneo similar al de un perro satisfecho por las caricias percipidas y ofrecidas por el humano, lo vio adormilado tomar delicadamente esa mano derecha con la que lo acariciaba y depositar un beso en la palma de mano al igual que rozar su nariz contra esta, como si fuera el hocico de un lobo caído ante ella.
-Hoy estás muy mimosa, ¿Es por algún motivo especial?-pregunta la voz varonil ronca y rasposa, casi seductora de Elisey, mirándola con gran adoración.
Ella sonríe ante la mirada cálida y sensaciones buenas que recibe con solo verlo, recuesta su cabeza en la almohada, ambos quedando acostados y mirándose fijamente.
—Acabo de darme cuenta de que echo mucho de menos tu compañía cuando me dejas aquí descansando. —confiesa con una sonrisa temblorosa, le daba un poco de miedo decirlo así como así.
Elisey suelta con delicadeza esa mano derecha y se aproxima a deslizar sus manos grandes, varoniles y calidas contra esos labios que le tiemblan.
—¿Y porqué me tiemblas?
—Por que la última vez que cedí al amor, solo me lleve la decepción, el dolor y la angustia...—susurra con melancolía y expresión triste— Se que no va a ser lo mismo contigo, pero igual me da miedo... Hace tanto tiempo me propuse olvidarme de los sentimientos propios para centrarme solo en mis historias ficticias o el relacionamiento formal de un ambiente laboral, siempre reservada y protegida.
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Luna de Amor
Werewolf𝐷𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑙𝑖𝑛𝑎𝑗𝑒, 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 Bruna Dávalos, una joven paraguaya de 27 años, lleva una vida dividida entre su trabajo como mesera y su pasión por escribir historias de hombres lobo. Mientras sueña con algo...