Capítulo 39

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—Entonces, ¿hoy tienes una reunión en la Torre Alba? —preguntó Bruna desde la cama, mirándolo mientras comía su yogurt con cereal, jugando distraídamente con la cuchara entre los labios.

Elisey, su 'encanto alemán' parado frente al espejo, se colocaba una remera negra ajustada que marcaba cada uno de sus músculos. El Alfa siempre tan controlado, sentía cómo su autocontrol se desmoronaba con cada segundo que los ojos de su Luna se posaban sobre él. Tragó saliva, tratando de calmar el fuego que le quemaba desde dentro, pero no pudo evitar que su voz saliera un poco más grave de lo habitual.

—Sí, mi madre dijo que es importante, pero no sé exactamente para qué.

Lo miró con una sonrisa pícara, mientras chupaba la cuchara lentamente, saboreando el yogurt que quedaba.

—Hmm... ¿Puedo ir? —preguntó con inocencia, aunque sus gestos eran todo lo contrario, intensificando el deseo en Elisey con cada movimiento sutil.

Elisey apenas podía mantener su compostura. Tragó saliva de nuevo y sus labios se humedecieron de manera involuntaria al verla. Era una batalla interna: Björn dentro de él rugía por tomarla allí mismo, pero su responsabilidad lo anclaba. Respiró hondo, luchando por mantener su autocontrol.

—Eh... No creo que sea buena idea, mi Luna —respondió con la voz cada vez más ronca, incapaz de ocultar del todo el deseo que lo consumía.

Ella aún enfocada en su desayuno, levantó la mirada, notando el tono en su voz. Al principio, no entendió el cambio, pero cuando sus ojos se encontraron con los de Elisey, que ahora brillaban con un rojo profundo, casi se atragantó con el cereal. El Alfa estaba al borde de perder el control.

—¡Deja de mirarme así! —exclamó Bruna, sintiéndose cohibida—. Que conste que no lo hice a propósito.

Elisey se acercó lentamente, sus pasos firmes pero llenos de hambre. Tomó su mentón con suavidad, levantando su rostro hacia él, mientras sus labios rozaban los de ella en un beso tan sutil como hambriento, un preludio de todo lo que deseaba hacerle.

Ella soltó un jadeo ahogado, sorprendida por la intensidad que le transmitía con ese simple beso. El envase de yogurt casi cayó de sus manos, pero lo sostuvo con más fuerza cuando él se apartó, dejando su marca en su piel y en su alma.

—Hoy se cumple una semana... Es viernes. Creo que puedo correr el riesgo, ¿no? —dijo ella con un tono seductor, mordiendo suavemente su labio inferior mientras lo miraba con una mezcla de deseo y desafío.

Elisey, incapaz de ocultar la dureza de su deseo, la miró fijamente, sus ojos resplandeciendo con un rojo intenso. La lucha interna era evidente en su rostro: la responsabilidad de ser el Alfa, la necesidad de cumplir con sus obligaciones, pero también el deseo voraz de tomarla, de hacerla suya por completo.

—Eres un pecado muy tentador, Bruna... pero... —su voz ronca parecía a punto de quebrarse—. Debo ir a esa reunión. Mi Luna —finalizó, como si esas palabras fueran el único freno que quedaba entre su deseo y la acción.

Ella rió suavemente, un sonido lleno de picardía, mientras lo atraía hacia ella para un nuevo beso, más profundo, más urgente. Sus labios se unieron con hambre, y antes de separarse, ella mordió suavemente su labio inferior, provocando un rugido bajo en el pecho de Elisey. La tensión en su cuerpo era palpable, y la evidencia de su deseo se marcaba con claridad en los pantalones ajustados que llevaba.

Elisey, a regañadientes, se separó de ella, retrocediendo hacia el baño, quitándose la ropa mientras avanzaba. Sus hombros tensos, su respiración pesada. —No puedo ir así... —murmuró—. Eres una mujer mala, mi Luna.

Luna de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora