La sensación era abrumadoramente cálida; sentía cómo el sudor se filtraba por cada pliegue de su cuerpo y la ropa pegada a su piel. Sabía que estaba en su cama, pero no entendía el motivo del hambre bulliciosa en su estómago ni el calor sofocante que la envolvía por la espalda y el costado izquierdo.
Su cabeza latía con el estrago secundario del calor. Abrió los ojos con dificultad, respirando con dificultad, y se deshizo de un tirón de la frazada, levantándose en busca de aire fresco.
«Qué extraño… Hace bastante que no sufro de estos calores. Esto solo me pasaba cuando dormía alterada» reflexionó somnolienta.
—Buenas noches, dormilona. ¿Has podido descansar bien?
El acento alemán, la voz masculina y la cercanía la hicieron saltar en la cama, sorprendida.
—¿Elisey?
—Él mismo.
Volteó lentamente para verlo, aún con la cabeza latiendo por el dolor causado por el calor repentino.
—Tú eras el responsable del calor sofocante.
El rubio de ojos azules frunció el ceño al verla tan aturdida.
—Obviamente, la temperatura de los hombres lobo se caracteriza por la calidez, dormilona mía —contestó confundido.
Bruna se acarició la sien, mostrando una mueca de dolor.
—Recuérdame no volver a dormir tapada si estás cerca.
—¿Por qué? ¿Qué te pasa, mi Luna? —preguntó cambiando su mirada a una de preocupación, mientras la observaba con más detalle.
—Tengo hambre y tengo demasiada sed… luego te explico —le contestó.
Se levantó de la cama tambaleándose un poco al dar el primer impulso. Sin poder evitarlo, su cuerpo volvió a tambalear hacia atrás, su corazón se aceleró y el escalofrío recorrió su espalda.
—Che Dio'! —exclamó por reflejo.
Elisey actuó rápido, tomando a Bruna en pleno vuelo de caída y apoyando su espalda suavemente.
—Calma, siempre que esté presente, buscaré evitar que caigas, mi Luna.
La voz y el apoyo de Elisey hicieron que sus mejillas se calentaran.
—Gracias, Elisey…
Sintió al rubio gatear sobre la cama para acercarse. La calidez de su cuerpo era reconfortante cerca de su espalda.
—Mejor quédate sentada. Guíame por tu casa y te traeré lo que necesitas… —pidió Elisey con un tono bajo.
—¿Estás tratando de ser hospitalario en mi propia casa? ¿Eres consciente de que eres mi invitado, Elisey? —preguntó incrédula y asombrada, levantando las cejas por la sensación reconfortante que la invadió al escucharlo.
Elisey chasqueó la lengua contra su paladar.
—¿Qué tan difícil es que te dejes mimar, mujer? —preguntó mientras la sentaba en la cama y él se levantaba.
Bruna lo miró con dificultad, pero al enfocar su mirada en el rostro de Elisey, su boca se abrió en forma de una "o" por la sorpresa grata que vio.
—¡Te estás sonrojando!... ¿o solo soy yo? —preguntó risueña.
El rubio rodeó la mirada hacia ella con incredulidad al verla reírse de su nerviosismo. Se cubrió el rostro, pero no pudo evitar sonreír al ver la emoción de su Luna.
«Nuestra Luna es muy expresiva. Se ve hermosa así, risueña.» pensó Björn. Elisey no pudo evitar suspirar.
—Bien, me atrapaste. Solo contigo he sido más cálido; no suelo ser tan servicial. Listo, ya lo he admitido, ¿contenta?
Bruna asintió suavemente, aún con la jaqueca.
—Sí. Ve hacia la mano izquierda, en la heladera hay una botella de agua. Pásamela, por favor.
El rubio fue al lugar indicado, abrió la heladera y en cuestión de minutos, le pasó la botella fresca de agua.
—Gracias.
Mientras el agua regulaba lentamente su temperatura, Bruna cerró los ojos disfrutando del placer de recibir agua fresca. Su respiración se fue aligerando y calmando poco a poco.
—¿Qué quieres cenar? Hoy invito yo.
De repente, dijo Elisey. El estómago de Bruna resurgió del ahogo por el agua ingerida. Dejó la botella de 250 ml completamente vacía, anteriormente una botellita de plástico de Coca-Cola.
—Hmm, Hamburpizza podría ser una buena opción, pero que no tenga aceitunas.
—¿En verdad no te comes las aceitunas? —preguntó incrédulo.
—No, no me gustan.
—Bien, me las comeré por ti. A mí me encantan —aclaró Elisey sonriendo.
—Aunque lomito mixto podría ser una mejor idea, si es que eres medio fitness. —corroboró pensativa.
—Algo me dice que si has pedido una comida exacta, es porque buscas saciar el hambre.
—Puede que no te equivoques…
—Bien, ¿me recomiendas algún lugar?
—Sí…
Así fue como la noche transcurrió. Elisey la acompañó a un pequeño negocio cercano que olía delicioso. Ese día, después de mucho tiempo, Bruna volvió a comer sin preocuparse por gastar de más.
Elisey descubrió que ella sabía comer, solo que solía abstenerse de gastar más de lo necesario.
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Luna de Amor
Werewolf𝐷𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑙𝑖𝑛𝑎𝑗𝑒, 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 Bruna Dávalos, una joven paraguaya de 27 años, lleva una vida dividida entre su trabajo como mesera y su pasión por escribir historias de hombres lobo. Mientras sueña con algo...