Elisey estaba inmerso en la paz que siempre le brindaba tener a Bruna en sus brazos. El calor de su cuerpo y el latido calmado de su corazón, que él sentía claramente, le daban un sentido de pertenencia. Cada vez que su Luna se despertaba o se dormía cerca de él, se reafirmaba su propósito: protegerla, amarla, sostenerla.Bruna, aún adormilada, comenzó a recobrar la conciencia lentamente. Esa suavidad, ese toque protector no era nada nuevo para ella, y sin embargo, seguía embriagándola cada vez que lo sentía. Su cuerpo se movía instintivamente, buscando mayor cercanía con Elisey, su compañero, mientras su nariz rozaba la piel cálida del torso de él, una sensación que la hacía suspirar de placer.
—Buenas tardes, dormilona... —la voz de Elisey resonó en su oído, grave y suave a la vez, con su acento alemán acariciando cada palabra en español—. Ya son las diez y media de la mañana. Te dormiste sin cenar.
El sonido de su voz le arrancó una pequeña sonrisa, pero fue su estómago el que protestó con un fuerte gruñido. La mención de la comida recordó a Bruna cuánta hambre tenía.
—Con razón tengo tanta somnolencia... —murmuró, bostezando y medio entrecerrando los ojos—. ¿Vamos a desayunar juntos?
Elisey sonrió con ternura. No había momento más hermoso que verla despertar, desorientada pero confiada en que él siempre estaría allí. Sus labios buscaron los de ella, y Bruna, aún soñolienta, respondió al beso con una suavidad que sólo él conocía. Los labios de ambos se fundieron en una promesa silenciosa de amor y compañía.
—Por mí, encantado —respondió, rozando suavemente su frente con la suya—. Pero creo que primero necesitas una ducha. Te desgastaste mucho ayer… deberías sentirte adolorida.
Bruna frunció el ceño, confundida. No recordaba haber hecho nada físicamente agotador.
—¿Cómo para qué? No fui al gimnasio ni caminé mucho… —bostezó, ahora más despierta.
Elisey acarició su mejilla con el dorso de la mano, su mirada de preocupación se suavizó mientras le recordaba:
—Ayer usaste mucha energía elemental. Caminaste bajo la lluvia y te enfadaste. Volviste a desmayarte por el desgaste físico y espiritual, ¿lo recuerdas?
La imagen de lo sucedido el día anterior volvió a la mente de Bruna, como una tormenta que le oscureció el semblante. Las gotas de lluvia, su danza al cielo, y la presencia inoportuna de Erwin Edelrune, el hechicero rubio que había drenado su energía sin su consentimiento. Esa sola idea encendió una chispa de irritación dentro de ella.
—Ahora lo recuerdo. —Su tono era más seco, pero no tanto como para ocultar el disgusto. Luego, con un brillo travieso en los ojos, agregó—. Entonces sí quiero bañarme contigo… pero también quiero mimos. ¿Te puedo robar más tiempo para mí?
Elisey sabía exactamente lo que significaba ese tono. Los "mimos" de Bruna, cuando estaba molesta, solían ser más intensos, casi demandantes. Él, sin embargo, disfrutaba del fuego que ella desataba, porque siempre encontraba la manera de transformarlo en pasión y ternura. La necesidad de ambos por calmarse mutuamente era algo que compartían profundamente.
Sin pensarlo dos veces, la levantó en brazos, su cuerpo encajando perfectamente contra el de ella. Ambos sabían que la tensión acumulada no desaparecería fácilmente, pero también sabían cómo hacer que el tiempo juntos bajo el agua les brindara algo de paz. Se dirigieron al baño, y Elisey la bajó suavemente en la ducha.
El agua tibia comenzó a caer sobre ellos, envolviendo sus cuerpos en un velo de calma. Las manos de Elisey se deslizaron por la piel de Bruna, masajeando suavemente sus hombros y bajando hasta la curva de su cintura, buscando relajar cada músculo tenso. Bruna cerró los ojos, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba bajo las caricias de su pareja.
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Luna de Amor
Hombres Lobo𝐷𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑙𝑖𝑛𝑎𝑗𝑒, 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 Bruna Dávalos, una joven paraguaya de 27 años, lleva una vida dividida entre su trabajo como mesera y su pasión por escribir historias de hombres lobo. Mientras sueña con algo...