Capítulo 12

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Todo el domingo se había estado preparando mentalmente para dar la noticia oficial a su familia. Comunicarse a través de una simple videollamada de WhatsApp podría parecer una acción cobarde, pero no había otra forma, a menos que quisiera desistir de su propio destino. Sabía perfectamente que esto no era algo que pudiera controlar como ellos quisieran, tal como lo hicieron en el pasado al desanimarla en sus proyectos personales de viaje o inversiones durante el tiempo que vivió bajo el techo de sus padres y su hermana mayor.

Su habitación parecía vacía. Todo estaba tan ordenado, pero las cosas sencillas que adornaban comúnmente su departamento se estaban guardando en una maleta que Elisey le había ofrecido. Si por ella fuera, habría llevado sus pocas pertenencias en una bolsa y una mochila, así de humilde podía llegar a ser.

Lo primero en su mochila era su notebook; sus libros del estante ya estaban guardados en una caja, al igual que algunos papeles importantes. Sus tazas favoritas y personalizadas, regalos de sus sobrinos pequeños, y su ropa la guardaría por último. Por mientras, sus vasos de Nutkao, dos vacíos y uno lleno de Nutella, aún estaban a la vista. La heladera y el mueble de ropa se quedarían, algunas cosas se irían con ella.

Suspiró al pensar que debía dejar este departamento para mudarse a un país en el que ni siquiera sabía hablar ni comprender a la gente para sobrevivir.

—Desde hace un tiempo que te veo pensar demasiado, ¿qué tienes? —preguntó el rubio con interés.

Elisey estaba sellando las cajas de cartón con una cinta de embalaje.

—No sé cómo, pero trataré de mantener este lugar en caso de no encajar allá —contestó, volteando la mirada hacia él.

El rubio frunció el ceño, pareciendo inconforme con lo dicho.

—¿Por qué no encajarías allá? —preguntó inocentemente Elisey.

Se giró completamente hacia él, aún permaneciendo sentada sobre el suelo, ya que le parecía cómodo estar en contacto con el suelo mientras organizaba todo.

—Primeramente, solo sé decir "te quiero" en alemán y saludar... —empezó a enumerar con sus finas y delgadas manos de piel clara—. Segundo, no sé hablar alemán. ¿Cómo voy a entender todo? No soy buena en tu idioma; todo lo que escucho cuando alguien me habla en alemán parece que me están discutiendo mi inutilidad comprensiva... —resopló apanicada, recordando la última vez que lo intentó sin éxito. Sus ojos picaban ante el recuerdo y se mordió el labio, intentando mantenerse en el presente—. Yo no sé si estaré lista para todo eso, Elisey.

—Aprenderás pronto a comunicarte. Te ayudaré. Algunos en la manada hablan español. Y si no estás satisfecha con mi ayuda, te pondré una tutora para que te ayude a aprenderlo. Será digerible. Sé que podrás con ello, aunque yo aún no sepa hablar guaraní; ciertamente no puedo serte un buen ejemplo —dijo Elisey, mirándola comprensivo.

Aunque su mirada parecía en conflicto con el tenue tono rojizo.

«Como si estuviera en pelea con su lobo...» reflexionó intrigada.

—Es guaraní, con acento en la "i". Y mi idioma es muy extraño para cualquier persona, así que... —iba a empezar a obviar el asunto, pero el foco de improvisación se deslizó entre sus labios y lengua—. Bueno, si lo miramos externamente, el guaraní y el alemán tienen una única similitud: ambos parecen extraños y como si te insultaran en la cara.

Elisey sonrió incrédulo ante la similitud mencionada por su Luna.

—Bueno, en ese punto te doy la razón —dijo el rubio divertido.

—Mis otros dilemas son que no sé si voy a conectar con los tuyos. Como te dije el otro día, tengo un carácter complicado.

—Eso aún está por verse. Pero no creo que te rechacen; eres muy segura de ti misma —aseguró ciegamente hacia ella.

Bruna bufó, espantada por la ciega seguridad que el rubio tenía en ella.

—Elisey, ¿has tenido novia? —la pregunta salió tan repentina que hasta le pareció incómoda.

Miró nerviosa al rubio, que se había quedado estático al escucharla.

—Vaya, esa pregunta me ha tomado por sorpresa... —comentó tratando de aligerar la tensión.

—He tenido algunos antes de que llegaras. No soy virgen. Perdón si eso te molesta, pero es algo que no se pudo evitar —dijo, tratando de aliviar la tensión entre ellos.

Los ojos azules de Elisey la miraron detenidamente con un tono rojizo tenue.

—Es comprensible, llegamos tarde, pero seremos lo último y único que tendrá la dicha de tocar su piel, mi Luna —dijo su voz rasposa, antigua pero ronca, elevándose por encima de su tono alemán.

El vello en sus antebrazos y la piel de su nuca se erizó al escucharle, y con el corazón acelerado, se aventuró a preguntar.

—¿Tú eres...?

Luna de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora