Capítulo 55

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Elisey la observaba con atención, cada gesto de su Luna mientras devoraba el sándwich de milanesa de pollo, su favorito. Bruna, sin la más mínima vergüenza, disfrutaba de cada bocado, y él no podía evitar sonreír al ver sus cejas alzarse en aprobación o los pequeños sonidos de satisfacción que emitía. Sus pies, moviéndose de un lado a otro en el suelo, delataban su estado de ánimo juguetón y relajado. Ya no era la figura tensa que, a las cuatro de la tarde, se había soltado de su abrazo para volver a la lectura. Ahora, aunque sus ojos mostraban un cansancio evidente, seguía hablando con entusiasmo sobre lo que había leído, llenando el ambiente de palabras y de vida.

La mención de un tema en particular, sin embargo, lo sacó de su ensueño de admiración.

—Me gustaría poder charlar más a fondo con el guardián del libro —dijo ella, dejando el sándwich de lado y limpiándose las manos—, pero su idioma no es uno que yo maneje. ¿Sabes quién podría ayudarme a aprenderlo?

Elisey frunció el ceño, pensativo, y escuchó la voz de su lobo, Björn, respondiendo en su mente:

«Ese idioma solo lo entendería el fuego fatuo azul, pero aquella criatura mística desapareció hace mucho. La Diosa Luna sería la más cercana a comunicarse con un ser así».

—Björn comenta que la Diosa Luna es la más cercana a tener contacto con una criatura mágica de ese tipo y entender el idioma de ese libro. Pero... es muy difícil establecer una comunicación voluntaria con ella —confesó a Bruna, compartiendo su inquietud.

Bruna lo miró con una sonrisa misteriosa y divertida que provocó un leve escalofrío en el Alfa. La astucia de su expresión parecía contener secretos profundos.

—La Diosa Luna no está lejos, no según lo que he leído, Elisey.

—¿Por qué lo decís así? —preguntó él, intrigado y cada vez más curioso.

En lugar de responder, Bruna se acercó, y en un gesto que lo desarmó, lo besó suavemente en los labios. Luego se apartó, riendo divertida ante su necesidad de saber.

—Quizás no lo sepas, pero acabo de recibir una pista. En su momento no la entendí, pero gracias a mi guapo lobito Björn y a tu intriga, ahora está claro —dijo, posando un dedo índice sobre los labios de Elisey—. No es malo no saberlo, por ahora. Cuando tenga permiso del guardián, te lo contaré.

Elisey, frunciendo el ceño, sintió una punzada de frustración ante el enigma. Sin embargo, con una sonrisa pícara, le mordió juguetonamente el dedo, tomando su mano entre la suya.

—Te recordaré ese secreto, o lo cobraré de otra forma, mi pequeña Luna —dijo, su tono un desafío y sus ojos reflejando el deseo de comprender la mente juguetona de su compañera.

—Dale, ahora dejame seguir leyendo. Me faltan dos libros todavía —respondió ella en su tono familiar y lleno de las muletillas propias de su país. Se acercó un poco más, rozando su nariz con la de él y juntando sus frentes. Cerró los ojos un momento, aliviando el leve dolor de cabeza que la lectura le había provocado. Le sonrió con ternura y, concentrándose en ambos, proyectó un pensamiento claro y fuerte, esperando que sus palabras llegaran a sus corazones: «Los amo mucho. Gracias por cuidarme y quererme, a pesar de todos mis defectos, Björn y Elisey».

La conexión fue inmediata y cálida, el mensaje resonando en la mente y el espíritu de los dos, derritiendo cualquier barrera que los separara. La respuesta de ellos no se hizo esperar, llenándola con un amor profundo y resonante:

Te amamos, nuestra Luna de Amor.

Elisey le dedicó una mirada tierna, y Bruna sintió cómo su corazón se llenaba de una renovada energía y entusiasmo. Con ese respaldo emocional, se dispuso a seguir su tarea con determinación. Tomó el siguiente libro de la pila, uno que trataba sobre los valores y normas de la Manada Rudeltlantik. El último, cuyo título aún no podía descifrar debido a que estaba en alemán, la intrigaba; después de todo, aún era una paraguaya aprendiendo el idioma, no una nativa alemana.

Luna de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora