Al cuarto día de su semana de recuperación, todo había empezado bien. Un buen tete mañanero y el pan, que nunca faltaba como compañero. Sin embargo, para su mala fortuna, Elisey había tenido que salir inmediatamente para cumplir con su obligación como líder, pero en el rubro de las finanzas. Hoy había descubierto que Elisey era dueño de Zickerman Enterprise, una cadena de importaciones de moda, pesca y carne, además del mayor generador de ofertas laborales constantes. Ese había sido su motivo inicial para llegar a Paraguay: extender sus manos solidarias para crear ofertas laborales en Alemania.
«De ninguna manera nos habríamos encontrado de ser así. Antes de verlo ni me interesaba aprender alemán, y ahora me veo en aprietos por eso mismo», pensó con un peso en sus hombros tan tangible que se obligó a permanecer sentada en el pasto frente a la cabaña Alfa.
Había decidido levantarse de la cama para admirar la belleza natural, disfrutar un momento del tereré y de la tranquilidad que rodeaba la casa. Aunque, en realidad, su intención era darle la bienvenida a Elisey; ya lo echaba de menos.
Sorbió de la bombilla mientras disfrutaba del tiempo agradable y templado del verano.
—¿Qué se supone que es esa bebida? —preguntó una voz varonil y alemana, expresando clara curiosidad desde atrás. La voz era amigable y cordial.
Ella volteó a ver, intrigada.
—¿Hablaste en español? ¿O es que al fin pude entender sin ayuda? —respondió con otra pregunta.
El joven pelirrojo, de cabello corto y ondulado, la miraba divertido.
—Hablé en español. Lamento que no sea lo segundo —respondió él con total sinceridad, sus ojos azules mostrando disculpas. Su piel caucásica era tan común como todo en el pueblo. Al parecer, aún no había visto a nadie de tez más morena.
—Oh, descuida... —murmuró ella, algo desanimada. Luego recordó que el joven seguía esperando una respuesta, por lo que, avergonzada, saltó ligeramente—. Acertaste, es una bebida refrescante originaria de Paraguay. Es yerba mate a la que se le agrega agua fresca. No tiene mucho sabor, pero refresca el alma.
—Ya veo, es como tomar Coca-Cola con Strohhalm, aunque el tuyo parece muy diferente al que nosotros usamos. ¿Es de metal? —preguntó él, acercándose con curiosidad y sentándose en el pasto, aunque sin invadir su espacio personal.
—Esa palabra rara... ¿significa "pajita"? —preguntó ella con vergüenza, ni siquiera atreviéndose a pronunciarla—. Nosotros le llamamos bombilla porque suele ser de metal, para que la gente no la muerda y para filtrar los granos de yerba y evitar atragantarnos.
—Así es, Luna.
Al escuchar que la llamaba así, sintió una oleada de nostalgia invadir su corazón. «Maldita sea, ya extraño a Elisey», se reprochó, molesta por la pequeña dependencia que había desarrollado hacia él.
—Cada país tiene nombres extraños para estas cosas. Me sorprende no haberlo sabido antes —comentó. Luego pensó: «oh, cierto, bloqueé el alemán de mi mente».—Por cierto, ¿quién eres?
—Soy el omega del escuadrón del Alfa, Lucas Schneider. Me encargo de aconsejar al Alfa, así como de la preparación y el entrenamiento táctico y estratégico de los guerreros de la manada —se presentó con detalle ante la curiosidad de la Luna de su Alfa.
—Oh, es interesante saber que los omegas son respetados y preparados para tanta responsabilidad —admitió ella, intrigada por su rango.
—Entonces era cierto que nuestra Luna escribe historias sobre nuestra especie —comentó Lucas.
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Luna de Amor
Lobisomem𝐷𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑙𝑖𝑛𝑎𝑗𝑒, 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 Bruna Dávalos, una joven paraguaya de 27 años, lleva una vida dividida entre su trabajo como mesera y su pasión por escribir historias de hombres lobo. Mientras sueña con algo...