Al final, Bruna tuvo que empacar dos maletas y media para el viaje a Alemania: una para sus libros y trabajo, otra para su ropa y tazas de Nutkao, y una pequeña para sus yerbas esenciales como yerba mate, maicena, harina de maíz, queso paraguayo, además de la bombilla y guampa. Para su sorpresa, nunca había imaginado hasta qué punto Elisey disponía de recursos. Su asombro fue palpable cuando mencionó que tenían un jet privado, algo que, sin duda, no pasaba desapercibido en el país.
—En serio, no sé cómo algunos pueden permitirse tanto... Me da hasta pena haber pagado legalmente mi boleto, pero que el resto sea todo a tu cuenta —admitió con una risa nerviosa, sintiendo escalofríos por su instinto de tacañería. Pensar en esos gastos le producía ansiedad.
—Tranquila, preciosa. Esto no es un gasto para mí, de todas formas, ya tenía que regresar a Alemania —dijo Elisey pacíficamente, tomando su mano y acariciándola para consolarla—. Estás temblando. ¿Por qué?
Bruna lo miró con una mueca.
—Es mi ansiedad. A veces, cuando estoy muy nerviosa o asustada, mi temperatura baja. No es algo que suela contarle a la gente.
«No quiero que piensen que soy una exagerada», pensó con timidez, tratando de restarle importancia.
—Entiendo —respondió Elisey con suavidad.
—¿Puedo confesarte algo? —preguntó ella, aún con cierta timidez.
El rubio la miró intrigado.
—Claro, dime lo que quieras.
—Gracias... —murmuró mirando sus dedos con algo de vergüenza—. Es la primera vez que vengo al aeropuerto Silvio Pettirossi y me emociona mucho saber que viajaré en avión, y más contigo como mi guía.
—Es una buena confesión —dijo Elisey, sonriendo con satisfacción.
—¿Por qué?
—Parece que muchas de tus primeras experiencias serán conmigo. Y para mí, eso es una victoria.
—Bueno, también podría tenerlas por mi cuenta —dijo ella con una sonrisa traviesa.
—Es cierto, pero las mejores serán conmigo, cariño —afirmó Elisey con una mirada profunda.
«Es como el cielo, infinito y sin límites en la tierra», pensó Bruna, conmovida.
—Está bien, esta vez te daré la razón —aceptó, resignada—. Por cierto, nunca te he preguntado... ¿Cuántos años tienes?
—Treinta y ocho —respondió él con calma.
—Vaya, hace tiempo que no hablaba con alguien mayor que yo. Qué curiosa es la vida.
Elisey la miró, intrigado.
—¿Cómo es eso?
—Tengo veintisiete. No me molesta la diferencia de edad, hace años tuve un crush con alguien que me llevaba una cantidad similar de años. Era mi mejor amigo, pero perdí contacto con él.
Elisey asintió en silencio.
—Entiendo.
—Elisey, quiero que sepas algo —dijo Bruna, con un tono más serio—. No acepto a nadie que haya salido de mi vida y luego quiera regresar. Nunca te seré infiel. No es mi estilo.
Los ojos celestes de Elisey tomaron un leve tono rojizo.
—Si regresan, no tendrán oportunidad ni por ti ni por mí —susurró Elisey con determinación.
Bruna sonrió, aliviada.
—Me alegra que lo sepas. Aunque yo misma me protegeré, siempre es bueno tener respaldo —bromeó.
Elisey sonrió y, acariciando un mechón de su cabello, lo colocó tras su oreja.
—Me gusta que seas directa.
—Era necesario decirlo —admitió Bruna, mirándolo con ternura.
Elisey se inclinó para besar su mano, pero en ese momento, Bruna notó una figura familiar a lo lejos. Se levantó rápidamente y le lanzó una mirada a Elisey.
—Voy a despedirme de mi hermano. Espérame en la puerta, por favor —dijo apresurada.
Sin darle tiempo a replicar, tomó sus pertenencias y corrió hacia donde su hermano estaba esperando.
Diego, con su cabello castaño, ojos oscuros y la expresión taciturna que lo caracterizaba, la miraba con los brazos cruzados. Su postura imponente le recordaba el hermano protector que siempre había sido.
—Hermanito, ¡viniste! Ma'enanga —dijo Bruna con una sonrisa nerviosa.
—No pongas esa cara, Bruna. Ya vi que no te vas sola. ¿Por qué el drama? —dijo Diego, negando con la cabeza, aunque aceptó el abrazo de saludo.
Bruna suspiró. Sabía que su hermano era celoso y protector, y había intentado evitar que conociera a Elisey de esta forma.
—No sabía cómo explicarte todo, hermano. Han pasado tantas cosas en estos dos años... Desaparecí para sanar después de lo de papá, y no supe cómo hablarles —dijo, con los ojos llenos de lágrimas.
Diego suspiró, acariciándole la espalda.
—Sabíamos que lo harías a tu manera. Silvia y yo nunca te culpamos por mantenerte distante. Siempre has sido la más fuerte para lidiar con las cosas a tu manera —dijo, abrazándola más fuerte—. Solo queremos que seas feliz, Brunita.
Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Bruna, mientras sentía el apoyo incondicional de su hermano.
—Gracias, hermanito...
Diego la miró a los ojos, con seriedad.
—¿Estás segura de irte a Alemania? ¿Con este tipo?
Bruna asintió, sonriendo.
—Sí, estoy segura. Elisey es alguien en quien confío, y además, tengo un buen guía. No me perderé en Alemania, no te preocupes.
Diego sonrió, aunque su rostro seguía mostrando preocupación.
—Si te hace daño, dímelo. No me importaría atropellarlo —dijo, bromeando.
Ambos rieron, recordando las palabras que su padre solía decir en tono protector. El llamado a los pasajeros interrumpió su conversación.
Bruna lo abrazó por última vez.
—Te avisaré cuando llegue, hermano. Cuida a mamá por mí.
—Lo haré. Habilita el roaming —dijo Diego con una sonrisa.
Bruna corrió hacia Elisey, quien la esperaba con los boletos.
—¿Todo bien? —preguntó Elisey.
—Sí, todo bien. Pero ahora sabes que tendrás que pasar la prueba de mi hermano cuando regresemos —dijo Bruna con una sonrisa.
Elisey la miró con determinación, tomando su mano.
—Te cuidaré. No tienes de qué preocuparte.
Juntos, abordaron el jet, mientras Bruna, con el corazón lleno de emociones, se despedía de su tierra.
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Luna de Amor
Werewolf𝐷𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑙𝑖𝑛𝑎𝑗𝑒, 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 Bruna Dávalos, una joven paraguaya de 27 años, lleva una vida dividida entre su trabajo como mesera y su pasión por escribir historias de hombres lobo. Mientras sueña con algo...