Capítulo 13

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La voz que salió de los labios del rubio no era de ultratumba, ni siquiera era fea. Solo dominante, casi como si un Highlander le estuviera hablando, y en lo personal... ¡AMABA ESE TONO DE VOZ! Uff, y más si es alemán. En verdad, se había ganado la lotería con semejante hombre. Inmediatamente sintió calor en sus mejillas, se mordió el labio tratando de ahogar su emoción pasional ante las cosas que la hacían expresar a pasos agigantados que las cosas la excitaban, extasiaban o encantaban.

Mi nombre es Björn, querida Luna.

—El lobo interior de Elisey, ¿verdad?— preguntó sin poder callar ante la sabiduría de tanto escribir ese tipo de género.

Así mismo, disculpe que los haya interrumpido, pero la emoción ganó terreno y no pude evitar charlar con usted, mi querida Luna —contesta Elisey con los ojos rojos tenues mientras adopta una posición más elegante, dominante y recta.

«Casi como si reflejara el aspecto de un lobo sentado con actitud firme y segura...» reflexionó imaginándose un lobo frente a ella, mirándola con ojos de auténtica emoción de dicha.

—Descuide, entiendo que haya movido alguna emoción fuerte con la pregunta tan personal que dije.

En definitiva, le has tocado al clavo justo. Es mejor que charlen ahora; que te encuentres con noticias desagradables en la Manada, por mi no debes preocuparte en ese caso, soy fiel seguidor de su luz y encanto, ninguna loba podría interesarme —comenta Björn mientras sonríe de soslayo, dejando mostrar un hoyuelo en la mejilla del rubio.

«¡Tiene hoyuelo! ¡Dios! Si estás buscando llevarme, dándome esta vista, por favor, dame un respiro» suplica sintiendo como su corazón se acelera y una sonrisa tonta se plasma en su rostro.

—Gracias por tu ciego amor, aunque aún no me conozcas de mucho tiempo, lo apreciaré y le daré su valor justo a cuidar. Lo prometo —comenta cohibida.

En cuanto dijo eso, el rubio tuvo intención de acercarse; sin embargo, de pleno vuelo los colores azules se hicieron presentes.

Schnapp dich, Björn! Es ist noch nicht so weit, noch nicht. —dijo en alemán tan fluido Elisey, tras un gruñido bajo emergiendo de su garganta.

«Y ahí se asoma la realidad...» pensó depresiva, tras comprender vagamente que había dicho alguna maldición a Björn.

—¿Traduces lo que has dicho para mí, por favor?— pide totalmente avergonzada.

«Ni cagando pudiera reescribir esa frase al Google Traductor, como para entenderle» pensó cada vez más impotente.

Elisey la miró nervioso. Inmediatamente se rascó la nuca e hizo una mueca.

—No fue nada, Bruna.

«Ahora sé que no quiere que lo sepa. Bien, no me incumbe, cambiaré el tema por otro» pensó enseguida, aunque dolió un poco, sin comprender el motivo.

—Bien, si no quieres decirlo por algo será. —contesta mientras se levanta del suelo para buscar su celular en uno de sus cajones de mesa.

—No estés molesta, solo es...— Elisey procuró llegar a ella, levantando su mano como si pudiera perder algo.

Lo miró con incredulidad, y sin poder evitarlo, una risa salió de sus labios, una ronca y grave.

—¿Acaso creíste que me molestaría por eso?— preguntó con diversión conteniendo la risa— Oh Dios, Elisey, no soy una niña para enojarme por lo que sea no quieras decirme. Eres una persona libre de decidir si ser sincero siempre conmigo o no serlo.

—Pero...

—Mira, rubio bonito, te quiero decir una cosa general, y mírame bien, nunca olvides lo que te diré —se acercó al rubio y se cruzó de brazos a unos metros suyos, mirándolo seria y determinada— Tú y yo somos lo suficiente maduros como para entender en qué cosas enojarnos, molestarnos o aplicar la ley del hielo, pero en mi opinión personal rige una cosa clara, y escúchalo en letras mayúsculas: «Si me llego a molestar, se notará de la peor manera, arderá Troya. Yo nunca actuaré como una diva o mujer común, soy de todo menos eso» y lo segundo, pero no menos importante: «Si no confías en mí, es tu problema. Si no eres sincero, no esperes que esté tan receptiva a ceder cuando más lo necesites. El feeling entre los dos deberá basarse en la confianza, sinceridad y comunicación; si tú omites cosas a decir, no esperes que yo te comprenda al cien por ciento, no soy adivina ni la mejor persona de buen sentido común, yo carezco de esa porquería en muchas ocasiones.» ¿Te ha quedado claro?

Elisey abre la boca como para decir algo en específico, pero la cierra, se relame los labios y respira profundo, seguidamente suspira como si hubiera sentido un golpe de viento en su rostro.

—Más claro imposible. Eres tan puntual que me siento un poco ignorante ante su sabiduría, querida Luna. —dice mientras se rasca la frente.

—Ni que fuera tan sabia. Solo tengo claros mis puntos límites de mi corta existencia.

—Respondiendo a tu pregunta previa, he tenido admiradoras, pero nunca me he acostado con ellas. Björn es tan fiel a las costumbres que no he podido siquiera descarrilar mi actitud pasional. No soy inexperto, pero sé que cuando suceda nuestra unión, serás la mujer más satisfecha bajo mi cuidado —alardea con mucha seguridad y confianza en sí mismo.

—¿Con admiradoras te refieres a... acosadoras no?— se aventura a pensar con mente de lechuga, aunque con voz rasposa por la sugerencia directa.

—Sí...

Con una mano se acicala suavemente el ojo izquierdo, tras una picazón repentina en la zona.

—¿Es loba, no?

—Sí.

—¿Tu manada acepta a los humanos?— pregunta por reflejo ante la curiosidad.

—Sí, los respetamos. Hay muchos de los nuestros que tienen pareja humana —aclara con seriedad Elisey.

—Si ella me ataca, ¿soy libre de atacar con un palo? Los chuchos desobedientes tienen que ser domesticados, ¿no?— pregunta ante una mera posibilidad al llegar a Alemania.

«Siempre he leído que las acosadoras son tóxicas cuando una mujer aparece frente a su objetivo» reflexionó pensando en comprarse una picana eléctrica para el peor caso de ser agredida.

—No somos perros, Myuzu.

La voz de Elisey salió gélida.

—No, pero yo no tengo medios con qué defenderme de acosadoras lobas. —atribuyó pensativa— Perdón si te ofendí, pero debo asegurarme de no ir sin escudo o espada para protegerme.

—Nadie osará dañarte, eres mi Luna —gruñe acortando la distancia entre ambos, deslizando su mano por la cintura de ella.

—Pero no estarás todo el día conmigo. O no estaré siempre acompañada, Elisey —debatió ceñuda ante la probabilidad de siquiera ir al baño.

—Eres muy calculadora, señorita —murmura agachando el cuello. Elisey medía un metro ochenta, veinte centímetros más que ella— No te angusties por cosas que no han pasado aún.

Ella levanta la mirada desafiándolo.

—Me gusta tener control de ciertas cosas. Pero te daré el beneficio de la duda —propone deshaciendo su posición seria.

Elisey relame sus labios y roza suavemente su nariz contra la de ella. Mirándola tan fijo.

La tensión se percibe.

—Elisey...

—¿Me concederías un beso?— preguntó con la mirada levemente dilatada.

La forma de ser tan respetuosa de Elisey la hizo sonreír, no pudo evitar ceder a lo que se refería. Alargando el cuello, conectó suavemente sus labios en un beso.

Ambos cerraron los ojos al disfrute de ese primer paso. Se animó a abrazarlo, mientras su corazón latía tras su emoción. Mientras que el agarre del rubio se volvía más posesivo, al grado de levantarla al vuelo y, como si fueran piezas de Tetris, ella envolvió con sus piernas la cadera del rubio. Sintiéndose ligera, en ningún momento se sintió una carga.

Elisey corta lentamente el beso entre ambos, sonriendo dichoso.

—Eres importante, no dejaré que te dañen, confía en mí...— pide con esos ojazos azules, mientras junta sus frentes en esa pose tan íntima que compartían.

Cohibida, pequeña e ilusionada a flor de piel por el contacto íntimo del beso con él, lo miró con ojos cristalinos.

—No me decepciones, no te quiero odiar, Elisey —susurra, colocando en él su confianza, cediendo a la idea de tratar de no agobiarse con lo que todavía no pasaba.

—Te aseguro que te amarán y lo que pase en el futuro te hará recordar que todo lo vivido valió la pena.

Luna de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora