Capítulo 47

8 2 0
                                    

Elisey se encontraba mirando el cielo del bosque, mientras su Luna seguía practicando con su habilidad elemental de agua recién desbloqueada. Él estaba muy feliz de verla tan optimista. Ver a Bruna jugar, sacando una gran partícula de agua del cuerpo acuoso del Seelie, y luego realizar un semicírculo para devolvérsela, la maravillaba. Parecía encantada por el sonido y la ilusión de manipular el estado líquido del Seelie, mientras su instructor, Hans Adler, el medibrujo de la manada, conversaba con dos hechiceros curiosos sobre la extraña lluvia mágica que había caído en el territorio. Elisey sabía que esos dos aliados, tarde o temprano, querrían conocer a Bruna.

Nik Eisenrune, un hechicero de runas, tenía una apariencia severa pero noble, con una figura alta y delgada. Cruzado de brazos, mantenía un porte recto y solemne. Su cabello negro azabache, liso y medianamente largo, lo llevaba recogido en una coleta baja y trenzado. Sus ojos verdes oscuros, profundos y penetrantes, estaban fijos en Bruna, como si intentara encontrar respuestas a sus propias dudas con solo mirarla. Algunas de las runas trazadas en su piel pálida cobraban un tenue color plateado cada vez que el Seelie instruía a Bruna a hacer dibujos con el agua en el cielo.

Él era el principal encargado de mantener las protecciones del territorio con sus runas. Vestía una camisa larga arremangada con detalles dorados, que tenía una especie de cola similar a una capa, pero sin serlo. Combinaba su atuendo con jeans plateados y botas de cuero.

A su lado, Erwin Edelrune presentaba una apariencia más cálida y relajada. De complexión atlética pero no demasiado musculosa, su energía se reflejaba en sus gestos animados y llenos de vitalidad, al igual que en su cabello rubio corto y despeinado, que parecía hecho de cristal. Como hechicero de cristales, sus ojos azul claro vibraban con entusiasmo mientras hablaba sobre la luna y un cristal que sostenía en sus manos. Su piel, cálida y ligeramente bronceada, lucía anillos de cristal, y en su antebrazo izquierdo se podían ver cristales incrustados en su piel, emitiendo un ligero brillo. Erwin vestía ropa ajustada de colores blanco, beige y azul, y llevaba brazaletes adornados con diversos cristales.

Elisey podía escuchar perfectamente la conversación entre los tres mientras continuaba admirando a su Luna jugar con su guardián Seelie de agua.

—Debe ser muy entretenido guiar a la última domadora, ¿no? —comentó Erwin con su energía siempre jovial, moviendo su cristal, que comenzaba a brillar con tonos dorados y azul eléctrico.

—No sigas haciendo eso, Erwin —advirtió Hans, con voz seria.

—No estoy haciendo nada malo, relájate —respondió Erwin, despreocupado. Sin embargo, notó de reojo cómo Nik se alejaba un paso considerable de él, lo cual lo confundió—. ¿Qué te pasa ahora?

Nik suspiró con resignación hacia el comportamiento despreocupado de su compañero.

—Por eso —dijo, señalando con su mano hacia Bruna.

Erwin giró la cabeza, pero ya era demasiado tarde. Una gran bola de agua se estrelló contra su rostro, y de inmediato pudo sentir la mirada fulminante de Bruna en su dirección.

—¡Eso es una advertencia! —exclamó Bruna, visiblemente molesta y pálida. El Seelie a su lado reflejaba su enojo con un brillo intenso.

Erwin se limpió la cara indignado, apartando el agua que le impedía ver bien.

—Ni siquiera la conozco y ya me tiene en la mira —dijo, fingiendo demencia.

Elisey se tensó al ver cómo su compañera se acercaba rápidamente, patinando ligeramente sobre el suelo húmedo del bosque. En pocos pasos, Bruna se plantó frente a Erwin, su malestar evidente.

—Mira, rubio teñido, deja de robar mi maldita energía o te juro que te destriparé —dijo Bruna, con una voz tan gélida que todos los presentes sintieron un escalofrío.

—Luna, por favor, cálmese. Vamos a dar por terminada su práctica elemental por hoy —intervino Hans, al ver cómo el color se desvanecía de su rostro.

—¡No es justo! Yo estaba perfectamente antes de que este rubio llegara y empezara a hacer tonterías con su cristal —protestó Bruna, con la ira escalando en su interior. Un estornudo inesperado confirmó su creciente malestar.

De pronto, el lobo Alfa, de color rubio casi blanco y ojos dorados, se acercó a Bruna, rozando su hocico contra su cuello mojado.

«Calma, Luna», pidió Björn, preocupado por ella.

«Él me robó energía, yo solo quería seguir jugando con el agua y mostrárselo a papá», se quejó Bruna mentalmente, a través del enlace de Alfa y Luna, mostrando el verdadero origen de su enojo.

La mirada molesta de Björn se dirigió al cristal que brillaba con la magia de su Luna. Enseñando los dientes, se preparó para actuar.

«Devuelve lo que no te pertenece, Erwin Edelrune», exigió Elisey, su tono cargado de autoridad.

—Alfa, yo... No es lo que parece —balbuceó Erwin, tratando de defenderse.

—Tks... Maldita sea, Erwin, devuélvelo —intervino Nik, observando el deplorable estado de la Luna—. Quizá necesites una runa de protección para evitar este tipo de drenaje de energía en el futuro.

—¿Yo? —preguntó Bruna, aún confundida y molesta—. ¿Cómo sabe usted que lo necesito?

—Soy Nik Eisenrune, el hechicero de Runas, protector del territorio y la manada. Sé que necesitas protección por lo que acabamos de presenciar. Si estuvieras protegida, idiotas como este no podrían drenar tu energía espiritual —explicó Nik, con respeto en su tono.

—Tiene razón... —admitió Bruna, aunque sus piernas fallaron repentinamente. Si no fuera por Nik, que la sostuvo a tiempo, habría caído al suelo—. Lo siento, no me siento bien...

Antes de que alguien más pudiera reaccionar, el gran lobo Alfa agarró el cristal con sus fauces y lo rompió, liberando la energía absorbida, que volvió inmediatamente a su Luna. Sin embargo, fue demasiado tarde; Bruna ya había caído en un desmayo.

Hans le dio un golpe en la nuca a Erwin, claramente molesto.

—Te lo advertí —dijo.

—No pensé que fuera a sentirlo —se quejó Erwin.

—Será mejor que la llevemos a descansar, ¿le parece bien, Alfa? —preguntó Nik, siempre directo.

El imponente lobo blanco de ojos dorados asintió en señal de acuerdo.

«Debe descansar», pensó preocupado Björn.

«Con nosotros. Ya es suficiente por un día», añadió Elisey con tono autoritario.

Así, Nik la llevó en compañía del Alfa, mientras Hans y Erwin los seguían en silencio. Erwin sabía que pronto tendría que enfrentarse a una seria charla con el Alfa.

Luna de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora