Capítulo 29

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Despertando en un día más, Bruna se encontró aún acurrucada en el gran sommier de Elisey, disfrutando de la suavidad de la tela que cubría la cama. Aún somnolienta, movía sus pies bajo las sábanas, apreciando el fresco contacto contra la superficie, como quien no quisiera levantarse por pura flojera. Sin embargo, en su caso, el cansancio físico justificaba su pereza.

Boca abajo, revisaba su celular, que mostraba la batería llena y el roaming activado, conectada al internet de Elisey. Él, por su parte, estaba en el despacho en el piso de abajo, cumpliendo con sus responsabilidades como Alfa. Mientras tanto, Bruna distraídamente movía sus pies fuera de la sábana, disfrutando del aire fresco que empezaba a enfriar la tarde.

Suspiró al ver las notificaciones en su teléfono: 15 llamadas perdidas de su madre, 5 de su hermano mayor, 10 de su hermana, y 20 de su sobrina mayor, Barbie. No era extraño que su familia estuviera preocupada; llevaba dos días sin contactarse desde que llegó al pueblo de Rudeltlantik, en Alemania.

Antes de devolver las llamadas, consultó la diferencia horaria a través de una aplicación, preguntando: "¿Qué hora es en Paraguay si en Alemania son las 18:30 PM?" La respuesta fue inmediata: "Si en Alemania son las 18:30 (6:30 PM), en Paraguay serían las 13:30 (1:30 PM)." Entonces se dio cuenta del día: 27 de julio.

Su corazón dio un salto al recordar. ¡Era el cumpleaños de Barbie! Y ella no estaba en Paraguay, ni había preparado un regalo. La urgencia la invadió. Se despojó de las sábanas y se levantó tan rápido que el mareo la sorprendió. Buscó entre los cajones algo para vestirse, optando por un conjunto casual: ropa interior cómoda, una camiseta ligera de algodón azul claro con una estrella plateada en el centro, shorts negros de lycra y sus tenis deportivos color lavanda con blanco. Con su billetera y celular en mano, se dirigió a la puerta.

Justo afuera, el ascensor estaba cerca, y aunque agradecía no tener que bajar escaleras, un pensamiento la inquietó.

«Si hay ascensor... ¿En qué piso estoy? ¿Cuántos pisos tiene esta cabaña?» pensó.

La voz telepática del Seelie acuático la sorprendió. «¿A dónde vamos?»

Bruna llevó una mano al corazón, sobresaltada. — ¡A la gran puta, Seelie! Haz ruido cuando te acerques... —le regañó con su característico dialecto paraguayo, aunque sin maldad.

El Seelie, flotando a su lado como un pequeño globo de agua luminosa, parecía divertirse con la situación. Aunque no podía leer expresiones faciales en la criatura, el leve movimiento de sus orejas sugería diversión.

«Disculpa, no era mi intención», dijo el Seelie con voz calmada.

Bruna sonrió y negó con la cabeza. —No te preocupes, solo me sorprendiste.

Decidida a continuar, guardó su celular en el bolsillo lateral de sus shorts. El Seelie le informó que el despacho de Elisey estaba en el piso de abajo. Bruna se debatía entre salir sin avisar o informarle.

«Deberías avisarle, estás débil», sugirió el Seelie. «Además, las escaleras podrían ser más rápidas».

Suspiró. Sabía que sería complicado lidiar con Elisey si salía sin decir nada. —Está bien, vamos primero a verlo —dijo, resignada.

Bajó las escaleras, solo para encontrarse justo frente a Elisey y su Beta, Leo, que salían del despacho. La seriedad en el rostro de Elisey era evidente.

—¿Qué haces fuera de tu reposo? —preguntó con el ceño fruncido.

Bruna se acercó, sonriendo nerviosa. —Hola, Leo. Recordé que olvidé algo importante y necesito salir de compras.

Luna de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora