La noche anterior había sido bastante curiosa para Bruna. Aunque había sido de boca suelta con las insinuaciones lascivas, Elisey la respetó de la manera más íntima y tierna, pero sin caer en lo lascivo. Le ofreció un masaje de espalda, la abrazó con cariño y, por encima de todo, la dejó recostarse sobre su pecho desnudo, permitiéndole escuchar el latido constante y tranquilo del alemán. El sonido era un arrullo natural para ella, como si estuviera diseñada para dormir entre sus brazos.
Mentiría si dijera que no se sentía frustrada y aliviada al mismo tiempo. ¡Parecía una urgida hormonal! Pero, ¿qué podía hacer? Hacía tres años que no tenía ninguna aventura apasionada que no fuera con su vibrador "Pinky", un juguete que se había autoregalado durante un viaje a Argentina. Solo recordarlo le causaba gracia. Lo había comprado allí para evitar que algún conocido de su familia en Paraguay la viera comprando algo así. Aunque le había salido caro, el juguete había sido una verdadera porquería, pero era lo único que había tenido en esos últimos años.
A la mañana siguiente, ambos durmieron tan bien que les resultó difícil despegarse de la cama. Estaban tan cómodos, aislados del mundo externo, que era como si estuvieran en un paraíso terrenal. Elisey resopló, intentando levantarse, pero Bruna enrolló sus piernas contra las de él, impidiéndole moverse.
—Bruna, si no me dejas salir, el día se marchará sin nosotros —dijo Elisey con una sonrisa.
—Pero estamos muy cómodos. ¿No podemos dejar la salida para otro día? —preguntó ella, perezosa, mientras rozaba la punta de su nariz contra el torso desnudo de él, de manera infantil.
Elisey cerró los ojos, pero no pudo evitar sonreír.
—Si sigues mirándome y dando cariño así, será más difícil hacer lo que debemos. Aunque me encantaría cumplirte ese capricho, te falta ropa para el clima de aquí. —Murmuró con voz cálida y ronca.
—No necesito más ropa, ya tengo suficiente, Elisey... Además, aún no me han pagado, ni he cambiado dinero a la moneda de aquí —replicó ella, caprichosa, cerrando los ojos—. Además, tengo tanto sueño. Siento que apenas he dormido la mitad de cuatro horas.
—Jaja, esa angustia no te hará bien —rió Elisey levemente—. Y si te sientes así, es porque eres víctima del jetlag. Paraguay está seis horas detrás de nosotros.
Bruna hizo una mueca al escucharlo.
—Voy a morir de sueño. Vete sin mí.
Elisey soltó una carcajada, lo que hizo que Bruna se levantara de repente, sobresaltada por la vibración en su pecho.
—¡Hey! No te rías así, que ahora tengo el "jesu" en la boca —se quejó ella.
—No seas dramática, mi pequeña Luna —respondió Elisey con cariño.
Bruna infló los mofletes y le sopló a modo de queja infantil.
—Es cierto, me cuesta despertar fuera de mi zona de confort —admitió.
—Oye —se quejó Elisey, riendo—. Confío en que te acostumbres, y ni te darás cuenta cuando eso suceda.
—No me tires mis defectos en la cara —replicó ella, con un ligero rubor y las cejas fruncidas, mostrando su disgusto.
El pecho de Elisey vibró nuevamente con una sonrisa dulcificada.
—Eres muy tierna.
—¡Hmp!
—Bien, ya logré que despertaras. Vamos a la ducha, a menos que quieras que te bañe —la empujó suavemente hacia el borde de la cama.
Bruna se quedó en la orilla, sintiéndose pequeña en comparación con él.
—¡Oye! Puedo ir sola.
—Mentirosa. Si no te incentivo a moverte, volverás a acostarte —dijo Elisey, divertido.
Bruna chasqueó la lengua, molesta.
—¡No leas mis defectos! —gritó, caminando torpemente hacia el baño.
—Eres muy transparente para mí, Bruna —respondió él, riendo plenamente.
Con un gesto infantil, Bruna se volteó, con las piernas separadas y la boca hacia abajo.
—Elisey, tienes una oportunidad para dejar de restregarme las verdades —dijo, apuntándolo con el dedo.
—¿O sino qué? —preguntó Elisey, desafiándola con una sonrisa.
—No me enjabonaras la espalda.
Lo dijo tan natural que no pudo evitar reírse de su propia ocurrencia, mientras Elisey abría los ojos, sorprendido por el desafío, pero sonriendo.
—¿Estás consciente de que nadie pierde con esa advertencia, no?
—No lo sugeriría si no tuviera un motivo justificado para hacerlo —admitió Bruna, rascándose la nuca.
—¡Qué sinvergüenza eres! —dijo Elisey, riendo
—Tienes suerte de que no sea tan reservado y antipático contigo. Muchos suplicarían tener tu dicha.—dijo Bruna, moviendo sus caderas en un baile juguetón e infantil, con una mirada desafiante pero divertida.
Esa última palabra encendió algo en Elisey, algo posesivo. Bruna vio cómo él gruñía levemente, respirando con fuerza por la nariz, y, con una sonrisa pícara, ella corrió hacia el baño, desnudándose rápidamente para entrar a la ducha antes de que él llegara.
—Nadie más admirará tu belleza, nadie que no sea yo —gruñó Elisey, su voz profunda y seria.
La ducha fue una experiencia cálida y risueña, una manera perfecta de despabilarse para el gran día que les esperaba. Ese día marcaba el primer día de julio, un nuevo comienzo.
ESTÁS LEYENDO
Luna de Amor
Werewolf𝐷𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑙𝑖𝑛𝑎𝑗𝑒, 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 Bruna Dávalos, una joven paraguaya de 27 años, lleva una vida dividida entre su trabajo como mesera y su pasión por escribir historias de hombres lobo. Mientras sueña con algo...