Traducción Guaraní de
palabras al español:Che Aña Memby →Mi hija
Hesúkena → expresión de susto/ asombro.Traducciones variadas
Chespis → expresión para mencionar personas que consumen drogas.
«pico» → la palabra pico, piko es un diminutivo común que en guaraní se utiliza para exagerar la expresión cualitativa o cuantitativa.
¡qué facha! → expresión que indica alago o asombro
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En Paraguay, cada 24 de junio se celebra la Fiesta de San Juan, en donde personas de todas las ciudades de este pequeño país se reúnen para recaudar dinero para obras de caridad, con actividades tradicionales y paganas. Este mes se acompaña con comidas típicas de la fiesta, donde los pueblerinos suelen realizar danzas paraguayas con vestimentas coloridas en honor a la bandera. Las bailarinas visten con la tradicional remera de Ao po’i, llevan cántaros en la cabeza y algunas rosas decoran sus rodetes, mientras bailan al son de alguna música o cántico en guaraní.
En la Cafetería Panambi Verá, se respiraba la emoción del mes de San Juan, algo que la dueña y sus comensales esperaban con ansias. Todos estaban anhelantes por festejar con las deliciosas comidas típicas como mbeju [una tortilla de harina de almidón con mucho queso], payagua mascada [tortilla de carne con verduras], pastel mandi’o [croqueta frita de carne envuelta en masa de mandioca], chicharõ trenzado [tiras de carne de cerdo trenzadas], entre otras delicias. Estas se acompañaban con cerveza, cocido, gaseosa o café, convirtiéndose en un manjar esperado no solo en junio, sino en cualquier momento del año.
La cafetería era un lugar activo, como muchas otras en la ciudad de Asunción. Aunque pequeña, tenía los empleados necesarios para sobrellevar el día.
—Che Aña memby, Elida, hoy te encargás a full de la recepción de los clientes. Ya sabés qué hacer —dijo Doña Jimena, una mujer de unos cuarenta y tantos años, de cabello pelirrojo y piel trigueña.—Brunita te va a ayudar a servir y reponer los platos.
Elida, una mujer de veintitantos años, cabello negro, robusta y de piel morena, asintió mientras se colocaba su delantal lavanda con flores amarillas, que llevaba el logo de la cafetería.
—Así será, Doña Jime —respondió Elida.
—Bruna, hija, vos también —dijo Doña Jimena.
Bruna, una joven de cabello castaño negro y corto, piel clara y ojos marrones, sonrió mientras ajustaba su delantal.
—Todo controlado, señora Jime —respondió Bruna, con su habitual calma.
—Hoy va a ser un buen día, ya vas a ver. ¡Con fuerza, hijos míos! —animó Doña Jimena, palmeando sus manos con energía.—Si falta algo, avísenme que lo soluciono rápido.
—Gracias, jefa —respondió Bruna, siempre con una sonrisa, mientras los demás empleados también se sumaban a las palabras de la dueña.
La jornada avanzaba, y las horas transcurrían entre el sonido de la campanilla de la puerta, que anunciaba la llegada de clientes. Para la una y media, la cafetería había atendido a unos diez clientes. Era el momento del almuerzo, y Doña Jimena colocó el letrero de "Volvemos en media hora", indicando que era hora de la pausa.
Bruna fue a la parte de atrás, al pequeño casillero, sacando su mochila azul con detalles blancos. Buscó su tupper con sandwiches de jamón y queso, y luego se dirigió al frente para sentarse y disfrutar de su comida en una de las mesas.
Mientras masticaba su sándwich y revisaba su celular, el sonido de la campanilla volvió a llenar el ambiente a las 13:59. Bruna alzó la mirada, con las mejillas llenas de comida y algunas migas ensuciando sus labios.
Frente a ella, entraba un hombre joven, de cabello corto y blanquecino, con ojos claros que brillaban en un tenue color rojo. Calculó que tendría unos treinta años, quizás menos. Medía cerca de un metro setenta y su piel era extremadamente pálida.
Bruna intentó tragar lo que tenía en la boca para poder hablar, pero su corazón dio un brinco cuando él la miró con una sonrisa cálida, como si hubiese encontrado algo muy preciado. Todo lo que su mente pudo formular fue:
«Doña Jimena se olvidó de cerrar la puerta... ¡Hesúkena!»
El hombre avanzó con paso firme, deteniéndose justo frente a ella. Se acuclilló, con una expresión emocionada en el rostro y sus ojos brillando de un modo que la dejó desconcertada.
—Al fin, mi búsqueda terminó —dijo con un susurro cargado de emoción.
—¿Búsqueda? —preguntó Bruna con el ceño fruncido, sin soltar su sándwich.
Aunque la situación era extraña, su ansiedad se manifestaba a través del hambre, así que dio otro mordisco a su comida, intentando calmar los nervios.
—Sí, mi búsqueda —repitió el joven, con una sonrisa encantadora.
Antes de que Bruna pudiera formular una nueva pregunta, un estruendo sacudió el exterior de la cafetería. Todo indicaba que algo peligroso estaba ocurriendo afuera.
—Debo cerrar la puerta... Si es un robo, Doña Jimena... —intentó decir, pero el hombre la detuvo con una mirada tensa.
Rápidamente, Bruna se levantó y cerró la puerta, asegurándose de que las cortinas también estuvieran bien corridas. Algo en el comportamiento de las personas afuera le decía que no eran buenas noticias.
—¡Ocúltate y no levantes la cabeza! —ordenó el hombre en un susurro urgente.
«Ni loca me expongo a una pelea», pensó Bruna, con el corazón latiéndole en la garganta.
El hombre observaba por una rendija en la cortina, soltando un gruñido bajo, como el de un lobo.
«Este tipo tiene una voz tan ronca que hasta puede rugir. ¡Qué facha!» pensó Bruna, incapaz de evitar un momento de fangirleo.
El hombre la miró de nuevo, mordiéndose el labio, como si estuviera sopesando algo. Tras unos segundos, habló.
—No te asustes, pero debo llevarte ahora. A mis tierras. Ya no estarás segura aquí, mi Luna.
Bruna no tuvo tiempo de procesar sus palabras. Los tipos afuera pasaron justo frente a la puerta, y el miedo se apoderó de ella. Solo pudo pensar en una cosa: «¡Que no nos vean, que no nos vean, por favor!»
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Luna de Amor
Werewolf𝐷𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑙𝑖𝑛𝑎𝑗𝑒, 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 Bruna Dávalos, una joven paraguaya de 27 años, lleva una vida dividida entre su trabajo como mesera y su pasión por escribir historias de hombres lobo. Mientras sueña con algo...