Elisey había esperado mucho tiempo para este momento, tanto él como Bjorn, su lobo interior. El deseo acumulado se sentía como una tensión constante en el aire, pesada y palpable. La reunión en la Torre Alba había sido solo un trámite más, una distracción tediosa. Pero ahora, todo lo que importaba era ella.
Cuando llegó a su torre, no perdió tiempo en ordenar a su escuadrón que se retirara. El vínculo mental que compartían dejó claro su mensaje:
—Quiero la torre vacía. Nadie puede quedarse. Es cuarentena.
Nadie se atrevió a preguntar o siquiera dudar. Una orden del Alfa era definitiva, incuestionable. Todos, incluidas las criaturas mágicas que podían habitar en los alrededores, abandonaron la torre en silencio. El deseo de Elisey era ley, y ahora, su única preocupación era Bruna, su Luna no reclamada.
El aroma de ella flotaba en el aire, dulce y tentador. Aunque se encontraba en la tercera planta, él la podía sentir como si estuviera al alcance de su mano. El ascensor lo llevó hasta donde estaba, pero cuando las puertas se abrieron, la oyó correr. Bruna había descendido por las escaleras, su corazón latiendo con fuerza, un claro indicio de que estaba huyendo, aunque ambos sabían que esto no era más que un juego.
Una sonrisa oscura apareció en los labios de Elisey. Bjorn estaba despierto y ansioso, deseando el momento en que finalmente pudiera marcarla. En un par de pasos ágiles, bajó las escaleras, sus sentidos agudizados, rastreando su aroma y el latido rápido de su corazón. El juego estaba en marcha.
Finalmente, la alcanzó. La atrapó por la cintura, tirando de ella con una facilidad que hablaba de su poder. Bruna jadeó, sorprendida, pero sus ojos, grandes y brillantes, lo desafiaban con un deseo contenido.
—¿Pensabas seguir escapando de nosotros, cariño mío? —murmuró Elisey, su voz profunda y ronca, cargada de una lujuria apenas contenida. Sus ojos celestes brillaban con un toque de rojo, una señal clara de que Bjorn estaba muy cerca de la superficie.
Bruna trató de mantener el control, pero su respiración estaba agitada, sus labios entreabiertos. La tensión entre ambos era palpable, como si cualquier palabra pudiera hacer estallar el fuego entre ellos.
—Solo... estaba haciendo tiempo —dijo, su voz temblorosa, aunque una sonrisa juguetona se asomaba en sus labios.
Elisey rió suavemente, su pecho vibrando contra el de ella. La tenía atrapada, su presa, su Luna, y no había nada que ella pudiera hacer para evitar lo inevitable. Esta noche la marcaría, y no había vuelta atrás.
—No habrá más tiempo, Bruna —murmuró, inclinando su rostro hacia su cuello. El calor de su aliento la hizo estremecer—. Esta noche, eres solo mía.
Sin más palabras, Elisey la empujó suavemente contra la pared, su cuerpo cubriendo el de ella con una fuerza firme, pero no violenta. Sus labios encontraron los de ella en un beso hambriento, y Bruna jadeó en su boca, su resistencia desmoronándose ante la pasión que él desataba. Su lengua exploró la de ella con urgencia, sus manos recorriendo su cuerpo, reclamando cada parte de ella como propia.
Elisey la levantó del suelo con facilidad, y Bruna se aferró a él, sus piernas rodeándolo mientras él la sostenía. Sus besos se volvieron más profundos, más intensos, como si el tiempo y el espacio se hubieran detenido. El mundo exterior dejó de existir. Solo quedaban ellos dos, enredados en ese momento eterno.
Elisey deslizó sus manos por la espalda de Bruna, su piel suave bajo sus dedos. Cada roce hacía que ella temblara, y los jadeos suaves que escapaban de sus labios solo lo excitaban más. La necesidad de reclamarla, de hacerla suya, lo quemaba por dentro.
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Luna de Amor
Werewolf𝐷𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑙𝑖𝑛𝑎𝑗𝑒, 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑢𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑢 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑖𝑛𝑜 Bruna Dávalos, una joven paraguaya de 27 años, lleva una vida dividida entre su trabajo como mesera y su pasión por escribir historias de hombres lobo. Mientras sueña con algo...