La batalla

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La aldea estaba en una calma tensa tras la última batalla. A pesar de la victoria, todos sabían que nuevas amenazas podían surgir en cualquier momento. Sarah y Aric, más unidos que nunca, dedicaban sus días a entrenar y proteger a la comunidad.

Una noche, cuando la luna estaba alta en el cielo, un estruendo sacudió la tierra. Las alarmas sonaron y los aldeanos corrieron a sus puestos de defensa. Sarah y Aric se miraron, sintiendo la urgencia del momento.

—¡Están atacando! —gritó Zetharion, apareciendo a su lado—. ¡Prepárense!

Desde la oscuridad de los bosques circundantes, emergieron criaturas grotescas, más numerosas y feroces que cualquier cosa que hubieran enfrentado antes. Sus cuerpos estaban cubiertos de espinas y sus ojos brillaban con un fuego maligno.

—¡Defendamos la aldea! —ordenó Aric, levantando su espada de cristal.

Sarah, con el medallón en mano, invocó una barrera de luz alrededor de los aldeanos, protegiéndolos de los primeros ataques. Las criaturas arremetieron contra la barrera, pero la magia de Sarah los mantuvo a raya.

—¡No podemos dejar que atraviesen! —exclamó Sarah, enfocando su energía en fortalecer la barrera.

Aric, acompañado por Zetharion y otros guerreros de la aldea, salió al encuentro de las criaturas. La batalla fue brutal y sin cuartel. Aric movía su espada con una destreza impresionante, cortando a través de los enemigos como un vendaval. Zetharion lanzaba hechizos que arrasaban con las filas de criaturas, pero la horda parecía interminable.

—¡Son demasiados! —gritó un guerrero, cayendo bajo las garras de una bestia.

Sarah, viendo a sus amigos en peligro, decidió actuar. Con un grito de determinación, canalizó todo el poder del medallón y el talismán, creando una explosión de luz que desintegró a docenas de criaturas.

—¡Aric! ¡Zetharion! —llamó—. Necesitamos unir nuestras fuerzas.

Aric corrió hacia Sarah, su mirada llena de confianza y amor.

—Estoy contigo —dijo, tomando su mano.

Zetharion se unió a ellos, formando un triángulo de poder. Juntos, canalizaron sus energías, creando un vórtice de luz y magia que comenzó a atraer a las criaturas.

—¡Ahora! —gritó Zetharion, y los tres lanzaron un ataque combinado hacia el vórtice.

La explosión resultante iluminó el cielo nocturno, desintegrando a las criaturas restantes y cerrando el portal del que habían surgido. El silencio volvió a la aldea, roto solo por los jadeos de los supervivientes.

Sarah y Aric se miraron, sus manos aún entrelazadas. En medio del caos, su amor había crecido, fortalecido por cada batalla y sacrificio.

—Lo logramos, Sarah —dijo Aric, su voz llena de alivio y cariño.

Sarah sonrió, sintiendo una paz interior que no había experimentado en mucho tiempo.

—Sí, Aric. Y mientras estemos juntos, siempre lo lograremos.

Zetharion, observándolos, asintió con una sonrisa aprobatoria.

—Habéis demostrado una gran valentía y amor —dijo—. La aldea está a salvo gracias a vosotros.

Los aldeanos, recuperándose de la batalla, comenzaron a celebrar su victoria. Aunque sabían que la amenaza nunca desaparecería por completo, la presencia de Sarah y Aric les daba esperanza.

Esa noche, bajo la luz de las estrellas, Sarah y Aric se quedaron juntos, sabiendo que su amor era la fuerza que los mantenía unidos y fuertes. Habían enfrentado la oscuridad y habían salido victoriosos, y estaban preparados para cualquier desafío que el futuro les deparara.

Mientras la aldea dormía, Sarah y Aric compartieron un momento de tranquilidad, sabiendo que, pase lo que pase, su amor siempre brillaría más fuerte que cualquier oscuridad.

Lo que esconden los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora