Ailith seguía caminando por el bosque, sus pensamientos atrapados en un remolino de dolor y rabia. Los árboles altos y ancestrales parecían observarla con sus ramas extendidas, sus hojas susurrando palabras inaudibles. El aire estaba cargado de una energía antigua y mágica, un recordatorio constante de que se encontraba en un lugar fuera de lo común.Cuando el sol comenzó a ocultarse, Ailith llegó a un claro iluminado por una luz suave y dorada. En el centro, un árbol gigantesco se erguía majestuoso, sus raíces extendiéndose como brazos protectores. Las hojas del árbol brillaban con un resplandor etéreo, y en su corteza se podían distinguir formas y patrones que parecían contar historias milenarias.
-¿Quién eres, joven alma atormentada? -una voz suave y melodiosa resonó en el claro, llenando el aire de una calma profunda.
Ailith miró a su alrededor, buscando la fuente de la voz. De repente, ante ella, el árbol comenzó a brillar con mayor intensidad, y una figura etérea emergió de su tronco. Era el espíritu del bosque, una entidad de luz y sombra, con una presencia que irradiaba sabiduría y compasión.
-Soy Ailith -respondió, su voz quebrada por la tristeza-. He perdido tanto... no sé qué hacer.
El espíritu del bosque la observó con ojos llenos de comprensión. Su presencia era reconfortante, como el abrazo de una madre amorosa.
-Cuéntame tu historia, Ailith. Comparte tu dolor conmigo -dijo el espíritu, su voz como un susurro de viento entre las hojas.
Ailith se sentó junto al árbol y comenzó a hablar. Le contó sobre la muerte de sus padres, la pérdida de su hijo y el dolor que sentía por su aldea y su marido. Cada palabra era una liberación, una forma de exorcizar los demonios que la atormentaban.
-He sido una heroína toda mi vida -dijo Ailith, las lágrimas corriendo por su rostro-. Pero, ¿quién me protege a mí? ¿Quién cuida de mí cuando todo se desmorona?
El espíritu del bosque la escuchó en silencio, su luz pulsando suavemente. Cuando Ailith terminó, el espíritu habló con una voz llena de sabiduría.
-Ailith, tu dolor es profundo y tu rabia es comprensible. Has cargado con muchas responsabilidades y has sufrido grandes pérdidas. Pero debes recordar que no estás sola. La naturaleza misma te acompaña, y aquellos que te aman siguen a tu lado, aunque no siempre puedan comprender tu sufrimiento.
Ailith asintió lentamente, sus ojos fijos en el espíritu.
-Pero, ¿cómo encuentro la paz? -preguntó, su voz llena de desesperación.
El espíritu del bosque se inclinó hacia ella, sus ojos brillando con una luz cálida.
-La paz no es algo que se encuentra fácilmente, ni es un destino final. Es un camino, un viaje que debes emprender con paciencia y compasión hacia ti misma. Permítete sentir el dolor, pero no te dejes consumir por él. Busca el equilibrio en la naturaleza que te rodea, y en el amor que aún tienes en tu vida.
Ailith cerró los ojos, tratando de absorber las palabras del espíritu. Sabía que no sería fácil, pero sentía una pequeña chispa de esperanza encenderse en su interior.
-Gracias -dijo, su voz suave pero firme.
El espíritu del bosque sonrió, su luz envolviendo a Ailith en un abrazo reconfortante.
-Recuerda, Ailith, eres más fuerte de lo que crees. Tu viaje no ha terminado, y aún tienes mucho que ofrecer al mundo. No te rindas.
Ailith se levantó, sintiendo una nueva determinación crecer dentro de ella. El espíritu del bosque se desvaneció lentamente, dejando atrás una sensación de paz.
Con una última mirada al claro, Ailith retomó su camino. Sus pasos eran más firmes ahora, y aunque el dolor seguía presente, también lo estaba la esperanza. Sabía que tenía mucho por lo que luchar, y que el amor y la naturaleza siempre estarían ahí para guiarla.

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Lo que esconden los sueños
FantasiSarah tenía nueve años, su madre había desaparecido hace dos años, y últimamente estaba teniendo sueños extraños..hacia.. ¿Otro mundo? Su vida iba a cambiar por completo...