La desesperación se había convertido en la compañera constante de Sarah. Cada minuto que pasaba, veía cómo la enfermedad consumía lentamente a Aric, el amor de su vida y su compañero incondicional. Esa noche, mientras Aric se debatía entre la vida y la muerte, Sarah se dejó llevar por el llanto, su angustia resonando en la silenciosa oscuridad. El alivio de no estar enferma se veía empañado por la certeza de que, si su hija no llegaba a tiempo, perdería a Aric para siempre.El amanecer trajo consigo un rayo de esperanza y terror. Ailith apareció en la aldea, desesperada por llegar a su padre. Sin embargo, su llegada fue seguida por la aparición de una presencia extraña y fantástica: una bestia gigantesca, convocada por la hechicera Morgathra, una figura siniestra conocida por su crueldad y poder oscuro.
—¡Ailith, Kael, cuidado! —gritó Sarah, al ver a la bestia emerger de entre los árboles, sus ojos brillando con un malvado resplandor.
La aldea se sumió en el caos. Ailith y Kael, junto a los aldeanos, lucharon valientemente, pero la bestia era formidable, cada golpe suyo retumbaba como un trueno. Las garras de la criatura rasgaban el aire, y su aliento venenoso envenenaba el suelo a su alrededor. Morgathra, la hechicera maligna, observaba desde las sombras, su risa resonando con malicia.
—¡Nunca lograrán derrotarme! —clamó Morgathra, su voz llena de desprecio y poder oscuro.
Aric, a pesar de su debilidad, sintió la necesidad de proteger a su familia y a su hogar una vez más. Reuniendo todas sus fuerzas, se levantó tambaleante, su espada en mano. Con un último impulso de determinación, corrió hacia la bestia.
—¡Por nuestra aldea! —gritó, lanzándose al ataque.
En una batalla feroz, Aric logró herir gravemente a la bestia. La criatura, rugiendo de dolor, cayó al suelo. La aldea se llenó de un silencio sepulcral cuando Aric, exhausto por el esfuerzo y la enfermedad, también cayó al suelo, su cuerpo sin fuerzas para sostenerlo más.
—¡No! —gritó Sarah, corriendo hacia él.
Ailith y Kael terminaron de derrotar a la bestia, mientras Morgathra, furiosa por la pérdida de su creación, se desvanecía en una nube de humo, jurando venganza.
Sarah se arrodilló junto a Aric, sus lágrimas cayendo sobre su rostro pálido.
—Aric, por favor, no te vayas. Te necesito... te necesitamos —dijo Sarah, su voz rota por la tristeza.
Aric abrió los ojos, sonriendo débilmente.
—Sarah... siempre estaré contigo. Cuida de nuestra hija. Ella es nuestra esperanza —murmuró, antes de cerrar los ojos para siempre.
Sarah, consumida por el dolor, abrazó el cuerpo sin vida de Aric, sintiendo cómo su mundo se derrumbaba. Ailith, al ver a su padre muerto, cayó de rodillas junto a su madre, sus lágrimas mezclándose con las de Sarah.
—Padre... —susurró Ailith, su corazón quebrado.
Kael, de pie junto a ellas, sintió una profunda tristeza y una renovada determinación. Miró a Sarah y a Ailith, prometiéndose a sí mismo que haría todo lo posible para protegerlas y honrar el sacrificio de Aric.
La aldea, aunque herida, comenzó a reorganizarse. Los aldeanos, inspirados por el valor de Aric, trabajaron juntos para sanar las heridas y fortalecer sus defensas. Morgathra había sido derrotada por ahora, pero todos sabían que más amenazas se cernían en el horizonte.
En el centro de todo, Sarah, Ailith, y Kael se apoyaban mutuamente, su dolor uniendo sus corazones en un lazo irrompible. La muerte de Aric había dejado un vacío que nunca podría llenarse, pero su sacrificio también había dado nueva esperanza a la aldea.
—No dejaremos que su sacrificio sea en vano —dijo Ailith, con determinación en su voz.
—Lucharemos y protegeremos nuestro hogar, como él lo hizo —añadió Kael, mirando a Sarah con respeto y promesa.
Sarah, secando sus lágrimas, asintió.
—Sí, juntos superaremos cualquier obstáculo. Por Aric, y por todos aquellos que amamos. —dijo, con una renovada fuerza en su voz.
La lucha contra el mal continuaría, pero con el espíritu de Aric guiándolos, sabían que podían enfrentar cualquier desafío. La acción y la fantasía que llenaban sus vidas eran ahora parte de un legado de amor, sacrificio y esperanza.
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Lo que esconden los sueños
FantastikSarah tenía nueve años, su madre había desaparecido hace dos años, y últimamente estaba teniendo sueños extraños..hacia.. ¿Otro mundo? Su vida iba a cambiar por completo...