Morgathra y Malakar observaban desde las sombras, sus ojos brillando con malicia al enterarse del estado de Sarah. Sabían que su oportunidad había llegado. Con ella debilitada por la enfermedad y la vejez, sería fácil capturarla y utilizar su sufrimiento como arma para destruir la moral de la aldea.Una noche, bajo la cubierta de una tormenta mágica, Morgathra y Malakar se infiltraron en la cabaña de Sarah. Con un susurro de hechizo, la inmovilizaron y la sacaron sin despertar a los demás. Antes de irse, encontraron el medallón que Sarah había guardado como un tesoro, un símbolo de su vínculo con Aric y su pasado. Con una sonrisa cruel, Malakar lo rompió en pedazos, dejando fragmentos dorados esparcidos por el suelo.
Cuando Ailith despertó y encontró la cama de su madre vacía, el pánico la invadió. Corrió fuera, gritando el nombre de Sarah, pero no obtuvo respuesta. Fue entonces cuando Kael la encontró, su rostro lleno de preocupación.
—Ailith, ¿qué ha pasado? —preguntó, intentando calmarla.
—¡Se la han llevado! ¡Morgathra y Malakar se han llevado a mi madre! —gritó Ailith, la desesperación y la ira combatiendo por el control de su voz.
Kael intentó consolarla, pero Ailith, en su furia, lo empujó.
—¡No me digas que me calme, Kael! ¡No entiendes lo que estoy sintiendo! ¡Han destruido lo único que quedaba de mi madre! —dijo, señalando los restos del medallón en el suelo.
Kael, con paciencia infinita, la tomó por los hombros y la obligó a mirarlo a los ojos.
—Ailith, sé que estás enfadada y asustada. Yo también lo estoy. Pero ahora, más que nunca, necesitamos mantener la calma y actuar juntos. Prometo que encontraremos a tu madre y la traeremos de vuelta —dijo, su voz firme y reconfortante.
Ailith respiró hondo, dejando que las palabras de Kael calmaran su rabia.
—Tienes razón. Lo siento, Kael. Estoy tan asustada... —susurró, dejando que las lágrimas fluyeran.
—Lo sé. Y yo estoy aquí para ti. Vamos a encontrarla —respondió Kael, abrazándola brevemente antes de comenzar a trazar un plan.
Mientras tanto, en un lugar oscuro y frío, Sarah yacía débilmente encadenada a un muro de piedra. Sus recuerdos se desvanecían y se mezclaban, la realidad se convertía en un sueño nebuloso. Ella sabía que su tiempo se estaba acabando y que no volvería a ver a su querida hija.
—Aric... pronto estaré contigo —murmuró, cerrando los ojos con un cansancio que se adueñaba de su cuerpo y mente.
Morgathra y Malakar la observaban desde la penumbra, deleitándose con su sufrimiento. Sabían que la desaparición de Sarah desestabilizaría a Ailith y a la aldea.
—Nuestra victoria está cerca, hermano. Sin Sarah, esa aldea caerá en el caos —dijo Morgathra, su voz llena de veneno.
—Y con el medallón destruido, no queda nada para recordarle su fuerza. Es cuestión de tiempo —respondió Malakar, su sonrisa cruel reflejando su satisfacción.
De vuelta en la aldea, Ailith y Kael se preparaban para partir en su búsqueda. Con cada paso, Ailith sentía que la determinación de salvar a su madre superaba su desesperación.
—Encontraremos a mi madre, Kael. No importa lo que cueste —dijo Ailith, su voz llena de una fuerza renovada.
Kael asintió, compartiendo su determinación.
—Lo haremos, Ailith. Juntos. Y destruiremos a Morgathra y Malakar de una vez por todas —afirmó, sus ojos brillando con la promesa de una victoria por venir.
Así, emprendieron su búsqueda, preparados para enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. La lucha por salvar a Sarah y proteger a su aldea continuaba, con la esperanza y el amor como su guía en la oscuridad.
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Lo que esconden los sueños
ФэнтезиSarah tenía nueve años, su madre había desaparecido hace dos años, y últimamente estaba teniendo sueños extraños..hacia.. ¿Otro mundo? Su vida iba a cambiar por completo...