Kael

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Ailith había heredado no solo la belleza y la magia de su madre, sino también su espíritu indomable y su sed de aventuras. A medida que crecía, sus habilidades mágicas se fortalecían, y su habilidad con la espada rivalizaba con la de su padre. Sin embargo, había algo que siempre despertaba su curiosidad: la vida de su madre antes de llegar a la aldea.

Un día, mientras ayudaba a su madre en el jardín, Ailith decidió preguntar.

—Madre, ¿cómo era tu vida antes de llegar aquí? ¿Cómo llegaste a este mundo?

Sarah, ahora mayor y con una sabiduría serena reflejada en sus ojos, sonrió ante la pregunta de su hija. Se sentaron juntas bajo el gran árbol que había sido testigo de tantos momentos importantes en sus vidas.

—Fue una época de muchos desafíos, Ailith —comenzó Sarah, su voz suave y nostálgica—. Yo era una niña curiosa como tú. Mi madre desapareció cuando yo era pequeña, y pasé años buscando respuestas. Un día, encontré un portal que me trajo a este mundo. Aquí, encontré a tu padre y una nueva vida. Pero no fue fácil. Hubo muchas pruebas y enemigos que enfrentar.

Ailith escuchó atentamente, fascinada por cada palabra.

—¿Y los portales? ¿Siguen siendo peligrosos? —preguntó, con los ojos brillando de emoción y curiosidad.

—Sí, hija. Los portales son caminos entre mundos, y no todos los que los cruzan tienen buenas intenciones. Debes tener cuidado. El mal aún acecha en las sombras, esperando cualquier oportunidad para atacar —advirtió Sarah, con seriedad en su voz.

Ailith asintió, pero su espíritu aventurero ya había tomado una decisión. Quería explorar y descubrir más sobre estos portales por sí misma.

Unos días después, mientras el sol comenzaba a ponerse, Ailith se adentró en el bosque cercano a la aldea. Había oído historias sobre un arroyo mágico que solía ser un lugar de descanso para los viajeros de otros mundos. Guiada por su intuición y su deseo de aventura, llegó al arroyo. El agua brillaba con una luz suave, reflejando los colores del atardecer.

Mientras observaba el arroyo, un sonido de pasos en la maleza llamó su atención. Se volteó rápidamente, su mano instintivamente moviéndose hacia la empuñadura de su espada.

Para su sorpresa, un muchacho de su misma edad emergió de entre los árboles. No era un aldeano, y su vestimenta era extraña, como de un lugar muy lejano.

—¿Quién eres? —preguntó Ailith, con desconfianza pero también con curiosidad.

El muchacho levantó las manos en un gesto de paz.

—No quiero hacerte daño. Mi nombre es Kael. Vengo de un reino distante, más allá de los portales. He estado viajando y buscando respuestas sobre mi propio pasado —dijo Kael, con una voz tranquila.

Ailith relajó un poco su postura, pero seguía alerta.

—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó, acercándose con cautela.

—He estado siguiendo una serie de portales. Mi madre desapareció cuando yo era pequeño, y he estado buscándola desde entonces. Los portales son mi única pista —explicó Kael, con un tono que resonaba con sinceridad.

La historia de Kael tocó una fibra sensible en Ailith. Le recordaba la búsqueda de su propia madre y cómo había terminado en este mundo.

—Entiendo lo que sientes —dijo Ailith, bajando su guardia completamente—. Mi madre sufrió una historia parecida.

Kael la miró con interés.

—Entonces, tal vez puedas ayudarme. Quizás juntos podamos descubrir más sobre estos portales y nuestras madres.

Ailith sintió una conexión inmediata con Kael. Sabía que su madre le había advertido sobre los peligros, pero también sentía que debía ayudar a este joven que compartía una parte de su historia.

—De acuerdo, pero debemos ser cuidadosos. Mi madre me advirtió sobre los peligros que aún acechan en los portales —dijo Ailith, tomando la mano de Kael en un gesto de alianza.

Juntos, Ailith y Kael decidieron explorar el arroyo y los alrededores en busca de pistas. A medida que avanzaban, sentían que sus caminos estaban destinados a cruzarse, y que juntos podrían enfrentar cualquier desafío que el destino les presentara.

La aventura de Ailith apenas comenzaba, y con Kael a su lado, sentía que estaban destinados a descubrir grandes secretos y enfrentar oscuros peligros. La magia y el amor de su madre siempre la guiarían, y ahora tenía un nuevo aliado en su búsqueda, alguien que comprendía su lucha y compartía su espíritu indomable.

Lo que esconden los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora