La Fortaleza Oscura

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Ailith y Kael, después de la brutal batalla en la aldea, sabían que Morgathra y Malakar no se detendrían. Determinados a poner fin a la amenaza de una vez por todas, se prepararon para enfrentarlos en su propio terreno: la Fortaleza Oscura, un lugar tenebroso y lleno de magia negra.

Con la ayuda de los aldeanos, Ailith y Kael se equiparon con las mejores armas y artefactos mágicos que la aldea podía ofrecer. La partida estaba lista, y su amor y determinación los impulsaban hacia adelante.

El camino hacia la Fortaleza Oscura estaba plagado de peligros. Criaturas de las sombras acechaban en cada esquina, pero Ailith y Kael, unidos por su amor y su propósito, luchaban con una sincronía perfecta. Sus habilidades se complementaban, y cada combate los acercaba más a su objetivo.

—Ailith, recuerda que no estamos solos. La energía de todos los que nos apoyan está con nosotros —dijo Kael, mientras destruía a una criatura con su espada encantada.

—Lo sé, Kael. Juntos somos más fuertes —respondió Ailith, lanzando un hechizo que desintegró a una horda de enemigos.

Finalmente, llegaron a la entrada de la Fortaleza Oscura. Las puertas gigantes se abrieron con un chirrido siniestro, revelando un pasillo largo y oscuro. Sin vacilar, entraron, listos para enfrentar a Morgathra y Malakar.

En el centro de la fortaleza, en una sala iluminada por antorchas de fuego verde, Morgathra y Malakar esperaban. Sus rostros mostraban una mezcla de odio y satisfacción.

—¡Finalmente han llegado! —exclamó Morgathra—. Pero su viaje termina aquí.

—No permitiremos que destruyan más vidas —dijo Ailith, con voz firme.

La batalla que siguió fue feroz. Morgathra lanzaba hechizos oscuros, mientras Malakar atacaba con una velocidad y fuerza sobrehumanas. Ailith y Kael se defendían con todo lo que tenían, cada uno apoyando al otro en una danza de combate llena de magia y destreza.

—¡Kael, cuidado! —gritó Ailith, bloqueando un ataque dirigido a su amado.

Kael, con un movimiento ágil, se recuperó y contrarrestó el golpe, hiriendo a Malakar. Ailith, por su parte, concentró toda su energía en Morgathra, lanzando un rayo de luz pura que atravesó las defensas de la hechicera.

—¡No! —gritó Morgathra, mientras la luz la envolvía.

Malakar, viendo a su hermana debilitada, se lanzó con furia hacia Ailith, pero Kael se interpuso en su camino. Con un golpe decisivo, atravesó el corazón de Malakar con su espada.

—Esto es por todo el sufrimiento que han causado —dijo Kael, con una mirada de determinación.

Morgathra, gravemente herida, trató de lanzar un último hechizo, pero Ailith la detuvo, atrapándola en una prisión mágica.

—Tu reinado de terror ha terminado, Morgathra —dijo Ailith.

Con un último grito de ira y desesperación, Morgathra se desvaneció, consumida por la luz.

El silencio cayó sobre la fortaleza. Ailith y Kael, exhaustos pero victoriosos, se abrazaron con fuerza. La amenaza que había acechado a su aldea y a sus seres queridos por tanto tiempo finalmente había sido derrotada.

—Lo logramos, Kael. Hemos acabado con ellos —susurró Ailith, con lágrimas de alivio en sus ojos.

—Sí, Ailith. Ahora podemos construir un futuro juntos, sin miedo —respondió Kael, besándola suavemente.

Regresaron a la aldea como héroes, recibidos con alegría y gratitud por todos. La paz finalmente había llegado, y aunque las cicatrices del pasado seguían presentes, el amor y la esperanza brillaban más fuertes que nunca.

Ailith y Kael, unidos por su amor y sus experiencias compartidas, se prometieron seguir adelante, siempre juntos. La caída de Morgathra y Malakar marcó el comienzo de una nueva era, una era de luz y prosperidad para todos en la aldea.

Lo que esconden los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora