El paso del tiempo había dejado su marca en Sarah. Su cabello, ahora plateado, y sus ojos, antaño llenos de vivacidad, comenzaban a mostrar señales de confusión. A menudo, se perdía en recuerdos de su juventud, creyendo estar en casa con su padre, olvidando las tragedias y desafíos que había enfrentado. Ailith, su hija, observaba con tristeza cómo su madre se apagaba poco a poco, su corazón quebrándose al ver a la mujer fuerte que una vez fue, ahora desvaneciéndose en la fragilidad.Kael, por su parte, permanecía a su lado, siempre vigilante y protector. Aunque su corazón estaba lleno de sentimientos por Ailith, sabía que no era el momento adecuado para expresarlos. Las amenazas continuaban acechando la aldea, y su atención debía estar centrada en mantener a salvo a quienes amaba.
Una noche, sin embargo, Kael decidió que ya no podía esperar más. La vida en la aldea era incierta, y cada día traía nuevos peligros. Se acercó a Ailith, que estaba sentada junto al fuego, su rostro iluminado por las llamas danzantes.
—Ailith —dijo Kael, su voz suave pero llena de emoción—, hay algo que necesito decirte.
Ailith levantó la mirada, sus ojos reflejando sorpresa y curiosidad.
—¿Qué sucede, Kael? —preguntó, notando la seriedad en su tono.
—Desde hace mucho tiempo, he querido decirte cuánto significas para mí. Te admiro por tu valentía, tu fuerza y tu bondad. Eres más que una amiga para mí, Ailith. Te amo —confesó Kael, su voz temblando ligeramente.
Ailith se quedó en silencio por un momento, asimilando sus palabras. Luego, una suave sonrisa apareció en su rostro.
—Kael, yo... yo también te amo. Pero con todo lo que está pasando, con mi madre y las amenazas constantes... no sé si es el mejor momento —dijo, su voz llena de incertidumbre.
Kael tomó sus manos, mirándola a los ojos.
—Ailith, el mejor momento nunca llegará si seguimos esperando. La vida es incierta, y no quiero perder la oportunidad de estar a tu lado, de enfrentar juntos cualquier desafío que venga. No importa lo que pase, quiero estar contigo —afirmó con determinación.
Antes de que Ailith pudiera responder, un grito resonó en la noche. La aldea estaba bajo ataque nuevamente. Sin perder un segundo, ambos se levantaron, dejando de lado sus emociones para enfrentarse a la amenaza.
En el límite del bosque, las sombras se movían con rapidez. Criaturas oscuras, invocadas por Morgathra y Malakar, avanzaban hacia la aldea, sus ojos brillando con malicia.
—¡Protejan la aldea! —gritó Kael, organizando rápidamente a los aldeanos en una defensa coordinada.
Ailith, armada y lista, luchó valientemente junto a Kael. Los hechizos volaban por el aire, y las espadas chocaban en una cacofonía de guerra. Sarah, desde su cabaña, observaba con ojos nublados, tratando de comprender lo que sucedía a su alrededor.
—Padre... ¿estamos en casa? —murmuró, perdida en sus recuerdos.
La batalla fue feroz. Kael, utilizando su magia, lanzó un poderoso hechizo que hizo retroceder a las criaturas, pero sabía que no podían mantener esa defensa indefinidamente. Ailith, con su destreza en combate, lideraba a los guerreros de la aldea, su valentía inspirando a todos.
—¡No dejaremos que destruyan nuestro hogar! —gritó, su voz resonando con fuerza.
Finalmente, con un último esfuerzo conjunto, lograron repeler a las criaturas oscuras. Los aldeanos, exhaustos pero victoriosos, comenzaron a recoger los restos de la batalla.
Kael y Ailith, cubiertos de sudor y polvo, se miraron con una mezcla de alivio y preocupación.
—Esto no ha terminado —dijo Kael, su voz llena de determinación—. Morgathra y Malakar seguirán intentando destruirnos. Pero mientras estemos juntos, podemos enfrentarlos.
Ailith asintió, tomando la mano de Kael.
—Lucharemos, por nuestro hogar y por nuestro amor. No dejaremos que nos derroten —dijo, su voz firme.
Juntos, Kael y Ailith regresaron a la cabaña de Sarah, decididos a proteger a su familia y su aldea de cualquier amenaza que pudiera venir. La lucha continuaría, pero con el amor y la valentía como su guía, sabían que podían enfrentar cualquier oscuridad que se interpusiera en su camino.
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Lo que esconden los sueños
FantasiaSarah tenía nueve años, su madre había desaparecido hace dos años, y últimamente estaba teniendo sueños extraños..hacia.. ¿Otro mundo? Su vida iba a cambiar por completo...