Los días en Eteria seguían su curso, pero el corazón de Sarah estaba cada vez más inquieto. Habían pasado seis años sin saber nada de su padre, y la preocupación la consumía. A pesar de sus responsabilidades y su amor por Aric, no podía ignorar la necesidad de saber qué había pasado con él.Una mañana, Sarah se despertó con una determinación renovada. No podía esperar más. Tenía que encontrar respuestas.
—Aric, necesito buscar a mi padre —dijo Sarah mientras se preparaba para salir.
Aric la miró con comprensión y apoyo.
—Lo entiendo, Sarah. Iré contigo. No tienes que hacer esto sola.
Sarah asintió, agradecida por su apoyo incondicional. Juntos, se dirigieron a la biblioteca de la aldea, donde Zetharion estaba revisando antiguos manuscritos.
—Zetharion, necesito saber qué le pasó a mi padre —dijo Sarah con urgencia.
El sabio la miró con tristeza, como si ya supiera lo que estaba a punto de revelar.
—Sarah, he estado investigando sobre los portales y las fuerzas malignas que los controlan. Y encontré algo... algo terrible.
Sarah sintió un nudo en el estómago.
—¿Qué encontraste?
Zetharion suspiró y sacó un pergamino antiguo.
—Hace cinco años, hubo un enfrentamiento entre fuerzas malignas y dos valientes hombres: tu padre y el profesor Harrison. Estaban investigando los portales cuando fueron atacados. Lucharon con valentía, pero fueron superados y asesinados.
Sarah sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.
—No... no puede ser —susurró, su voz quebrada por el dolor.
Aric la tomó en sus brazos, tratando de consolarla.
—Sarah, lo siento tanto. Lucharon valientemente, pero su sacrificio no fue en vano. Nos dieron tiempo para prepararnos y protegernos.
Sarah se apartó suavemente, tratando de procesar la noticia.
—Mi padre... él siempre fue un hombre valiente. Pero saber que murió de esa manera...
Zetharion colocó una mano en su hombro.
—Tu padre y el profesor Harrison eran grandes hombres. Sus esfuerzos nos dieron una oportunidad de luchar contra estas fuerzas oscuras. Debemos honrar su memoria continuando su lucha.
Sarah asintió, secándose las lágrimas. Sabía que tenía que ser fuerte, no solo por ella, sino también por la memoria de su padre.
—Tienes razón, Zetharion. No podemos dejar que su sacrificio sea en vano. Debemos seguir luchando.
Aric la miró con orgullo.
—Sarah, estoy contigo en esto. Juntos podemos enfrentar cualquier cosa.
Sarah sonrió a través de sus lágrimas, sintiendo una chispa de esperanza.
—Sí, juntos.
De repente, un estruendo sacudió la biblioteca. Una figura oscura apareció en la entrada, rodeada de una energía malévola.
—¡Así que aquí están los herederos de los valientes! —rió la figura—. Soy Draegor, el general de las sombras, y he venido a terminar lo que se empezó hace años.
Sarah y Aric se pusieron en guardia, sus armas listas.
—¡No permitiremos que sigas destruyendo nuestro mundo! —gritó Sarah, sintiendo la furia y la determinación arder en su interior.
La batalla estalló en la biblioteca, libros y pergaminos volando por los aires. Draegor lanzó ataques oscuros que Sarah y Aric esquivaron con agilidad. Con cada golpe, recordaban el sacrificio de sus seres queridos y encontraban fuerza en su dolor.
—¡Por mi padre! —gritó Sarah, canalizando el poder del medallón y el talismán, lanzando una poderosa ráfaga de luz hacia Draegor.
Aric, con su espada de cristal, se unió al ataque, creando una ola de energía que golpeó a Draegor de lleno.
El general de las sombras gritó de dolor, pero no se dio por vencido. Con un movimiento rápido, invocó criaturas de sombras que llenaron la biblioteca, atacando a Sarah y Aric desde todos los ángulos.
—¡No te dejaremos ganar! —gritó Aric, luchando contra las criaturas con furia.
Sarah, sintiendo la desesperación y la determinación, concentró todo su poder en un último ataque. La luz del medallón brilló con una intensidad cegadora, desintegrando a las criaturas y debilitando a Draegor.
—¡Esto es por mi padre y el profesor Harrison! —gritó Sarah, lanzando el ataque final.
Draegor fue golpeado por la luz pura, su forma desmoronándose en sombras.
—Esto no es el final... —susurró antes de desvanecerse.
La biblioteca quedó en silencio, el aire cargado de la energía de la batalla. Sarah y Aric, agotados pero victoriosos, se miraron con alivio.
—Lo hicimos —dijo Aric, tomando la mano de Sarah.
Sarah asintió, sintiendo la paz mezclada con la tristeza.
—Sí, lo hicimos. Pero esta batalla no ha terminado. Seguiremos luchando, por mi padre, por el profesor Harrison, y por todos los que han sacrificado tanto.
Juntos, salieron de la biblioteca, listos para enfrentar cualquier nueva amenaza que se les presentara, sabiendo que su amor y valentía eran la clave para superar cualquier oscuridad.
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Lo que esconden los sueños
FantasiSarah tenía nueve años, su madre había desaparecido hace dos años, y últimamente estaba teniendo sueños extraños..hacia.. ¿Otro mundo? Su vida iba a cambiar por completo...