El sol de la tarde bañaba la antigua mansión del profesor Harrison en una cálida luz dorada. Sarah y su padre estaban sentados en un estudio repleto de libros antiguos, mapas y artefactos de todo tipo. Harrison había dispuesto el medallón sobre una mesa de madera, junto a una serie de documentos amarillentos por el tiempo.—Para entender cómo funciona el medallón, primero debemos conocer su historia —comenzó el profesor, con voz grave y pausada—. Este medallón pertenece a una civilización perdida, los Eterianos. Se decía que eran guardianes de portales interdimensionales, capaces de viajar entre mundos usando objetos como este.
Sarah escuchaba atentamente, sintiendo que cada palabra del profesor la acercaba más a su madre. Su padre, en cambio, parecía preocupado, con los labios apretados en una fina línea.
—¿Y cómo lo uso? —preguntó Sarah, incapaz de contener su impaciencia.
—El medallón responde a la intención y a la energía del portador —explicó Harrison—. Necesitarás aprender a concentrarte y a canalizar tus pensamientos y emociones. Hay un ritual, una serie de pasos que debes seguir para activar el portal.
Harrison abrió un libro antiguo y comenzó a leer en voz alta. Sarah tomó notas mentales mientras el profesor explicaba el proceso: un círculo de protección, palabras en una lengua olvidada y la imagen clara del lugar al que deseaba ir.
—Podemos intentarlo ahora mismo —dijo el profesor, con un brillo en los ojos—. Pero necesitaré tu plena concentración, Sarah.
El corazón de Sarah latía con fuerza. Se sentía lista, aunque también un poco nerviosa. Asintió, y Harrison comenzó a preparar el círculo en el suelo del estudio, utilizando tiza blanca y velas. Sarah se colocó en el centro, sosteniendo el medallón con ambas manos.
—Cierra los ojos y concéntrate en el lugar que has visto en tus sueños —le indicó el profesor—. Repite estas palabras después de mí.
Sarah cerró los ojos y visualizó el bosque dorado. La imagen de su madre apareció clara en su mente. Harrison comenzó a recitar las palabras en la lengua antigua, y Sarah las repitió con voz firme. Sintió un calor creciente en sus manos y una vibración suave recorriendo su cuerpo.
De repente, una ráfaga de viento llenó la habitación, haciendo parpadear las llamas de las velas. El aire se volvió denso y cargado de energía. Sarah abrió los ojos y vio que el medallón brillaba intensamente, proyectando una luz que formaba un portal frente a ella.
—¡Funciona! —exclamó el profesor, visiblemente emocionado.
Sarah dio un paso adelante, sintiendo el tirón del portal. Pero justo cuando estaba a punto de atravesarlo, una sombra oscura apareció en el umbral, deteniéndola. La sombra tenía una forma humanoide, pero sus ojos eran dos pozos de oscuridad profunda.
—¡Cuidado! —gritó su padre, intentando acercarse a Sarah, pero una fuerza invisible lo detuvo.
—No puede ser... —murmuró Harrison, con una mezcla de asombro y miedo—. Un Guardián de las Sombras.
La figura oscura se dirigió a Sarah con una voz grave y resonante.
—Sarah, hija de Eteria, no puedes pasar sin enfrentar las pruebas —dijo la sombra—. Este portal está protegido. Demuestra tu valor y pureza de corazón, y se te permitirá continuar.
Sarah, aunque asustada, sintió una determinación férrea. Sabía que debía superar estas pruebas para encontrar a su madre. Miró a su padre y al profesor, que la observaban con preocupación y esperanza.
—Estoy lista —dijo, con voz firme—. Haré lo que sea necesario.
La sombra asintió y el portal se expandió, envolviendo a Sarah en una luz brillante. Sintió cómo su cuerpo era transportado a través del espacio y el tiempo. Cuando la luz finalmente se desvaneció, se encontró en un paisaje completamente diferente: un vasto desierto bajo un cielo azul profundo, con tres senderos que se extendían delante de ella.
Sarah sabía que cada sendero representaba una prueba diferente. Inspiró profundamente y eligió el camino del medio, confiando en su intuición y en el poder del medallón. Mientras avanzaba, supo que su aventura apenas comenzaba, pero estaba lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara. Las respuestas y su madre estaban al alcance, y no permitiría que nada la detuviera.
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Lo que esconden los sueños
FantastikSarah tenía nueve años, su madre había desaparecido hace dos años, y últimamente estaba teniendo sueños extraños..hacia.. ¿Otro mundo? Su vida iba a cambiar por completo...