El aire del nuevo mundo estaba cargado de magia y peligro. Ailith y Kael avanzaban con cautela, enfrentándose a criaturas fantásticas y trampas antiguas que probaban tanto su valentía como sus habilidades. Ailith sentía la presión de cada paso, sabiendo que cada segundo contaba en su misión para asegurar la paz y proteger su hogar.En uno de los claros del bosque encantado, Kael finalmente rompió su silencio.
—Ailith, necesito decirte algo. Me siento decepcionado con tus padres, Sarah y Aric. No solo por lo que hicieron a mi madre, sino porque no fueron sinceros conmigo desde el principio —dijo Kael, su voz llena de amargura.
Ailith se detuvo y lo miró con preocupación.
—Kael, entiendo tu dolor. Pero mis padres hicieron lo que creyeron correcto para proteger a muchos. La verdad es complicada y a veces dolorosa. Ellos también están sufriendo por las decisiones que tuvieron que tomar —respondió Ailith, con empatía.
Kael asintió, pero no pudo ocultar su frustración.
—Lo sé, Ailith. Solo necesito tiempo para procesarlo. Pero sé que estás aquí conmigo, y eso es lo que me da fuerzas —dijo, tomando la mano de Ailith.
Justo en ese momento, un rugido ensordecedor rompió la tranquilidad del claro. Una bestia gigantesca, con piel escamosa y ojos llameantes, emergió de entre los árboles, su aliento ardiente creando ondas de calor a su alrededor.
—¡Cuidado! —gritó Ailith, desenvainando su espada y preparándose para la batalla.
Kael se colocó a su lado, con su espada en alto.
—Esta vez, lucharemos juntos —dijo con determinación.
La batalla fue intensa. La bestia era formidable, con garras afiladas y un aliento de fuego que quemaba todo a su paso. Ailith y Kael combinaron sus habilidades, utilizando tanto la magia como la fuerza física para intentar derribar a la criatura. Sus movimientos eran coordinados, un reflejo de la confianza que habían desarrollado el uno en el otro.
Finalmente, con un último y poderoso golpe combinado, lograron derrotar a la bestia. Agotados pero victoriosos, se sentaron a recuperar el aliento.
—Lo hicimos —dijo Kael, sonriendo débilmente.
—Sí, pero no podemos descansar aún. Hay más peligros por delante —respondió Ailith, aunque compartía la sonrisa.
Mientras tanto, en la aldea, la situación era cada vez más desesperada. Un extraño virus había comenzado a enfermar a los aldeanos, y Sarah estaba en pánico. Cada día que pasaba sin noticias de Ailith aumentaba su ansiedad.
Un día, cuando fue a contarle a Aric sobre el virus, lo encontró en la cama, pálido y débil.
—Aric, ¿qué te sucede? —preguntó Sarah, aterrorizada.
—Creo... creo que también estoy enfermo, Sarah. Me siento muy débil —respondió Aric, con voz quebrada.
Sarah sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor. Sin perder tiempo, decidió contactar con su hija a través de medios mágicos. Utilizó un antiguo espejo encantado, que había heredado de su madre, para enviar un mensaje a Ailith.
—Espejo del destino, muestra a mi hija y lleva mi mensaje —murmuró Sarah, mientras el espejo comenzaba a brillar.
En el claro del bosque, Ailith y Kael se preparaban para continuar su viaje cuando el espejo de Ailith, un pequeño objeto mágico que llevaba consigo, comenzó a brillar.
—Es mi madre —dijo Ailith, preocupada.
El rostro de Sarah apareció en el espejo, su expresión era de desesperación.
—Ailith, Aric está gravemente enfermo. Un extraño virus está afectando a los aldeanos y no tenemos cura. Necesito que regreses cuanto antes. No sé cuánto tiempo le queda —dijo Sarah, con lágrimas en los ojos.
Ailith sintió un nudo en el estómago.
—Madre, estamos en medio de algo importante aquí, pero volveremos tan pronto como podamos. Cuida de padre hasta que lleguemos —respondió, tratando de mantener la calma.
Kael puso una mano en el hombro de Ailith.
—Debemos apresurarnos. Encontraremos la manera de cerrar los portales más tarde. Ahora, tu padre necesita nuestra ayuda —dijo con firmeza.
Ailith asintió, agradecida por el apoyo de Kael. Juntos, comenzaron el viaje de regreso, enfrentándose a nuevos retos y peligros en el camino, decididos a salvar a Aric y a los aldeanos de la misteriosa enfermedad. La acción y la fantasía de su aventura se entrelazaban con la urgencia y el amor que los impulsaba, haciendo de su travesía un verdadero testimonio de su valentía y determinación.
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Lo que esconden los sueños
FantasySarah tenía nueve años, su madre había desaparecido hace dos años, y últimamente estaba teniendo sueños extraños..hacia.. ¿Otro mundo? Su vida iba a cambiar por completo...