Sarah se despertó de golpe, su respiración agitada. Miró a su alrededor, sin reconocer el lugar en el que estaba. Había máquinas que pitaban, un gotero de suero colgando a su lado, y tubos conectados a su cuerpo. ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba pasando?—¿Hola? —llamó, su voz ronca y débil—. ¿Alguien puede decirme qué ha pasado?
Su padre, que estaba dormido en una butaca cercana, se despertó al oír su voz. Al verla despierta, sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría.
—¡Sarah! ¡No me lo creo, es un milagro! —exclamó, acercándose a ella y tomando su mano.
—Papá, ¿qué ha pasado? —preguntó Sarah, confusa y asustada.
—Tuvimos un accidente de coche con tu madre —respondió su padre, con la voz quebrada—. Has estado en coma casi un año.
—¿Un accidente de coche con mamá? —repitió Sarah, intentando procesar la información.
De repente, todo comenzó a tener sentido. ¿Había sido todo un sueño? Todo lo que había vivido, los portales, las batallas, Aric, Ailith... ¿Había sido solo un producto de su mente mientras estaba en coma? Se sentía aturdida y desorientada.
—Papá, ¿dónde está Ailith? —preguntó, con un nudo en la garganta.
—¿Quién dices, hija? —respondió su padre, mirándola con preocupación.
Sarah no daba crédito. Esto no podía estarle pasando. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y su respiración se volvió errática. Y entonces la vio. Su madre entró en la habitación, sana y salva. No había desaparecido en mundos ni portales; estaba allí, con ella.
—Mamá... —susurró Sarah, sintiendo una mezcla de alivio y confusión.
Pero había algo más. Su madre llevaba puesto un medallón, el mismo medallón que Sarah recordaba de sus sueños.
—Mamá, ese medallón... ¿De dónde lo has sacado? —preguntó, su voz temblorosa.
Su madre no contestó. En su lugar, sonrió suavemente, como si entendiera algo que Sarah aún no podía comprender completamente. En ese momento, Sarah lo supo. No había sido solo un sueño. Había algo más, algo real en todo lo que había vivido.
Sarah miró a su padre, luego a su madre, y finalmente al medallón. Su corazón latía con fuerza, y una sensación de paz la invadió. Todo lo que había experimentado, cada batalla, cada pérdida y cada amor, formaba parte de ella. No importaba si había sido un sueño o una realidad paralela. Lo que importaba era que estaba viva y que tenía a su familia con ella.
Mientras las lágrimas caían por su rostro, Sarah se prometió a sí misma que viviría su vida al máximo, valorando cada momento y cada persona que amaba. Porque, aunque no pudiera explicarlo, sabía que había algo más allá de lo visible, algo mágico y profundo que siempre llevaría en su corazón.
El medallón brilló suavemente, como un recordatorio de que la magia y el amor son eternos, trascendiendo incluso las barreras del tiempo y el espacio.
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Lo que esconden los sueños
FantasiaSarah tenía nueve años, su madre había desaparecido hace dos años, y últimamente estaba teniendo sueños extraños..hacia.. ¿Otro mundo? Su vida iba a cambiar por completo...